Mirando al frente, siempre al frente. Consciente de que mi respiración se agota, cada soplo de aire es un suplicio. Pero algo en mi interior, la naturaleza humana, me impulsa a vivir. Me pregunto cuanto de humano quedará todavía en mí.
Anclado al motor, con pies y manos atravesados por metal como el profeta en su leyenda. Irreal, como ella. Mi piel tienta a cada momento a fundirse con cada pieza mecánica que es mi modo de vida. Dicen que los gritos alimentan el funcionamiento. A cada grito, menor será la tortura, más próximo estará el final.
Esas palabras llegan como recuerdos esporádicos en noches en vela. Es entonces cuando mis ojos se abren a la realidad. Oscuridad. Dolor. Los gritos resultan una auténtica liberación. Tal vez sea cierto algo de lo que ellos dicen
sábado, 6 de noviembre de 2010
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Tal vez. Y tal vez el mensaje sea otro. Quizás el alma, apesadumbrada quiera descansar de oscuridad y dolor. Y comenzar a sentir la otra realidad que presume (o sabe) aún y a pesar de las pesadillas.
ResponderEliminarBesos y Abrazos mi Querido Amigo!