domingo, 30 de diciembre de 2012

Sospechas

Sostenía entre mis manos la autopsia que nos había cedido el amable doctor. Había perdido la cuenta de las veces que la leí, y todavía seguía sin aclararme por completo. McEller seguía a mi lado, fumando en su gastada pipa. De vez en cuando alzaba la vista, contemplando a los paseantes. Todos estaban bañados por la leve claridad del cielo encapotado. Todo un triste cuadro.
- Así que… ¿aquella bestia bebió su sangre? – pregunté mirando a un punto inexacto frente a mí.
- Eso piensa el buen doctor… – respondió mi amigo – Y ninguna bestia conocida, de tal tamaño y forma, tiene esa tendencia. Algo parecido piensan… Debo irme ahora, nos preparamos para marchar, dentro de un par de días. Intentaré despedirme antes de partir.
Asentí de un modo ausente, hundido en el recuerdo de lo vivido aquella noche. Sentí como McEller me estrechaba en un abrazo, y escuché sus palabras lejanas:
- Procura tener cuidado, amigo mío.
Correspondí su abrazo y le dejé marchar. Contemplé de nuevo la hoja en mis manos, sabiendo la inutilidad de escrutarla nuevamente. Serían los sucesos posteriores los que aclararían todo lo sucedido, pero no quería esperar un nuevo acontecimiento como aquel. Las pesadillas ya eran suficiente pago por todo aquello.
Vagando en esas reflexiones me hallaba, hasta que me obligué a volver a los adoquines de Londres, invadido por una incómoda sensación. Miré de un lado a otro como acto instintivo, y quise huir para dejar atrás esa sensación. Tuve entonces la idea de ser observado, ficticia o real. Caminé con premura, guardando el preciado documento en mi gabán, y buscando el camino hacia la casa de mi tío y protector.
Una vez en el interior, me lamenté por mi estupidez. La sensación de ser observado había durado todo el trayecto. Y ahora, fuera quien fuese mi perseguidor, conocía mi actual vivienda. Podía ser cualquier transeúnte, pero las posibilidades de que fuera alguien inofensivo quedaron al instante descartadas.
Alejé de mi mente los malos pensamientos y el sentimiento de culpabilidad, en aquellos momentos no me servirían de nada. Y como cúlmen de sucesos extraños, me dedicé con gusto a las labores de mis estudios para olvidar, con un afán nunca antes visto en una larga temporada.
"Debo de estar volviéndome loco…" pensé con pesadumbre.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Tirando de hilos


- Explícame a quién nos dirigimos a ver, te lo ruego, no me tengas en incertidumbre – pregunté al borde de la exasperación.
- No te alteres y ten paciencia, no tardaremos. Es un doctor en ciencias naturales, versado en las ramas de la medicina. – me aclaró McEller – Aportó información importante al caso en el que tuvimos la desgracia de ser testigos.
Caminábamos con premura por las calles tenuemente iluminadas por la claridad de un cielo nublado. Mi amigo el soldado llevaba por fin su uniforme, pues ya había escarmentado de lo peligroso de caminar sin aquella identificación a primera vista. Mi tío me había librado aquella mañana de mis tareas en la sala del tribunal, por una supuesta indisposición. Aproveché aquel tiempo libre para cumplir mi palabra y buscar por fin una respuesta clara. Habían pasado tan solo un par de días.
Llegamos a la consulta del tal doctor, y nos recibió su ama de llaves. Nos guío hacia un estudio realmente amplio, aunque atestado de libros y documentos por doquier. Tanta vastedad de información me hizo contemplar todo aquello antes que dirigir mi mirada a nuestro desconocido anfitrión.
Un anciano, gastado su tiempo de vida en el estudio, se hallaba sentado en un escritorio, inclinado sobre un enorme manuscrito. Percibí un pequeño temblor en sus manos, pues sostenía unos anteojos para poder leer.
McEller esperó unos segundos hasta que pegó con sus nudillos en la puerta del despacho. Fue entonces cuando el doctor alzó la vista. Se quedó contemplándonos largo rato, como si no reconociera siquiera a McEller. Tras su detenimiento, sonrió ampliamente mientras se levantaba. Sin una palabra, abrazó a McEller y lo condujo a algunos de los que parecían sus trabajos finalizados. El anciano parecía esperar impaciente alguna muestra de aprobación o admiración. McEller sonrió y dijo:
- Es fantástico, doctor, toda una maravilla – posó una mano en su hombro, e hizo el amago de acercarse a mí – Permítame presentarle a mi estimado Adam LeFroid.
- Es un honor para mí, señor…
- Grisam Burdock es el afamado doctor del que te hable – me explicó rápidamente McEller – Se tomó la libertad de investigar por su cuenta los pormenores del extraño caso en el que fuimos testigos. Si es tan amable, doctor…
Por fin, nuestro anfitrión alzó la voz para explicarnos todo aquello que había podido averiguar. Su voz era un estallido de entusiasmo infantil. A mis ojos aparecía como un niño, y su laboratorio era su patio de recreo personal.
Para mi sorpresa, tenía en su poder una copia de la autopsia realizada al pobre infeliz al que habíamos visto morir. Y decía lo siguiente:
Procedemos a realizar la autopsia del cadáver hallado en la noche del martes, 13 de septiembre.
No se ha logrado identificación alguna del cuerpo, por lo que ningún familiar lo reclamará. Su destino será el progreso de la ciencia.
El cuerpo se halla en un estado bastante maltrecho: presenta arañazos y mordeduras de la bestia causante del accidente por todo el cuerpo. Las ropas ajadas y el estado de las manos podrían revelarnos que ofreció una resistencia ante el ataque, aunque mínima. La víctima murió desangrada, a causa de una gran mordedura en el cuello. En el interior de su estómago se hallaron pocos restos de comida, y corrobarado por lo encontrado junto al cuerpo, grandes cantidades de alcohol.
Aunque todavía queda la incógnita de la bestia atacante, y no se ha podido identificar de ningún modo, ya que no presenta ningún rasgo semejante a ninguna criatura conocida.
Lejos de tranquilizarme o acallar mi curiosidad, se produjo en mi interior el efecto opuesto: mi inquietud creció en grandes magnitudes, y aparecieron nuevas incógnitas y curiosidades. Pero sabía que debía retenerlas en el deseo, antes de que acabara investigando o con la misma suerte que el desgraciado aquel.



miércoles, 12 de diciembre de 2012

Escapar

Despertar en la mitad de la noche. Me siento inalcanzable en algún lugar desconocido, perdido del mundo. Nadie conoce mi camino. Solo se escuchan dos respiraciones. Tranquilas, y un suspiro. No es difícil encontrar su cuerpo, tibio y quieto, que se arropa en mí cuando me acerco para abrazarla.
Suspira.
Y se me escapa la sonrisa y pensamientos que al despertar no podré recordar. Tan solo quedará el calor que abriga el corazón. Y el saberse la persona más afortunada del mundo

martes, 11 de diciembre de 2012

Misterios


Que los ángeles nos protejan de esta locura”

Ese fue mi primer pensamiento, del que me extrañé enseguida con rechazo. No es usual que recurra a las criaturas celestiales en ocasiones límites, pero bien parecía propio, pues la Bestia parecía traída de los mismos infiernos. Y así se calificó a la criatura en los días sucesivos. Por supuesto, el hecho no pasó desapercibido. Muchos avistamientos fueron comunicados a las autoridades y después llevados a los diarios de comunicación. Los eruditos y entendidos en animalia y estudios de las bestias lo denominaron como un lobo anormalmente grande y deforme. A la gran parte de la muchedumbre le satisfijo esta información, pero los más suspicaces no se dejaron guiar tan fácilmente.

Atendieron sabiamente a las macabras descripciones de la víctima, que había sido cruelmente torturada antes de caer en su descanso eterno. Tanto su cuello como la parte superior de su pecho había sido brutalmente maltratada, dejando correr la sangre de una manera pasmosa. Pero ahí entraba la segunda incógnita: su cuerpo y el lugar del ataque presentaban tan solo una cuarta parte de la sangre que habita generalmente en el cuerpo de un varón adulto.

Por supuesto, estos detalles no fueron recogidos por la prensa matutina o difundida por las autoridades encargadas en el caso. Todavía no son tan estúpidos como para dejar que corra el pánico de semejante manera. Una bestia de tal calibre, masacrando de tal manera a sus víctimas, propagaría la locura en todo Londres, cobrándose tan solo unos pocos días.

McEller me sacó de aquel entuerto, después de que la Bestia desapareciera en las sombras. Algunos vecinos de los alrededores alarmaron a las autoridades con sus aullidos histéricos, sin guardar un mínimo de civismo. Mi buen amigo se identificó como soldado de permiso en la capital, y me protegió como acompañante casual, salvándome de toda sospecha. Nos hicieron documentar todo aquello que pudieramos aportar ante un oficial, y nos despacharon a nuestros hogares. McEller y yo prometimos reunirnos al día siguiente para aclarar todo lo sucedido aquella noche, pues estaba borroso por la niebla de la incertidumbre y el temor.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Esa sensación de volver a casa, o algún lugar que en su día lo fue. De que has vuelto a un tiempo en que las cosas eran muy diferentes, todavía no sabría decir si mejores o peores. Solo diferentes.
Un calor en el pecho, adrenalina. Sentirse familiar cuando el cielo ya oscurece. Como ser dueño de las sombras, o simplemente una prolongación de ellas. Que son eternas y no hay cansancio que te derrote. Que no van a faltar las sonrisas mientras se pasea, escuchando tus propios pasos en el eco. Que reverbera, igual que los propios pensamientos, a lo largo de los altos edificios que te cobijan.
Y sentirse invencible, inmortal.

Y llega a ti, de improviso, deteniendo toda otra cosa que no sea retenerlo por el máximo tiempo posible. Pero resulta como la brisa fría en el amanecer. Se marcha después de unos pocos segundos, dejando una sonrisa, y el frío de la añoranza

jueves, 24 de mayo de 2012

La Bestia

¡Quería hacer de aquella noche algo glorioso! Y no iba a cejar en mi empeño. Después de acabados todos los trámites de mi condenado oficio, me ceñí la casaca y me encasqueté el sombrero. La noche es una amante de la que me es imposible cansarme. Y lo que es mejor todavía: nunca rechaza junto a ella el resto de las compañias que pueblan mi querida Londres. Y no quería hacer esperar más a mi viejo amigo.

¡Cuánto reíamos nada mas cruzar nuestras miradas! Supe en seguida que rememorabamos individualmente y a la vez conjuntamente todo lo vivido. Sin duda, no queríamos perder jamás nuestros recuerdos; sin ellos solo somos ceniza en movimiento. McEller había dejado atrás su uniforme, confirmando que deseaba pasar una noche con los mismos riesgos que cualquier bebedor empedernido. Nos entregamos al mayor frenesí que jamás viví, corriendo por los callejones, sintiendo que mi vida era tal, que amenazaba en escapar junto con mis risas.

Las horas se hacían interminables mientras, acompañados de una buena jarra de cerveza, me contaba las grandes hazañas de la guerra. No dejé escapar aquellos detalles que omitía explicar. La guerra es la guerra, y por muy enemigos que sean, McEller nunca perderá su sentido de la humanidad. Aunque a estas alturas, yo lo consideraría más bien gastado.

Volvíamos del hogar, agotados por fin de demasiado alcohol y conversación a viva voz. McEller se alzó de su silla tambaleante, tanteando en su chaqueta como primer gesto. Me quedé mirándolo embobado hasta que rompí a reír de forma estúpida. Entonces lo arrastré hacia las calles, medio contagiadas mis carcajadas.

Caminábamos de forma enseñoreada y sátira, intentando hacer huir el silencio que poblaba a dos horas escasas del amanecer Por pura torpeza, me desvié hacia un callejón desolado de vida. O al menos eso comprendí después. Callamos los dos, sin comprender todavía por qué.

Aguzamos el oído, incoscientemente, al percibir unos sonidos que no acertamos a indentificar ni a localizar. Me arrepentí de mi torpeza. En un pequeño farol cuya luz se aproximaba la muerte. Aquella lumbre nos dejó ver las extremidades inferiores de un cuerpo, que se convulsaba de un modo increíble. Los estertores de aquel cuerpo habían sido el foco de nuestros iniciales temores. Todo rastro de embriaguez desapareció: la engulló el miedo.

McEller avanzó como buen soldado, buscando socorrer al moribundo, pistola en mano. Aquello era lo que buscaba a tientas en su chaqueta. Se colocó a su altura, para seguirle un aullido atroz... O quizás fueran dos, ya que aquella voz del demonio no podría proceder de mi amigo. Pero en seguida encontré a su dueño. McEller apuntó a la vez que disparó, errando en su objetivo.

No podría definir aquello de ser humano o animal. Era una bestia atroz. A cuatro patas, esquivó al soldado que era mi amigo, se abalanzó sobre mí para apartarme de su camino. Tacto frío, como un peso muerto. La caída fue brutal, tanto que falló mi respiración durante muchos segundos. Aquellos ojos sobre mí, sus desgarradores aullidos bestiales... bastarían para alimentar las pesadillas durante toda mi vida. Como el lobo sobre su presa, esa fue la escena. Después de recuperarme de aquella semiincosciencia, palpé mi pecho, alla dónde ese ser postró sus garras y querer mandarme al abismo de una sola vez. Un líquido cuyo calor desapareció en un instante: la fuente de la vida, sangre.

No mía, si no de aquel infeliz que había sucumbido en aquel ataque. ¿Qué demonios era aquella criatura de pesadillas?

Grandes encuentros

"Maldigo a todas las falsas promesas de que no volvería a probarl el alcohol... ¿qué demonios ocurrió anoche?"

LeFroid amaneció al mundo de los mortales con una resaca atroz, intentado ocultarse de la insidiosa luz solar. Su estado era deplorable: la ropa a escaso tiempo de ajarse, su cabello parecía el de una fiera y su barba incipiente también. Todas las papeletas para aparentar ser un asiduo borracho y bribón. Pero LeFroid no era un simple bribón.

En su brusco despertar, había caído para sentarse en el suelo, en una pose totalmente indigna de un caballero. A medida que pasaban segundos que el ignoraba, una sonrisa estúpida afloraba en sus labios. Recorrió con la mirada sus aposentos, y notó la presencia de una carta en su escritorio, aún por abrir.


"Estimado amigo:
Te envío esta carta con especial urgencia para avisarte o quizá advertirte de mi llegada. Mis superiores, gracias a mis notables esfuerzos, han querido recompensarme con algunos días de descanso en nuestra querida ciudad. Ojalá no llegues a leer esta carta a tiempo, y así podré sorprenderte con mi presencia.
Si no te encuentro en tu casa, creo que ya sabré dónde encontrarte. Tenemos muchos temas de los que tratar, amigo mío.
Parto en seguida: la idea de poder volver a reunirme con mis amigos y familia me apremia como la vida misma. 

Esperando verte pronto,
Thomas McEller"

McEller... ahora recordaba. El había sido la luz de aquella noche. Tanta distancia y tanto tiempo entre ellos no era bueno, no era bueno en ninguna amistad. A su mente venían escenas que no concordaban ningunas con otras. Aunque no había mucha diferencia entre las noches del mes anterior a las del presente. Pero la llegada de McEller había cambiado todo.

Se prometió a sí mismo, tal vez en vano, mantenerse sobrio aquella noche para disfrutar de una compañia civilizada con su amigo el teniente. Pero ahora no podía perder más tiempo. Otros asuntos, carecientes de tanta importancia, le urgían. Y no podían esperar.

miércoles, 23 de mayo de 2012

La libertad

Todo permanecía en silencio. Tras una cacofonía que no creía acabar jamás, llega el silencio. Junto con un frío aterrador. Aun así, quieta y tranquila, seguía sonriendo. Había huido de casa, llegado a mi con la esperanza de encontrar un nuevo rayo de esperanza. Poder escapar al terror que vivía. Ahora ya no está, sin duda ha cumplido su deseo. Tal vez ella no tuviera el valor para realizarlo por si misma.

Cierro los ojos esperando a que llegue de nuevo la quietud. Mis dedos entumecidos, y llegaba hasta nosotros la brisa fría del amanecer. Ella ya no podía sentirlo. Pero yo podía percibir muchas cosas. Algunas personas que estaban alrededor, escondidas en sus madrigueras todavía temblaban ante una amenaza desconocida.

Y sí, también esa rabia. Alguien llegaba con el corazón en un puño, dispuesto a averiguar, a despedazar cada rastro de humanidad en su frágil cuerpo. Quería ver su cara de horror, impotencia y rabia. Casi al mismo tiempo. Sentí ganas de reír ante esa imagen, pero no me dejarían escapar.

Parecen sentirse bien al ejecutar a los que consideran culpables. Se rebajan al mismo nivel. Y no comprenderían mi propósito, mi causa. No soy un asesino, soy un liberador. El guía, el que allana el camino hacia un final inevitable.

Demasiado joven para morir, dirían. Pero ya no le quedaba nada por vivir, tan solo tormento. Y nadie habría sido capaz de igualarme en misericordia para con ella.

Susurro al vacío

¿Y mi sombrero?

Hice un soberano esfuerzo para que mi mente, que parecía querer huir de mi prisión como mortal, volviera a mí y permitirme sufrir o disfrutar los placeres que sin duda me deparaba la noche. Sentía en mis manos una botella aún por terminar y una jovenzuela adormecida por el abuso del alcohol. No la culpaba, el ritmo desenfrenado de las calles de Londres agotarían a cualquier individuo poco preparado para cualquier cosa en este mundo.

Mis "compañeros", renovados en cada nueva aventura nocturna, maltrataban sus voces intentando alcanzar en su escándalo a los festejos más salvajes del mismísimo infierno. Sin motivo aparente, reí con alegría y desafuero: en mi mente se fraguaba la idea de como entrar en alguna de aquellas orgías de placer. En mi rostro seguía aquella sonrisa estúpida. Tan enajenado me encontraba que ni siquiera acerté a ver a mi amigo McEller.

- ¡Pequeño soldado! - me lancé sobre él sin ningún sentido del equilibrio - ¡Por fin te has dejado caer por Londres! ¡¡Un trago por mi amigo McEller!!

Vítores que acompañaban al ardiente licor corriendo por mi garganta. El soldado reía, también ebrio. Abrazados efusivamente, paseabamos como buenos bebedores, berreando sin sentido grandes hazañas de guerras inventadas.

No muy lejos de nosotros, el ring de boxeo empezaba a desbordarse. Con los bolsillos vacíos, los que apostaban a ciegas aprovechaban para poner pies en polvorosa.

- ¡La grande multitud quiere su dinero! ¡No seais tan ruines, por todos los demonios! - grité eufórico.
- ¡Creo que no sería mala idea seguir su ejemplo, viejo amigo! - McEller reía y a la vez recelaba.
Cierto era: aquella multitud pronto ardería en rabia.

Nos retiramos justo en el momento de recoger mi sombrero, que casi muere aplastado bajo un orondo beodo. Quiso la fortuna que no recibiera ningún golpe que me impidiera mi huída.

Fuera de aquel bareto infernal, los enfurecidos obreros cargaban y destruían todo aquello que consideraran burgués. McEller rió y se dejó caer en la calle principal, contra la pared. Mientras, me reajustaba la camisa y me preparaba para correr de nuevo.

Todo aquello era la verdadera Gloria. Y un servidor, nombrado Adam LeFroid, se inclina ante la noche como verdadero adorador y un eterno seguidor de sus placeres.

domingo, 20 de mayo de 2012

¿El final del camino?

Fue como volver a nacer.

Tranquilidad.
Sombra.
Libertad.
Temor.

Esas sensaciones se unian en una secuencia interminable, en apenas tiempo, en mi corazon. Aparecía por fin una esperanza en mi intenrior de volver a tomar las riendas de lo que era mi vida. Demasiado caos en tan poco tiempo, era arrollador. Pero no me sentía capaz de volver. Algo había cambiado. El miedo había desaparecido, en cierta medida, y había surgido una necesidad

Necesitaba conocer, saber que había ocurrido. Por qué me había ocurrido a mí. ¿Me encontraría de nuevo aquel hombre, lleno de misterio? Él había supuesto un cambio radical. Tal vez hubiera aliviado mis problemas de una vez por todas, o quizás los hubiera alejado de momento.

Entre todos esos pensamientos me encontraba, contrariada, confusa. Todavía cansada por todo lo vivido. Estaba en ese pequeño tugurio, con esa música que taladra el cerebro. Y los gritos del propietario tienen el mismo efecto.

Me ha parecido ver entrar a esa muchacha, rubia. Creo que es extranjera, por el nombre, y siempre me ha dado curiosidad. ¿Por qué no darnos una oportunidad para conocer a alguien nuevo? Mi vida estaba rota. Tal vez, si se acercase. Una broma a tiempo, o quizás una sonrisa. Algo que diera un poco de luz

viernes, 30 de marzo de 2012

Una luz

El tal Maksim no llego a aparecer, al menos no en esa noche. Estuve corriendo durante mucho tiempo, deseando que acabara aquello que comenzo en mi casa. Agradecia mas que otra cosa que Tegan no estuviera en casa. El aire en mis pulmones me quemaba

Ella, la muchacha que habia llegado para dejar atras aquel horror aparecio como si se tratase de una aparicion. No sabia que habia pasado con ella, ni siquiera sabia que iba a pasar con nosotras. Me deje caer en el suelo, rogando porque nadie nos encontrara, sabiendo de lo dificil que seria. Nadie habitaba la calle en ese momento, y eso era todavia mas aterrador.

Nadie escucharia los gritos en el momento, nadie podria ver como desapareciamos en un destino que desconociamos por completo. Eriel casi caia dormida en mis brazos, temblaba cada vez menos, y mientras la miraba y le acariciaba el pelo, podia ver como sus parpados caian pesados. Ojala tuviera un sueño tranquilo.

Volvia a estar en la casa. Mi cuerpo pesaba, apenas podia moverme. Y un miedo indefinido me llanaba al saber lo que ocurriria. La situacion escapaba de mis manos, como todo en los ultimos dias. Tegan estaba alli, y no podia advertir lo que estaba por llegar.
De nuevo escuchaba como el cristal y la calma aparente se rompian a una vez.

Desperte. Y ella no estaba. No recordaba haber quedado dormida, tan solo quedaba en mi pecho la sensacion de inseguridad, de que todo temblaba. Y aquel despertar era peor de lo esperado. Ni siquiera el refugio de un callejon apartado era suficiente. Ni mi hogar, ¿donde podia ir? Eran preguntas para responder con urgencia, pero otra persona reclamaba mi atencion.

Un hombre, con una actitud agresiva que tal vez no respondiera con la primera impresion. Con una sola mano, agarrandome del cuello de mi chaqueta, me alzo sobre el suelo. Comence a respirar con fuerza, todavia sin entender. Todo sucedia demasiado rapido.

- ¿Donde esta? - pregunto, iracundo. Me sostenia con fuerza, pero sin gran esfuerzo. Debia de ser como un minimo obstaculo, pero una gran molestia. Lo unico que pude hacer fue negar con la cabeza, mientras notaba que las lagrimas se escapaban de mis ojos, sin remedio.

Apenas pude ver como el apartaba la mirada de mi, con enfado, y dirigia su mirada hacia algo que habia en la entrada al callejon. Otro hombre, que observaba la escena sin moverse apenas. El que me tenia alzada me solto, lentamente, sobre el suelo. Cerre los ojos para no ver lo que sucedia despues, pero senti como me recogian y abrazaban. Me aferre a ese extraño, que sin palabras habia hecho desaparecer al que preguntaba por Eriel. Desprendia una sensacion de tranquilidad, la juventud que mostraba no le correspondia en absoluto. Y una sonrisa sosegada en sus labios.

S.

sábado, 11 de febrero de 2012

Blanco anochecer

Guardaba silencio, todavia aturdida. Le sobresalto casi el escuchar como me presentaba diciendole mi nombre. Lo repitio, saboreandolo entre sus labios, guardandolo en su memoria, "Susan". Entonces, compartio el suyo:

- Eriel

Ella coloco sus diminutas manos sobre las mias, que permanecieron como inertes, agotada por toda aquella incertidumbre. Habia abandonado el calor de mis brazos despues de escuchar mi pregunta. Fue entonces que senti algo muy especial, tal y como me sentia en aquellas extrañas situaciones. Algo fuera de este mundo, y me era imposible acostumbrarme a ello.

- ... Imagina... sentir ese calor... siempre, ¿sabes? - me dijo ella. Escuchaba su voz lejana, yo habia cerrado los ojos deleintandome en esa sensacion ultraterrena - Alli es como se siente, del lugar de yo vengo. Pero ahora... todo es diferente, y ya no se a quien creer... de entre todos...

Parecia confusa en su propio combate interior. Perdida, sola y en un lugar extraño, diferente a todo lo que conocia. Sin embargo, se habia dejado resguardar por mi.

- No dejan de seguirme - dijo interrumpiendo mis pensamientos, con ansiedad en su voz y en su mirada - Y casi nunca es el mismo. Tengo que volver a casa

Una ventana se rompio, dejando caer cristal y sangre. La figura que habia causado aquello rodo aparatosamente en el suelo, mientras la pequeña se refugiaba de nuevo en mis brazos. Me quede paralizada mientras la abrazaba con fuerza. Era una mujer, cuyo rostro bien podia reflejar el mismo terror que el mio. Me miro a mi, fugazmente, y despues a la criatura a la que intentaba proteger.

- Corre, estan llegando, ¡llevatela! - me grito, dejandome ningun margen para otras opciones. Obedeci sin rechistar, tomando la puerta lo mas rapido que pude. Desde lejos escuche como la "recien llegada" gritaba: - ¡Maksim, AQUI!

Como si lo hubiese invocado, un hombre, fornido y de gesto hosco, atraveso la puerta al caos que acababa de abandonar, que se lleno de gritos, golpes y la destruccion de mi hogar. No habia posado ni una mirada en mi ni en mi protegida, cosa que me alivio.

El frio de la ciudad nos acogio con menos hostilidad que lo que consideraba un lugar seguro

S.

lunes, 6 de febrero de 2012

Aguardando

Esta ciudad es un hervidero de locura. Estan los altos edificios, y la gente, miran hacia el suelo mientras caminan muy deprisa. Apenas se dan tiempo para ver lo que hay entre el suelo y el cielo, apenas se dan tiempo para mirarse entre ellos.

Yo no dejo de buscar, sabiendo que puedo haber perdido su rastro para siempre. Sigo aguardando, en el lugar que seria morada de nuestro ultimo encuentro. Pero nunca llego a aparecer. No me bastaba con el pensamiento de que nuestros encuentros no deseaban ser repetidos, debia de haber algo mas. Su sonrisa lo confirmaba, su serenidad mientras nos deleitabamos en nuestros silencios.

Las pesadillas en esta ciudad cobran vida, al amparo de la noche y a la fria luz del dia. Ellos se la llevaron, me la arrebataron de mis brazos, en esta urbe que es otro monstruo que devora todo a su paso. Crece y destruye, y nadie lo percibe. Pero yo sigo esperando, algun dia ha de aparecer, de entre el laberinto de sombras y niebla de esta ciudad cubierta por la nieve

jueves, 19 de enero de 2012

Voces

Cada una de las decisiones que van tomando forma en mi cabeza, antes de ser siquiera formulada, resulta ser un catastrofico error en todas sus formas.
Todas sus atentas miradas sobre mi, sabiendo del fallo que ha de venir, para desgracia de muchos. En especial una. Maksim, al que no se le escapa el temblor de mis dedos. ¿Podria el comprender mejor la magnitud del problema que nos ocupa? Como desearia ser el que esta expectante ante la decision de su regente. O quizas dejar que el caos los tragase a todos, saliendo invicto por mi silencio.

Como si pudiese leer mis pensamientos, senti como una mirada quebraba todo mi ser. Ella, Irina, permanecia alli, en silencio, expectante tambien. Pero era otro tipo de espera. Ella podia preveer todos los caminos que me llevarian a la muerte definitiva. Calmaba esa ansiedad que me consumia por dentro, calmaba a la bestia en mi interior.

Despedi a todos los presentes con un gesto de mi mano. Mis palabras esperarian a ser escuchadas. Irina, en lo que parecia un segundo, ya estaba a mi lado. Con gesto severo mirando hacia la noche que se dejaba ver a traves de la ventana. Ella era mi mano derecha, la sabia voz que mantenia mi trono. Algun dia tendria que desaparecer, antes de que confiara en que dependiera de ella por mucho tiempo

Artur, P.

jueves, 12 de enero de 2012

Compañeros

Siempre me gusto permanecer en algunos lugares frios. Iba y volvia del lugar donde me habia criado, recogiendo lo que podia de cualquier persona, aprendiendo poco a poco a no pertenecer a ningun sitio. Aunque a veces añoraba la fragil estabilidad que habia antes de que mi hermano se marchara a hacer su propio camino

Ebenn me habia seguido, oliendo tal vez la oportunidad de aprovechar un lugar mas... poblado, digamos. Nada que ver con el pequeño y asolado lugar del que proveniamos. O al menos me seguia su presencia. Uno de los mejores frutos que habia dado mi relacion jefe-empleado con el, fue el conocer a Lear, miembro de la competencia.

Nos conocimos a base de mis nuevos "encargos especiales", que consistian en sabotear de forma discreta el material de Lear. Hasta el dia en que me descubrio, yo lo hacia lo mejor que mi interes por aquella actividad me dejaba: practicamente nulo. Su descubrimiento fue como encontrar al raton que esta saqueando poco a poco tu despensa, y tienes ganas de jugar con tu nueva mascota.

Me advirtio de que no volviera a intentar nada parecido, y el asunto se quedo asi. No me amenazo sobre terribles cosas si volvia a verme por alli. Es mas, se acostumbro a mi presencia cuando yo aparecia alli de vez en cuando, entonces como curioso y como cliente, no como saboteador a pequeña escala. El se reia cada vez que me veia, y me dejaba observar su trabajo. Comence a trabajar en mis propios proyectos, a pequeña escala, con lo poco que podia ver de un sitio y de otro. Ebenn no tenia ni idea de lo que yo hacia, contento de verme rondar por el local de Lear.

Y alli fue donde conoci, por suerte o desgracia, y aun no lo tengo claro, a Envy. Su humor era un poco brusco, pero cuando se reia eras capaz de olvidarlo. El unico idiota que fue a enamorarse de ella, fui yo. Pero lo fui mas aun al darselo a saber. Su unica respuesta fue una palmadita en el hombro, y una sonrisa de lastima. Aun me arrepiento de haberlo hecho, pero su trato conmigo no ha cambiado. Aprendida la leccion, ya conozco mi lugar, sin atreverme de nuevo a pasar de nuevo esa linea.

Como deseaba en secreto, y podia llegar a suponer con el tiempo, Lear me ofrecio un puesto en su taller, cuando finalmente Eben... paso al otro mundo. Como si fuera un espectro que quisiera atormentarme, ella entro a trabajar conmigo poco tiempo despues del ¿no-rechazo? No se me ocurre otra manera de llamarlo.

Ha pasado el tiempo, y seguimos los tres, quizas un poco mas distantes. He viajado, he vivido alguna que otra desventura, ¡y Lear sigue sin querer subirme el sueldo!

miércoles, 11 de enero de 2012

¡Cumpleblog!

Un tercer año que llega para este blog, con el que he compartido alegrias y tristezas. Disfrutando de amigos para los que no existe ni distancia ni tiempo. Creando historias a partir de sueños y fotografias, o quizas una simple mirada.

Compartir letras, palabras, momentos y buenos deseos