sábado, 31 de octubre de 2009

Humor divino

Ya había pasado el tiempo. ¡Suficiente! Ambos sabían que era el momento apropiado para marcharse, a no ser que quisieran un derramamiento de sangre. Aunque sendos pueblos parecían anhelarla como si fuera el agua que saciaba sus gargantas.

Los dioses se mostraban hasta entonces indiferentes hacia el resultado, hacia sus fieles y el resultado de todo aquello. Algún presagio podía manifestarse de un momento a otro.

Y los jefes de aquellos grandes pueblos del imperio azteca lo esperaban impacientes. No sabían cuanta sangre habían vertido a los dioses para ganar su favor. Y también habían olvidado el motivo de la contienda. Solo existía el choque de los aceros, aquella guerra.

Así que se retiraron hasta un momento más propicio, abandonando aquel templo de piedra, decorado con mil totems que mostraban las más horrendas criaturas que advertían del peligro de los infiernos antiguos.

Así que uno de ellos, el que marcó la primera ofensa ya olvidada, volvió la espalda para volver a la seguridad de su pueblo. Y jamás llegaría a comprender como le sobrevino la muerte, pues aquella criatura de pesadilla, tallada en piedra, cobró vida por diversión de sus dioses, atravesando su pecho de parte a parte con la afilada roca.

La sangre brotó de sus labios mientras observaba atónito como aquel ser de piedra volvía a su lugar, dejando un vacío literal en su interior, muy lentamente. Cayó a la vez que moría.

Su rival se mantenía aún quieto, paralizado por el terror. Volvió a recuperarse, tan solo para alzar de forma paulatina un grito que anunciaba victoria, que fue seguido por las voces de todos sus guerreros.

Los dioses eligieron.

domingo, 25 de octubre de 2009

Malkavian goes Human

Una vez más quisiera ver un cielo azul.
Porque todos mis cielos se tiñen de
ROJO SANGRE

Del azul al rojo.
De la vida a la muerte.
Moriría de nuevo
solo por ver
mi cielo azul.

Pero desafortunadamente,
me encanta mi vida.

Volveré a ser humano.

La noche es adorable.
Con todos sus colores.
Con todas sus gentes.

Y no soy el único...
que les dará caza

sábado, 24 de octubre de 2009

Reécrivez

Las palabras en aquel idioma que no me proponía ni a entender hacían que el tiempo pasara lento, demasiado lento. La historia del mundo se mezclaba con una música terrible, mientras el lápiz de mi compañero de mesa giraba en mis manos.

No tardo en arrebatarmelo de las manos, para comenzar a escribir sus resúmenes. No había otro modo de aprenderse aquello.

- Malditas revoluciones... - se quejaba a media voz.

Yo me reía mientras escribía algo parecido a esto mismo... Pero no tardé en desviar mi atención a como mi compañero empezaba a garabatear en la mesa, en un intento de memorizar las matanzas de la revolución francesa.

Yo seguía su trazo en un gesto totalmente pasivo, con una sonrisa idiota en la cara y los ojos adormilados. Cuando acabo por fin, me miró expectante y sonriente.

- ¿A que mola?

Mi carcajada resonó en toda la clase, ganándome una reprimenda de mi profesora de francés. Odio ese idioma, pero me encantan las clases.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Sueño que murió

Aquella pequeña aula de saber estaba en completa calma. La luz y el fresco de la mañana entraban por el enrevesado enrejado que hacía de ventana, proporcionando un halo de luz celestial a la maestra, a aquella amante del saber.

Los alumnos no perdían detalle de sus movimientos, sorprendidos de toda aquella gracia, conocimiento, entereza y sabiduría en un cuerpo de mujer. Sus ropajes blancos bailaban con sus formas, y a ojos soñadores parecía que volaba.

Un pañuelo sostenía en sus gráciles manos, tendiéndolo ante sus discípulos. Y para asombro incrédulo, lo dejó caer al suelo de piedra.

- ¿Quién puede decirme por qué ocurre esto?

(Gravedad)
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El mundo se había rebelado contra la razón. Había sido reemplazada por las espadas. La verguenza, la ira. La muerte era lo único que exigían sus ancestrales dioses. Era su grito de desesperación al verse caer en el olvido.

La única manera de ser escuchados.

Los inocentes huían despavoridos de las hojas teñidas de sangre. Los gritos harían eco para siempre en el universo.

¿Como ven las estrellas tanta muerte?

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Han arrasado todo cuanto diera señales de humanidad, de razón. Los últimos vestigios de conocimiento puro y verdadero ardieron, junto con la bella ciudad, y con ella la puerta que cerraba el paso a la locura.
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Tumbada en el diván, con unos ojos que la observaban con una ternura que parecía querer ser eterna. La gran casa ofrecía en su patio vistas al cielo infinto, y junto a ellas las estrellas del cielo.

Ella alzó una mano, como queriendo, no tocarlas, acariciarlas. Había dejado ya la copa a su lado, olvidando cualquier otra cosa a su alrededor. Y de sus labios se escapó incosciente:

- ... Si pudiera conocerlo... Solo un poco...

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No puedo creer en un dios que haya creado el hombre. No es salvador, sino esclavo de ellos. Sometido a cumplir venganza o recompensa según su capricho.

Un dios que promueve la ignorancia, la obediencia ciega, despreocupado del mundo, ocupado solo en sus propios intereses y solo habla con aquellos de corazón tan podrido como su fé.

¡No puedo creer en él!

martes, 20 de octubre de 2009

Se me escapó el tiempo

No existía el por qué. O quizás sí, y nunca quisimos prestarle atención. Nuestras mentes estaban demasiado ocupadas en el instinto de supervivencia, en el nuevo modo de saber como seguríamos adelante el día de mañana. Pero no podíamos contar el mañana. No veíamos el sol.

Aquel encierro en principio voluntario se habia convertido en nuestra prisión. No podemos salir. Unas catacumbas de perdición, galerías de tamaño grandioso que alguna vez creí ver en delirio o en sueño.
Escaleras, que al saltarlas parece que puedo volar. La fría piedra, que deja entre sus gastadas paredes algún roto la luz que intenta imitar al sol. ¡Esta luz nunca cambia! Ni de noche ni de día, ni siquiera cuando aguantamos el agotamiento para ver en el cielo oscuro brillar una estrella. No llegan hasta aquí. Una luz que nunca se apaga, y así, mientras podamos verla, habrá vida.

Puertas, solo puertas. Madera muerta que encierra los aullidos y gemidos que provienen del ultratumba. En nuestra conciencia solo esta el deseo, el deber de conocer lo que se esconde tras ellas. Bestias enfurecidas que buscan nuestra sangre. Eso es lo único que encontramos hasta ahora.

Las hojas de nuestras espadas ya están gastadas, pero mientras no se quiebren serán utiles.

No recuerdo el número de compañeros que eramos al entrar, pero ahora solo puedo contar a tres de elllos. Las voces están cayendo ya en el olvido, al igual que los nombres. No necesitamos las palabras para infundir el ánimo para luchar una vez más, en la que nos mentimos creyendo que será la última. Ella, la única mujer que prevalece. Era. Ese era su nombre.
La primera que toma el arma para volver a luchar, la que primero atraviesa las puertas y la que entra en las cámaras de muerte.

Su espada tiene una sed insaciable.
El coraje que transmiten sus ojos es suficiente para que la sigamos hasta el mismísimo infierno.

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Volar es una sensación increíble. Y pienso saborearla una vez más antes de sumergirme en las profundidades de la tierra.

Mis brazos se mueven al compás de las alas, guiando a este titán de hierro, este Ganmen. Mi espíritu le da la vida, y por eso obedece mis movimientos. Quién iba a decir que estar encerrado en su interior me cedería más libertad que cualquier otra cosa.

Ada aún vacila al manejarse con él, y no es cosa rara. Hace apenas dos días que maneja a estos titanes, el arte de la nueva tecnología. Sin embargo, su espíritu es muy fuerte. Sus ganas de vivir se muestran en el afán de su carrera. Alguien increíble.

Espero que no tenga miedo a la oscuridad.

Alzamos el vuelo, y descendemos en picado hacia una abertura de aquellas oscuras grutas. Vamos a poner fin a los gritos agónicos que surgen de lo profundo.

sábado, 17 de octubre de 2009

Derrochando ingenio

La clase de Historia comenzaba a ser terriblemente aburrida, por lo que cada alumno había desviado su atenció a cosas más importantes que todo aquello que pertenecía al pasado. Leigh y Tess reían entre ellos, a escondidas siempre, carteandose entre ellos. Los sueños de cada uno resultaban un tema de conversación de lo más interesante.

Dale se había aislado en su propio mundo digital, mientras echaba alguna ojeada a los garabatos que hacía T.J., que amenazaba con caer dormido. Tan solo los suaves toques en el hombro por parte de Dale lo mantenían animado, juntando a eso los juguetones intentos de robarle la consola.

Matt, en primera fila, y para agrado de su profesor, no despegaba el lápiz de su libreta. El muy iluso creería que hacia las tareas. Pero nada más lejos de la realidad.

Las notas no podían esperar a escaparse de su imaginación, y pronto estarían siendo acariciadas por la guitarra. Su primer concierto estaba cerca.

viernes, 16 de octubre de 2009

Hacia Waterloo

Nadie podía sospechar de que aquella noche podía ser tan trágica, tan destructiva.

El gran salón estaba atestado de música y sus bailarines, sintiendo la esencia de aquellos valses de violines ahora muertos. Cada pareja sumergida en sendos ojos, dejándose llevar y olvidando por completo todo a su alrededor.

El Lord y su esposa contemplaban desde las escaleras, hasta que el primero tomó a su mujer de la mano para conducirla hacia la pista y convertirse por momentos en bellos bailarines.

Todos se percataron, sin embargo, de la llegada del soldado. Abatido, cansado y derrotado, buscaba sin descanso al anfitrión de aquella fastuosa fiesta. Solo le faltaba gritar al cielo y rogar por calma interior. Se volvió y encontró de frente al objeto de su búsqueda.

Todos siguieron en su baile, en su paraíso, mientras el Lord se retiraba tranquila y lentamente. Casi incoscientemente, los oficiales fueron reuniendose desde distintos puntos hasta un mismo punto para escuchar sus palabras.

- Mi señor... - comenzó el soldado con voz temblorosa - La frontera de Byern ha caído.

Todos se encogieron sobre sí mismos levemente, en choque por la fatal noticia. El enemigo estaba cerca, y contenerlo sería harto difícil.

- De acuerdo, vuelva a su puesto, soldado - dijo el Lord - Capitán Ladhir, tome a su caballería y refuerce las tropas.

El aludido se apresuro a obedecer, pesaroso. El Lord se volvió para continuar con la fiesta, pero la música se había detenido. Su esposa se aproximaba con aire preocupado, y todas las miradas comenzaban a caer sobre ellos. El anfitrión tomo la mano de su compañera y la besó.

- Que continúe la fiesta. Nada de alarmas ni miedos.

Los músicos retomaron su arte, y todo volvió a ser como en su comienzo.

La calma era primordial para vencer.

*

Esta casa está vacía. Tan solo se percibe el silencio, si realmente es sensible a los sentidos. Montones de muebles, fotografías que parecen sacadas del mismo recuerdo... una vida. La luz del sol no la ilumina, hace días que se apagó. Y ahora, luchando contra una oscuridad que parece viva, hay que rescatar lo que queda.

Un nudo en el estómago, la respiración que falla, amenazando con volverse nula. Y un miedo visceral a aquello que está por venir.

lunes, 12 de octubre de 2009

Fuego frío en sus ojos

La noche los cubría ya, preparado entonces el mundo para descubrir sus horribles formas. Intentando imitar al ser humano, solo un burdo modo de vida consiguieron. Deformes, parias, solo la oscuridad podía contemplarlos sin miedo.

Su hogar, las ruinas de antiguos hogares, que intentaban evocar con tenues luces sus épocas pasadas. Sus corazones luchaban en su interior por permanecer ocultos y olvidados o, en cambio, salir a la luz y ser aceptados.

"Pero los simples humanos no estarían nunca preparados para nuestra presencia, nuestro poder" pensaban algunos.

Ideal común, que se propagaba entre todos incoscientemente.

Aquellos tiempos eran peligrosos. Se movían en manadas, huyendo unas de otras, y reuniéndose solo en caso de extrema necesidad. Y aquella era una de ellas.

Atravesando los bosques, allí estaba su refugio. El único lugar que los recogía y los guarecía de todo peligro. Allí podían practicar sus oscuras artes sin interrupción alguna...

¡Nigromantes!

Todos ellos encauzados por la oscura magia y corrompidos por ella. De ahí su horrible forma.

Y ahora las brujas querían tomar el control. No podían permitirlo de ningún modo.

Olvidando sus pesares en estridentes risas que acompañaban al oscuro cielo, jactándose en la fuerza de su unión, recreándose en la esperanza de su victoria.

Y por fin, en el refugio, en su palacio. En todo su esplendor, bañados en una luz dorada. Alzando sus voces en un grito común de victoria. Y un silencio total al ver en sus filas a un único humano en siglos entre ellos. Inaudito.

No se hizo de rogar en mostrar sus artes, poseía un talento que no podían desaprovechar.

¡La victoria es nuestra!

domingo, 11 de octubre de 2009

La fuerza del agua

La tormenta azotaba sin descanso, manejando las aguas a su voluntad, en una furia sin sentido. Las olas chocaban contra el casco del navío, haciendolo saltar con ellas, como si quisiera volar y escapar de la tempestad que anunciaba su destrucción.

Todos se aferraban como podían a los cabos que sostenían el velamen, aunque no tardaría mucho en ceder. La lluvia caía sobre sus rostros abatidos y desesperados, desesperados por vivir. Las manos gastadas, fijas en el agarre, para no perderse en el fondo de los mares.

Aquellos que levantaban la vista hacia el cielo, veían sus ojos iluminados por la fuerza del relámpago, que partía el fuego como las espadas de un vengativo dios. Los gritos los arrastraba el viento, como si quisiera también arrancar las vidas que se escapaban en cada grito de auxilio.

Una ola inmensa se abalanzó para tragarse todo lo que significara vida, y en aquel momento despertó. Mareado y confuso, tardo en acostumbrarse al leve balanceo del barco y en su rostro se pintaba el desquiciante delirio de la fiebre.

jueves, 8 de octubre de 2009

V

Anticanto de amor,
quién te beberá, quién,
pondrá la boca en esta
espuma prohibida.
Quién, qué dios, qué
enloquecidas alas,
podrán venir, amar
aquí.

Donde no hay nada.


Antonio Gamoneda

miércoles, 7 de octubre de 2009

16

De vuelta a casa, cubierta de noche. Tarareando una canción que no sé reconocer. Caminando con los pasos fijos, ni siquiera miro a donde voy. Las calles están vacías.

Un parpadeo y un sol dormido cae sobre mí. Piedra bajo mis pies, un castillo a contemplar y el océano a mi alrededor. En mi corazón siento la agonía de estar perdida, pero como en un sueño, sé por donde continuar.

Piedra gris, criaturas del infierno cuyo propósito es aterrorizar, pero me impulsan a continuar. Alguien me llama a lo lejos, una vida que se extingue poco a poco.

Navengando entre realidad y sueño, recuerdos de vidas pasadas asaltan mi cabeza. Como aquella casa llamada Laberinto, donde casi nunca encontraba la salida. Juegos atemporales de viejos jugadores. Sus piezas atesoran los recuerdos y el cariño de sus dueños, y en ellas brota el calor humano.

Despierto sin saber que dormía, de nuevo en la fortaleza. En mi regazo duerme la pequeña, que clamaba con su corazón las ganas de vivir. Pero se esfuma como el polvo, a la par que se suicidan las lágrimas.

Buscando, temiendo, anhelando volver a abrazarla, salvarla. E impotente observo como se la llevan las sombras, lugar del que no puedo sacarla. Nunca más.

La calma al ver su muerte. Estremecedor.

Arden las palabras

¿Cambia el sueño de la realidad? Se cazaron al vuelo las palabras que quedaron por decir, por gritar, por sentir. Ninguna palabra honesta, las que son están en la imaginación, en el sueño, en el dolor que se escapa por cada rincón.

El sollozo ahogado resuena en todo el palacio. Las lágrimas que se suponen son la lluvia que cae inclemente. Todo el mundo guarda silencio, mientras las palabras caen sin compasión, sin descanso. Verdades o mentiras, no hay quien diga si alivian o hieren.

Pequeñas velas encendidas, ahuyentando a la pesadilla que no termina, que es ella misma.

martes, 6 de octubre de 2009

Descontrol

Se nos escapó. Aquel malnacido huyó de su propia muerte. Lo teníamos en nuestras manos, y consiguió escapar. Que se lo trague el infierno, donde pertenece, y que no vuelva nunca más.

No quiero volver a verlos así. Y por ello hay que acabar con Márquez, para siempre. Y sí, es más fácil agachar la cabeza ¿Que puedo hacer?

Todo lo sucedido encubierto, nada a pasado, que ni un susurre se escuche interrogando. Criaturas, seres demasiado tenebrosos para sacarlos a la luz. También para buscarlos en su prisión. ¿Empezamos a insesibilizarnos? Estamos locos.
Quiero creer que se presentan momentos tranquilos, tal vez un par de días. Tranquilos... en cierto sentido. Hace tiempo que no la conocemos en su plenitud. Siempre habrá monstruos acechando cuando las luces amenazan con apagarse.

Rozamos el cielo, desafiando a la gravedad, venciendo el temor.
Sintiendo como nos traga el agua bajo el peso de todo lo que nos viene encima.

Descontrol

La esquirla vuelve a crecer en mi interior.

lunes, 5 de octubre de 2009

Donde todo empezó

El tren se aleja sin descanso. En vía contraria se acercan miles de ellos. Tan solo uno sigue esta dirección. Todos regresan a casa.

Yo también quiero volver al hogar

El Pájaro de Fuego

La lava se alzaba ardiente, furiosa como el oleaje del mar embravecido. Oscurecía la negra piedra a los pies de los humanos, que huían despavoridos de su rabia. No había salvación para ellos.
Ardían sus hogares, todos aquellos incoscientes que preferían salvar lo material a sus propias vidas. ¡Ilusos! Jamás aprenderían a apreciar sus vidas.

El espíritu de muerte y destrucción desplegó sus alas deformadas, elevando muy alto en el cielo su horrible forma. Su sonrisa y sus ojos brillaban en plata, descubriendose para la humanidad aterrorizada, cubriendo sus cabezas intentando alejarlo de su vista, y así no perecer en el juego en el que ellos eran las víctimas.

Su risa bramó triunfante, un regalo para todos ellos. La muerte y el fuego vencían en eterna alianza. Bailó entre la lava, ascendiendo y descendiendo por la montaña, alentando con sus cánticos infernales la fuerza del volcán.

Jugó veloz entre los miles de cadáveres calcinados y la ciudad arrasada. Todos ellos serían recordados para la eternidad. Anónimos, aclamado su valor, ¡descansando en paz por fin!

sábado, 3 de octubre de 2009

Omitamos esto

Las calles estaban atestadas de comercios, paseantes enfurecidos que luchaban por abrirse paso entre la multitud y un estruendo enloquecedor. Era un misterio conocer como se podía sobrevivir en aquellas circustancias. La vida era apasinante y a la vez deprimente en 1856.

Un diligente joven caminaba rápidamente, apartando a la masa de su camino. No podía esperar un solo segundo. En su mano, un fajo de manuscritos que amenazaban con quebrarse o perderse para siempre.

Llegó por fin a su destino, donde irrumpió sonoramente. Los escribas y demás trabajadores alzaron la mirada, asustados al ver a aquel joven airado. Lo extraño era ver como una media sonrisa cubría su rostro.
Entró en una de las habitaciones, donde un hombre barbudo y encorbado, se echaba sobre la mesa con pluma en mano. Unos gastados anteojos se apoyaban sobre su nariz, y su dueño estaba inclinado en la mesa sobre un manuscrito cuarteado y maltrecho, sobre el que escribía cuidadosas palabras.

De un salto perdió los anteojos y vio llegar al joven airado. Sorpresa e incertidumbre ardían en él:

- Diablos, ¿qué significa esto?

El joven respondió triunfante y sonriente:

- Abandonad vuestro trabajo, Núñez, solo os robaré un poco de vuestro tiempo. ¡Teneis que mandar a imprenta mi nueva obra!

Lanzó sobre el escritorio del anciano el fajo de hojas manuscritas, que tomó con delicadeza y empezó a leer.

- ¿Que pretendes con esto? ¿Ablandar los corazones del pueblo? - preguntó Núñez

- Mi sangre es esa tinta, y en con esa tinta está el Amor. ¡Todo el mundo debe conocerlo, debe buscarlo! - el joven comenzó a pasearse por la sala, en una ensoñación propia - Así sería más fácil hallarlo...

Se volvió hacia el anciano, despertando por fin.

- Espero a que esté cuanto antes! - cogió la puerta y se dispuso a salir.

- Es arriesgado, Domínguez, muy arriesgado...

Se volvió hacia Núñez en el último momento, con expresión arrogante, para decir:

- Olvida ese nombre. Soy Bécquer, Gustavo Adolfo Bécquer.

Nubes en el cielo

Una oscuridad creciente e imperceptible se abatía sobre la ciudad. Pero nadie lo sentía. Como un pájaro vestido de noche se abalanzara sobre los transeúntes norcturnos. Pero ninguno lo veía.

Los niños alzaban la cabeza, buscando a una luna turbia que los observaba impasible. Querían volver rapido al hogar, a un lugar en el que no vieran a aquella ave de muerte. Solo en una oscuridad creada por ellos se sentirian seguros, cubriendose con sus mantas en ese frío invernal.

Los adultos se movían con premura inusitada, sin saber por qué. Algo les invitaba a recogerse, a cerrar los ojos y esperar a que llegara de nuevo la luz. Que espantara las tinieblas y huyeran aquellas garras que oprimían y aterrorizaban al corazón.

jueves, 1 de octubre de 2009

Algo tiene...

Los dedos se me escapan, parecen dotados de vida propia buscando las teclas de mi piano. Despacio, el tiempo casi se detiene.

La casa está vacía de todo, y la triste canción resuena en la frágil madera que encierra mi universo. Mi público son los libros apilados y en desorden, que aguardan pasivos el regreso a su estante. Algunos CD's que temen caer olvidados si espero mucho más a hacer sonar su música, aunque de momento parecen calmarse con la que sale del viejo piano.

La luz entra suave. Un sol otoñal que no hiere a los ojos. Acaricia todo a cuanto llega, jugando con sus rayos la suave brisa. Remueve las hojas, juguetón, llegando a este rincón apartado del mundo.

Cierro los ojos y me limito a sentir. Cada latido, cada caricia, cada risa lejana, el leve trinar de los pajaros en mi ventana. Esta magia debe continuar.