Se mantuvo suspendida, asida de la mano de un ser sin rostro, sin voz ni nombre, que a su vez se mantenía sostenido de una fina cuerda.
Bajo ellos, el vacío del olvido. Anhelado y temido a la misma vez.
¿Quién lo desea? Ella contempla la gran inmensidad bajo sus pies. Luego vuelve a mirar a quién la sostiene, que afianza el arazo.
Un murmullo ininteligible aumenta a su alrededor. El llanto en grito se alza en el silencio.
No deja de mirar, y en un segundo corta la mano que la sostiene. Cayendo sin fin.
sábado, 11 de julio de 2009
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