miércoles, 24 de febrero de 2010

Conexiones

Existe en mi cerebro una extraña conexión, que todavía no acierto a comprender del todo. Con esa comprensión también quisiera abarcar un cierto control... En ciertos momentos viene a mi cuerpo una extraña sensación de calor, imposible de explicar para mí. Necesito entonces unos segundos para crear en mi una conciencia de que esa sensación pertenece al pasado.
Siento elevarme, percibiendo todo olor que resultó remarcable. Casi perceptible es el tacto.

Recuerdo aquellas tardes perdidas en el mundo con Cristina C., y también con su mejor amiga: aquella a la que más temía, conocía y a la vez admiraba. Conocimos a muchas personas en aquel tiempo, todas guardadas en la memoria. Todos ellos me ayudaron a crecer, a superar mis miedos, y lo más importante: abrir y aceptar lo que realmente habitaba en mi corazón.

Recuerdo aquel día que contemplaba con orgullo mi biblioteca, que empezaba a engrosar con mis libros preferidos. Recuerdo haberme dicho:
"Este es el mejor día de mi vida, y quiero recordarlo"
Suerte que cumplí mi palabra. Por aquel tiempo, mamá y papá todavía vivían juntos.

Existe una extraña conexión en mi cerebro, que todavía no acierto a comprender. Todo está ligado. Una imagen enmarcada por el cariño y la esperanza; el escalofrío al recordar aquellas nuevas caricias; todo aquello que nos ha hecho llegar al presente. Y quiero seguir así.

viernes, 19 de febrero de 2010

Desvarío II

¿Qué demonios nos pasó? ¿Cómo se nos descontroló todo de tal manera?

Las risas de júbilo se tornaron en angustia en menos de un segundo. Solo quedo yo, alzado entre toda esta multitud. Yacen en el suelo como cadáveres, e ignoro si realmente lo son. En la gran oscuridad de este lugar distinto con la escasa luz del ventanal alguna mano alzada en señal de ayuda. Poco después descubro que permanece inmóvil, muerta como todo lo demás.

El cristal me aleja de todo lo que significaba mundo, y no puedo quebrarlo. Ya no se oye nada en el exterior. Me ahoga esta soledad, que es una tiranía. Obligados a la incertidymbre de si volveremos a amanecer al día siguiente.

¿Hay alguien ahí? La única respuesta la tiene el silencio, y ni siquiera quiero sentirlo.

Desvarío

El sol no ha despertado todavía, y mi conciencia tampoco. Extiendo mis manos a el vacío desconocido, prestos a conocer todo aquello que esté dispuesto a llegar.

¿Quién se atreverá a unirse en esta aventura desconcida? Porque no caben las dudas: aquí y ahora te encuentras de frente con toda una realidad, ignorando tu deseo de conocerla o no.

Abro los ojos hacia este gran vacío a mi alrededor. Lo único que puedo sentir es el frío inmenso, haciendome recordar que sigo con vida. ¿Qué quieren de mí los caprichosos dioses, la desconocida fortuna o el maldito azar? ¿Cuando podremos ser dueños de nuestro propio destino, si es que existe?

Quiero tener en mi mano el poder de decidir los cambios en mi vida. Pero la vida y la muerte poseen más poder que yo, para toda la eternidad.

Despierto al amanecer sombrío y me saluda un iracundo rayo en el cielo.

lunes, 15 de febrero de 2010

Templo de sueños

Mis pies sobre la fría piedra me hicieron despertar. Mi mente alejó de mi conciencia las preguntas de como había llegado allí, o que era lo que me había hecho huir de mi lecho.

Sentía en el aire una increíble aura de poderes, ajenos a mí, ajenos a este mundo. Podía sentirlos en cada soplo de aire que acariciaba mi cuerpo, apenas cubierto por la fina toga. Podía sentirlo en el agua a mi alrededor, que me mostraba reflejos de criaturas que nos observan desde otro lugar.

Cada fibra de mi cuerpo temblaba, tocada de forma suave por ese poder inexplicable. La magia de aquel lugar ancestral aún duraba: aquella noche y su belleza atemporal eran testigos de ello.

Despojándome de mi poca vestimenta, me atreví a rozar suavemente el agua fría, y que cayera en mí aquella sensación de vida, de esperanza y de todo lo intangible que alguna vez en mi vida pude sentir. Durante segundos, yo era parte de esa magia

viernes, 12 de febrero de 2010

Lágrimas del cielo

Siento como mis pies se separan del suelo. No para volar, sino para volver a caer y sentir como tiembla todo bajo mis pies. Este terremoto avanza y crece poco a poco.

Hay tormenta allá arriba y no puedo ver el azul del cielo.

Esperando que la lluvia vuelva para limpiar el aire

martes, 9 de febrero de 2010

Caricias

Era demasiada suerte el simple hecho de haber llegado tan lejos, tan cerca de nuestra puerta hacia la libertad. Nuestros uniformes, con los que nos disfrazabamos de nuestros carcelarios, eran realmente una genialidad. Su idioma y su odiosa jerga ya era como lengua natal tras dos años. Tan solo faltaba añadir aquel tanto de valor suicida.

Nuestro gran grupo de fuga se abría paso entre todos los presos encadenados, que se apartaban ante nuestro paso enfurecido e histérico. Mirabamos hacia delante, intentando ocultar lo posible de nuestros maltrechos rostros ante los verdaderos captores. Ignoraba también cuantos de los nuestros caían en el camino, ya fuera por ser vencidos ante el miedo o atrapados por aquella pobre gente que moría de hambre. Con aquel uniforme no importaba lo vivido: eras un enemigo.

Quiero creer que estaba escrito en las estrellas mi caída. Como tantos otros de mis compañeros, también me quedé en el camino. Supongo que el corazón ganó a las ansias de vivir.

Sus ojos hechizaban al primer contacto, y yo no fui menos. Las pocas veces que me sacaron para trabajar en el exterior pude verla en la distancia. Evitaba mirarnos en su mayoría, pues si nos contemplaba lloraría por las desgracias de este mundo.

Y no pude resistirme al encontrarme con ella a un metro escaso. La tomé del cuello con la fragilidad del cristal. Temblaba ante aquel contacto intruso, pero su única defensa fue tomar mis muñecas con una mínima fuerza. Su mirada, más que miedo, sorpresa. Su respiración entrecortada se calmó después de unos segundos. Ignoro la razón de su tranquilidad, ignoro y será para mi siempre una incognita esperanzadora y a la vez insidiosa, el porqué de su mirada curiosa. El porqué dejó que acariciara sus labios con mis gastadas manos.

Su cuerpo se estrechó levemente contra el mío, temblando todavía. No sabía que sería de mí aquella noche, ni tampoco si volvería a posar mi mirada sobre sus ojos.

Solo sentí un golpe que nubló mis sentidos, ignoro cuanto tiempo duró mi inconsciencia. Al despertar, sentí el suave tacto de sus dedos acariciando mi pelo.

Desearía fervientemente que no fuera un sueño, pero no era necesario.

lunes, 8 de febrero de 2010

Un grito al pasado

Papá tardaba aquella noche... bueno, en realidad, como casi todas las noches. Siempre se iba temprano a trabajar y no volvía hasta mucho después del anochecer. Siempre llegaba cansado y se marchaba a dormir. Una media sonrisa nos dedicaba a veces, cuando nos acercabamos alegres a tu llegada. Pero sin saber que aquello existía en él, extrañabamos una caricia, un pequeño aprentón en el hombro a modo de saludo.

Mis hermanos y yo nos escondíamos en el cuarto, jugando en susurros, cada vez que empezaban a alzar la voz. Mi hermanita lloraba y se preguntaba cosas dolorosas para ella, y para todos nosotros.

Aprendimos demasiado tarde que nosotros no entrabamos en aquella ecuación, ni en ninguna otra en sus vidas. Simplemente debíamos estar, errores fueramos o no.

Estúpida inocencia, me hizo ver demasiado tarde como se nos escapaba la vida.
Aún duele

domingo, 7 de febrero de 2010

La gran comedia

La culpa fue mía, ¡confieso! ¡Y que me ahorquen si lo que declaro no es totalmente cierto! Aunque realmente me ahorcarán de igual modo... ¡Jajajá!

¡Que todo el mundo quede libre de pecado en esta tierra! ¡Que no encuentre un servidor remordimiento ni mal sentimiento en los corazones! Y que toda esta gran algarabía no encuentre mayores motivos para existir.

Porque llevo razón en no arrastrarse en las penurias de esta vida; es demasiado corta.
El camino sigue y el mundo, impasible, aún gira

jueves, 4 de febrero de 2010

Sensibles a lo perfecto

Nadie podría haber tocado en toda una eternidad aquella fragilidad sin quebrarla un mínimo. Y por supuesto, ninguno de los presentes que por fortuna pudiera haber, se hubiera atrevido a romper ese silencio. Ella caminaba ausente de este mundo que parecía tenerla encerrada. Su paso era armonía en el bosque, como si en aquel tiempo de paseos y reflexión se fundiera con la grandeza de los árboles.

Caminando lento, la mirada perdida en ningún punto en concreto, ya fuera en el cielo o en el camino a recorrer. Dejaba a sus manos recorrer la textura de todo aquello que la rodeaba. Como si una música de violines hubiera hecho presencia en su mente.

Cualquier sentido se habría rendido a semejante belleza, sensibilidad, aún intacta por la vida. Pero aquella paz debía desaparecer, para que sus manos pudieran crear las formas adecuadas con su pluma para poder abrir su corazón al resto de la humanidad.

La pluma y el papel pueden ser los mejores confesores que se hayan descubierto jamás

martes, 2 de febrero de 2010

Hacia la realidad

El cielo se veía tan claro que casi nos cegaba al intentar mirarlo. Me llegaba a la memoria aquellos días que recuerdas con sonrisa en los labios, en que quizás se antojaba ver la blanca nieve. Sentir su tacto único. La gran diferencia es que estabamos realmente lejos de los añorados paisajes nevados.

La pequeña panda se había reunido en la vieja arboleda. Entre juegos y risas habíamos perdido conciencia del tiempo y de todo lugar. Corriamos libres y sin ninguna preocupación. Y por fin, en nuestra locura colectiva traspasabamos los límites de lo permitido. La curiosidad me vencía, y por una vez me dejaba arrastrar. No pensaba resistirme a aquel impulso atrevido y totalmente imprudente.

Dejé de estar abrazado por la sombra de los árboles. Por fin, ante mí, lo oculto:
aquel precipicio de emociones, sentimientos encontrados y una sensación de poder y eternidad que se apoderaron de todo mi cuerpo. Yo era invencible observando el infinito, aquel mundo del que no sabía nada. Y pensandolo bien, no sabía si realmente quería conocerlo.

Quisiera volver a aquel tiempo, a aquellas edades de Lulú. Por mucho que se empeñen, esos recuerdos siguen ahí... Pero en esta camilla de hospital se ve todo tan irreal, distante y frío. Y todos los días, ese joven cuyo rostro empiezo a odiar, pastillas en mano para hacermelas tragar.

No quise saber para que eran, pero desde entonces solo recuerdo la fría pared blanca, un montón de recuerdos confusos y un albúm de fotos que no parece ser mío.

Ah, ya están aquí mis pastillas. Vamos allá

En esta vida...

Sufrimos
Perdemos
Luchamos, si queremos hacerlo
Nos dejamos la piel
Pisamos en falso una y otra vez
Nos dejamos el corazón
Reímos
Caminamos a tientas
Aprendemos
Sufrimos
Perdemos
Luchamos
Nos dejamos la voz en el querer
Nos dejamos las esperanzas en el camino, para en un futuro recogerlas de nuevo

Vivimos

Valora lo que tienes. Cuídalo. Así, al menos... el camino es más facil de llevar