La lluvia cae y oculta los rastros de aquellos que deben caer bajo mi espada. Las misivas de ayuda se humedecen bajo mi chaqueta. Aún perdidas, el mensaje seguiría siendo claro: la muerte asolaba las pequeñas aldeas indefensas. La fe no les daba la salvación, y tampoco velaba por sus sueños. Otean al abismo que será su muerte y temen perderse en esa oscuridad. No les culpo, ya que es un pozo demasiado profundo, un misterio inalcanzable para la mente humana. Y el miedo tan solo los empuja hacia él.
Estoy cerca. Anochece y los gritos de los niños a los que las pesadillas asaltan por doquier llenan el cielo. O tal vez no sean pesadillas.
domingo, 17 de octubre de 2010
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Abismo y verdugo... de los otros y de sí mismo.
ResponderEliminarSangre y acero forjaron esta tierra de hombres perplejos y condenados.
Besos y Abrazos mi Amigo.