domingo, 2 de octubre de 2011

Sombras

Tegan ya estaba despierta. Podía escuchar el arrastrar de sus pies descalzos por el suelo, y pronto llegaría el olor a café. Me sentía cansada, y a la vez muy despierta. Como aventurarse a la brisa fría que llega con el amanecer.

Entre mis dedos, un fragmento de lo que parecía pergamino. Estaba escrito con una letra que no pude reconocer, pero las palabras dejadas dejaban claro de quien se trataba. Mi guardián, que velaba por mi en sueños, me aseguraba que nada de eso era una ficción que creaba la noche. Y aunque todavía no las tenía todas conmigo, así lo sentía: muy real.

Me levanté rápidamente, dispuesta a encontrar las respuestas que se hallaban perdidas. Las preguntas todavía no estaban creadas, pero allí estaban. Tegan ahogaba a duras penas un bostezo cuando me veía salir a toda prisa de la casa. Necesitaba ver un sitio.

Casi sin pensarlo, mis pasos me llevaron hasta el lugar. Mi mente había estado en blanco, centrada en nada en concreto, hasta llegar allí. Era el lugar donde había tenido esa horrible visión donde el mundo se resquebraja en mil pedazos por la venida de mil criaturas imposibles de imaginar. Temblaban mis dedos, pero me paralicé por completo al contemplar, como aquel hombre, que había estado en mis sueños lamentandose por la pérdida, me observaba a pocos pasos.

Su imagen era vacilante, difusa, como un espectro. Me interrogaba con la mirada, como queriendo saber cual sería mi siguiente paso. Me atreví a avanzar, para asegurarme de que no era una visión, y en esos instantes, él sonrió. Como olvidado, el resto de nuestro escenario cobró vida de nuevo. Muchos otros, como mi visitante en sueños, estaban allí, observando. Parecían querer ver lo que había sucedido, y me miraban curiosos

Sentía el miedo, el miedo que queda después de una fuerte tormenta, que queda en el corazón, vacilante. Una sensación conocida, al parecer, y más que lo sería, y todos allí quedamos expectantes.

S.