Volvían después del largo viaje. Todos ellos, agotados después de haber luchado contra una opresión que creían imposible de vencer, por fin sentían que podían descansar.
El ascenso de vuelta a la superficie, después de largas horas entre oscuros corredores donde el óxido y el metal eran únicos compañeros, casi parecía peor que todo el combate por la libertad.
Los pocos que quedaban abajo eran ayudados por los que acababan de subir, sintiendo en sus pies desnudos sobre la tierra húmeda y la hierba fresca. Los demás, se habían sentado o bien dejado caer para mirar al cielo abierto, libre de nubes.
Y cuando todavía vivía el silencio entre ellos, por fin juntos de nuevo, algo cambiaba. La oscuridad casi permanente que habían vivido comenzaba a quebrarse, rápida y lentamente a la misma vez. Todos miraron al mismo punto en el que aparecía un nuevo amanecer. La estrella les daba la bienvenida de nuevo a la vida, a la libertad, a la esperanza.
Y también a la calma, pues comenzaba a alzarse dejando un cielo cada vez más claro, más azul. Inspirador de tanta paz que casi podía acariciar sus almas. El frío que sacudía entonces sus cuerpos también purificaba, haciéndoles estremecer. Si podían sentir aquello, sus corazones también podrían ser sanados.
Por fin habían vuelto a su hogar, aquel que nunca habían abandonado pero sí les había sido arrebatado.
domingo, 5 de febrero de 2017
domingo, 3 de abril de 2016
SR #02
Habían pasado casi dos meses. Casi dos meses desde que volvieran. Y las últimas palabras que había escuchado de su pasado resonaban en su cabeza, tras haber cometido un último desliz.
La prisión en la que estaban se volvía asfixiante. Había momentos en los que sentía que podía huir a través de un libro. Pero incluso entonces, cuando se sentía segura, comenzaba a preocuparle lo rápido que podían agotarse los títulos por leer.
Todo era cuestión de mentalizarse. No podía seguir ejerciendo esa resistencia.
A su nueva vida, a la misión que la ocuparía por completo, a que sus compañeros eran en los que debía confiar su vida y también creer que no cometerían los mismos errores que ella.
Pero esa renuncia a creer en alguna suerte de futuro para ella y los que eran sus compañeros de prisión, significaría la pérdida de sí misma. Mientras escribía pensamientos aparentemente inconexos que guardaba a buen recaudo, un brote de esperanza en su interior.
Mientras luchara, viviría.
Mientras se resistiera, seguiría encontrando un motivo para respirar.
jueves, 14 de enero de 2016
SR #01
Todo su cuerpo seguía vibrando por los continuos golpes que no recordaba haber dejar escapar sobre la pared. Ese regreso a la tranquilad a demasiada velocidad sólo permitió tener el tiempo suficiente para apoyar las manos en la misma y evitar caer de alguna forma.
En su garganta todavía estaba ahogandose un grito, o quizás un gemido de dolor por todo lo que había hecho, mientras giraba la cabeza y contemplar lo que había dejado atrás. Sun hacía por incorporarse, observando, y Noah a su misma espalda, aguardando a los resultados de su conjuro.
Como pilares ante un terremoto, sintió que tanto en ella se derrumbaban que empezó a sentir vértigo. Su ira había logrado, además de demostrarle que sí era el monstruo que habitaba en su interior, dañar a otros. Retiró la mirada, volviendo a su posición original, intentando contener el llanto desesperado por no poder refugiarse más en esa furia. Sentía que la necesitaba tanto como la despreciaba, a esa voz que la llamaba a destruir.
La certeza de que no sobreviviría demasiado tiempo, no junto a ellos, se hacía más fuerte. Y el temor a hacerles daño, a pesar del afecto que empezaba a nacer, era como una noche eterna, en la que no podía despertar.
En su garganta todavía estaba ahogandose un grito, o quizás un gemido de dolor por todo lo que había hecho, mientras giraba la cabeza y contemplar lo que había dejado atrás. Sun hacía por incorporarse, observando, y Noah a su misma espalda, aguardando a los resultados de su conjuro.
Como pilares ante un terremoto, sintió que tanto en ella se derrumbaban que empezó a sentir vértigo. Su ira había logrado, además de demostrarle que sí era el monstruo que habitaba en su interior, dañar a otros. Retiró la mirada, volviendo a su posición original, intentando contener el llanto desesperado por no poder refugiarse más en esa furia. Sentía que la necesitaba tanto como la despreciaba, a esa voz que la llamaba a destruir.
La certeza de que no sobreviviría demasiado tiempo, no junto a ellos, se hacía más fuerte. Y el temor a hacerles daño, a pesar del afecto que empezaba a nacer, era como una noche eterna, en la que no podía despertar.
martes, 24 de marzo de 2015
J-24
Oscurecía sin que apenas pudiese percibir la llegada de esa noche. Demasiado deprisa, de forma demasiado intensa. Solo pude detenerme en el camino, observando aquella extraña muerte de la luz de un día que no sabía cuando volvería a surgir. No había apartado la vista de esa puesta de sol hacía ya tiempo que culminaba, cuando escuché tranquilos pasos que se aproximaban.
Sabía que allí estaba, no había abandonado el camino desde que lo iniciásemos. Diferentes ritmos, diferentes paradas y descansos, diferentes recuerdos de unos parajes. Pero al final siempre caminando. Y ese tiempo compartiendo una senda, en mitad de aquella oscuridad, no podía dejar de reconocer sus pasos. Seguían, avanzaban, pero despacio. Solo volvieron a la normalidad cuando sentía que podía seguirle, que podía continuar.
Contagiándome sin evitarlo o intentarlo siquiera de un sueño más grande que nuestro mundo, más grande que nosotros. Lleno de una esperanza que no creía poder sentir.
Gracias a esa esperanza todavía continúo soñando.
Una sonrisa que parece que siempre le acompaña y unas palabras que no sé si recordará.
"Quiero cambiar el mundo"
Sabía que allí estaba, no había abandonado el camino desde que lo iniciásemos. Diferentes ritmos, diferentes paradas y descansos, diferentes recuerdos de unos parajes. Pero al final siempre caminando. Y ese tiempo compartiendo una senda, en mitad de aquella oscuridad, no podía dejar de reconocer sus pasos. Seguían, avanzaban, pero despacio. Solo volvieron a la normalidad cuando sentía que podía seguirle, que podía continuar.
Contagiándome sin evitarlo o intentarlo siquiera de un sueño más grande que nuestro mundo, más grande que nosotros. Lleno de una esperanza que no creía poder sentir.
Gracias a esa esperanza todavía continúo soñando.
Una sonrisa que parece que siempre le acompaña y unas palabras que no sé si recordará.
"Quiero cambiar el mundo"
viernes, 15 de noviembre de 2013
martes, 19 de febrero de 2013
Madre
La muerte es un final apacible, un mar tranquilo en el que terminar la travesía. La vida, en cambio, es una corriente, un río, rápido y fugaz. De curso inevitable, junto con todas las incertezas e infortunios que se suceden. Y no queda otra que seguir el curso en solitario. Rara vez encuentras a alguien que decida, que esté dispuesto a seguirte. No seguir, acompañar. Caminar a la misma altura, a la vez.
Se siente así la satisfacción, el sentimiento de sentirse completo. ¿Cómo abandonar esa plenitud? Abandonar a alguien en el camino es condenarlo a la peor de las soledades, un infierno en vida. Por eso, la envié a ese tranquilo final en el que descansaría hasta mi llegada. No tardaría demasiado en acompañarla.
Pero sigo aquí, aguardando a que llegue mi final. Con el tormenta de haberla abandonado. Sintiendo esa soledad que le quise evitar. Por eso llegué a este lugar. Una casa en la que deja de ser algo tan terrible, en la que se puede afrontar la realidad. La terrible realidad de lo que le hice a mi niña, la voz que daba sentido a mi mundo.
Compensando así las palabras que no encontré al querer explicar lo que movía a Madre, en "Prohibido suicidarse en primavera"
Se siente así la satisfacción, el sentimiento de sentirse completo. ¿Cómo abandonar esa plenitud? Abandonar a alguien en el camino es condenarlo a la peor de las soledades, un infierno en vida. Por eso, la envié a ese tranquilo final en el que descansaría hasta mi llegada. No tardaría demasiado en acompañarla.
Pero sigo aquí, aguardando a que llegue mi final. Con el tormenta de haberla abandonado. Sintiendo esa soledad que le quise evitar. Por eso llegué a este lugar. Una casa en la que deja de ser algo tan terrible, en la que se puede afrontar la realidad. La terrible realidad de lo que le hice a mi niña, la voz que daba sentido a mi mundo.
Compensando así las palabras que no encontré al querer explicar lo que movía a Madre, en "Prohibido suicidarse en primavera"
jueves, 14 de febrero de 2013
5002
He vuelto a tener pesadillas esta noche. Sudor frío y lágrimas vivas cayendo por mi rostro. Comienza a ser rutina en las largas noches de insomnio. Y hace frío, como el primer día en el que llegué, y me hace recordar. Recordar el miedo, el leve temblor que tenía en mi interior, y amenazaba con ser creciente. Y a la vez, una esperanza
Aquel blanco de la nieve que caía que parecía ser atemporal, era como una hoja en blanco, sobre la que comenzar a escribir sin ningún lastre del pasado. Una nueva vida. Mis nuevos amigos así lo permitieron, a pesar de lo increíble de la situación. Como si lo estuvieran esperando, como si no tuvieran otro objetivo.
Habían entrado en un túnel, oscuro y profundo, en el que con apenas unos pasos, perdías la luz que daba a la salida. Me encontraron, y aguardaron en silencio hasta el momento en el que estuviera preparada para salir. Tomaron mis manos y continuaron caminando. Tropezando, aprendiendo, hasta encontrar de nuevo el camino que nos llevaría hacia la luz
Y resultó ser una luz que bañaba toda la ciudad, y se reflejaba en cada copo de nieve que veían nuestros ojos. Aquello era un descanso para el alma.
Cielos nublados, constantes lluvias, y el silencio del ático. Alejados del ruido urbano que en ocasiones nos gusta visitar. Tiempo para pensar, para malgastar, para comenzar la huida, la evasión de la realidad en libros y libros. Sin control, a través de un viaje del que ni siquiera sé el destino
La aventura de vivir, de salir adelante cargando con lo vivido
Estamos en octubre de 2005, Hannover, Alemania
Hace frío
Anoche caí en el sueño mientras pensaba y escribía. Palabras tan inconexas que confundía cuando hacía una cosa u otra. Pasa demasiado a menudo últimamente. A veces ellos me miran algo aturdidos. Después, me cuentan que no es otra cosa sino que hablo sola en voz alta. Odio ese gesto que comienza a convertirse en costumbre
Camino a lo largo de los ventanales de lo que es nuestro acogedor hogar. Es la luz, debe tener algo que hechiza. Me ayuda a pensar, y a olvidar aquellos números en rojo que simbolizan los numerosos mensajes sin contestar en el buzón de voz. El teléfono es aquella caja extraña que contiene voces que no quiero escuchar. Ahora no, ni me siento preparada para ello. Están ligadas a demasiados recuerdos y emociones, hiriendo muy profundo sin saberlo siquiera. Sangraba cada día un poco más.
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