miércoles, 30 de junio de 2010

Catacumbas

Encerrada en las catacumbas de mis sueños, el agua fría hiela mis pies. No veo salida alguna, no hay nada de luz en las profundidades. Sin embargo, no estoy ciega en esta oscuridad. Serpientes, hebras del recuerdo que acechan en cada esquina. Estos muros, gastados por el paso del tiempo inclemente, amenazan con caer a cada instante. Intranquilidad. Jugamos a ser adultos cuando eramos nada más que niños. Mis huesos quebradizos, hasta ellos ha logrado llegar el miedo. Simple humana soy en el gran misterio de la mente. Estoy perdida

sábado, 26 de junio de 2010

Arrancándolos

Amanece. La bruma y el rocío bañan las calles, ahora vacías, más muertas que en la propia muerte del día anterior. Nada comparable. En la duda de la misma existencia, solo entonces podemos determinarla con gran certeza. Busco libros en los que hallar una máxima, una gran regla en la que basar mi vida, atenazada constantemente por un miedo indecible, irracional. Mis recuerdos que se han convertido en crueles torturadores.

Mi propio ser cambia, mi cuerpo, en el paso de las eras. Perdí hace eones la cuenta de las vidas que han pasado por mi ser. He sido mil y un entes en todo lo que puedo llamar mi existencia. Lo único que permanece es aquella voz infantil cantando a mi oído en una lengua atemporal y a la vez incomprensible. En los libros está mi salvación. La víspera de la muerte en una sala, con frugal decoración, eso es lo de menos. Contemplando las llamas, abrigando el alma en sus últimos momentos. En completo silencio.

Sigo caminado. Aciaga noche, oscuros pensamientos. Ahora canto, en voz baja, llamando al sol para que aleje mis miedos

viernes, 25 de junio de 2010

Muerte al orgullo

Gastada la armadura, rota la espada, volvemos a nuestro recién conquistado nuevo hogar. Las heridas terminan de sanarse entre el suave rumor de la ajetreada muchedumbre, abajo, en las calles de nuestra ambicionada ciudad. La caricia de las suaves pieles en el lecho incitan al merecido descanso. Nuestro imperio se expande, y veo desde las altas torres como mis ejércitos conquistan todo el mundo conocido. Incluso más allá. Pero no pienso abandonar mi trono. Los sabios hechiceros y las pérfidas brujas han visto mi aciago destino lejos de mi nuevo imperio. ¿La gloria y la eterna fama? ¿La furia de los hombres hacia su propio rey?
Augurios, oscuros augurios. Todo ello puede quedarse en un futuro incierto.

Mi nuevo imperio, como la Ciudad de Oro Azul como capital, será la nueva luz de esperanza para todos los tiempos venideros. Con todos los tesoros construidos y aún por construir. Nuevas alejandrías, jardines flotantes, con un largo historial de reyes en decadencia. Pero eso se acabó.

Ha llegado el gran Alejandro, el rey de toda Asia

lunes, 21 de junio de 2010

Tomar el lápiz

Hoy tampoco podré descansar. Un nuevo grito ha roto la noche, exclusivamente para mí, ya que solo yo puedo oírlo. Exclaman vorazmente en dos dimensiones totalmente diferentes, pero siguen ahí. Sobre el papel y en el interior de mi mente. Mis personajes, bendecidos con una vida y malditos por una impaciencia insufrible. Por ello gritan, suplican conocer su próximo destino, su futura desgracia o su merecida recompensa. Al fin y al cabo, tienen anhelos. Y aunque ficción, tienen, como nosotros, algo que contar.

martes, 15 de junio de 2010

Rayo

Nos retiramos en un templo abandonado para descansar. Bajo los ojos de los dioses olvidados, siempre prestos a hacer un examen de conciencia, y después, descargar fútiles castigos a los simples humanos. En ocasiones, parecemos incapaces de aprender sobre nuestros errores. Pero seguimos caminando.

Eramos guiados, por encima de todo, por la esperanza de hallar algo nuevo, un aliento de vida hacia la esperanza. Mis compañeros de viaje miraban al suelo, a las llamas a momentos, ausentes y desamparados. No supe transmitirles la fuerza que me impulsaba a seguir adelante.
Tan solo en sueños pudimos avistar, como por roce divino, el camino a seguir. Ese rayo de esperanza a menudo implorado y eternamente anhelado se presentó ante nosotros.

Un nuevo brillo quiso iluminar nuestras miradas, para conquistar nuevas esperanzas

jueves, 10 de junio de 2010

Piedra sobre piedra

Suspiro en la oscuridad y el silencio. Permanecer unos instantes abrumado por mis fobias me parecen un buen castigo por mi hipocresía. Pero no podría ser suficiente, no podrá serlo jamás. Mi vanagloria está en la destrucción y la creación en una misma jugada. Lo que siempre deseé, a cambio de la felicidad ajena. Y no hay manera de saber si aquello estaba destruido de antemano o fui yo el que terminó por derribar la última piedra.

Poco a poco, casi a ciegas en la oscuridad, voy dejando que las luces tomen posesión del pequeño salón. Despojándome de las prendas de abrigo, enciendo un cigarrillo, prácticamente para obsevar como se consume por sí mismo. Y espero. Me alejo del mundo sensible para alojarme en el mundo de las ideas, y espero. Por fortuna, conozco la fórmula para regresar. No depende de mí. Son sus manos en mis hombros lo que me hace regresar, despacio. Siento su pena, como un ente de emociones palpitantes abrazado a mi espalda. Siempre ha sido muy sensible, y temo que esto la supere.

Hace dos noches que duerme aquí, siendo abrazada por mí y por el temor a un futuro incierto, alejado de sus hijos. Invadida por la pena de ver destruido un matrimonio de quince años. ¿Por mi mano? No lo sé, pero en cierto modo, puede ser igual de doloroso para los dos. Lo siento por los pequeños, que todavía no entienden porque su madre se marcha de casa mientras ellos se hacen los dormidos. No tan pronto.

Silencio en las calles. Ahora no sé como podré mirarle a la cara, después de robarle a su mujer. Cuando descubra quién soy, bien podrá darme por muerto. Siento su llanto sobre mi pecho, mientras sueña. Ella ha perdido una familia, yo he perdido parte de ella: mi hermano.

lunes, 7 de junio de 2010

Rota

Girando. El lápiz entre mis dedos, girando. He perdido la conciencia del tiempo que llevo así. Realmente, he perdido la conciencia de mi cuerpo, mis actos y todo lo que me rodea. Podría decirse que es mi subconsciente el que habla y escribe por mí. ... ¿Cómo demonios ha conseguido mi Ello atravesar lo inmaterial? No importa, solo necesito que gire. Mi pequeño molinito que da vida a mis ideas. Una pequeña brisa entra por la ventana, removiendo los papeles sueltos que habitaban mi escritorio. Vuelan, como deberían hacer mi maravilloso pincel sobre el lienzo. Pero se resiste.
Aquel pajarillo incrédulo a la genialidad no deja de revolotear sobre mi cabeza. A veces desearía que fuera la mejor pieza de mis cazas. El mejor de los lugares para aquellos que niegan y entierran el más mínimo asomo de virtud.

Por fin empiezo a sentir algo de movilidad. De mis ojos se despeja la niebla del pensamiento profundo. Mis pies, sobre la mesa y asediado de libros. ¿Amigos o enemigos? Mi cabeza da vueltas y caigo hacia otra dimensión.

Dolor de cabeza. El suelo frío. Mi otra dimensión resulta ser mi silla rota. Nueva idea

jueves, 3 de junio de 2010

Infortunio

"Mi dulce niña..." pensó casi incoscientemente.

La observaba caminar, contemplando el leve movimiento de su pelo al roce con la suave brisa. Pero pronto tuvo que dejar sus contemplaciones. Voces conocidas, que pertenecían a su pasado. Permanecían a su espalda, y siempre en su pensamiento. Quiso ser discreto al volver la mirada y mirarlos. Las emociones pasaron por su corazón a la misma velocidad que la brisa. Permanecieron unos instantes, después se marcharon. Tenía que continuar, pero sus pasos se hicieron tan difíciles como dejarlos atrás.

A ello se sumó una de las imágenes más terribles de su existencia: ella, el objeto de su amor, caía desplomada. Atravesada por el infortunio desconocido, no volvería a alzarse jamás con el aliento de la vida. Los dioses habían sido crueles, en sus caprichos y azares, fulminaban incomprensiblemente.

No pudo hacer nada. Sintió desfallecer su corazón. La fortaleza que había llenado su cuerpo se desvaneció, permanecía en pie al lado del hermoso y joven cadáver. Miró al horizonte, mirada perdida. En aquellos ojos claros, el brillo intruso que había poblado su vida se extinguió. Como una llama.