El estrépito era lejano. En su cabeza, luchaba por continuar dormido, pero el despertar estaba al llegar. Abrió los ojos.
La luz llegó a el con un fulgor dorado, junto con el sonido del crujir de la madera. Apenas llegaba, el fuego iluminaba pobremente la habitación. El resto era sombra.
Se volvió a la luz, y contempló la destrucción. En sus ojos se guardaron para siempre la memoria, los nombres y la sangre de aquellos que murieron bajo la espada.
Huyó de la batalla, cobarde, incapaz de empuñar el arma y defender a sus hermanos. Vaga eternamente atormentado por la culpabilidad, sin perder ni uno de aquellos preciados nombres.
sábado, 11 de julio de 2009
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Un texto que te llena de sensaciones puras y cortantes... la música siempre preciosa...
ResponderEliminarHola hola! Todo lo que escribes es tan intenso...me gusta muchisimo la atmosfera de tus escritos.
ResponderEliminarBesos, gracias por pasar a visitarme