domingo, 27 de septiembre de 2009

No quiero crecer

Corriendo hacia ningun lugar y a todas partes a la vez. Jugando como críos, en el balanceo del columpio casi podemos rozar el cielo. Las sombras juegan con nosotros de vuelta a casa, desafiando a la gravedad y a nuestro propio vértigo, haciendo equilibrio en las murallas que guardan el mar.

Cualquier excusa para reir, cualquier motivo para cantar, un buen chiste para correr.

¡En arcade como Super Mario! ¡Saltando!

Las paredes nos ahogan, y buscamos las nubes de color vainilla y fresa para poder respirar, libres.

¡Feliz cumpleaños!

sábado, 26 de septiembre de 2009

Náufrago de vidas

No recuerdo nada de esta noche. Son las 5 y media de la mañana, y no recuerdo absolutamente nada. Tumbado en una cama, supongo que en un hotel perdido de la mano de cualquier dios.
Cada bocanada de aire que respiro me quema en la garganta, como si estuviera en carne viva. Caí de cualquier forma, y mi primer impulso es encogerme en mi mismo a causa del mal estar.

Levanto la vista. La guitarra sigue allí, a poco de romperse y tintada de algo que parece ¿sangre?
Un ataque de tos me impide ver más. Mi cuerpo se contrae, también mis manos, que sostenían sin saberlo una pequeña tarjeta. ¿Un número?

En el intento por incorporarme caigo al suelo. Y el miedo borra cualquier otra cosa.

Junto a mi guitarra yace el cuerpo de Lenny, mi bajista. Su cuerpo inerte, su cabeza está demasiado cerca de mi guitarra. Demasiado cerca.

Correr, correr, correr. ¡Solo corre!

Necesito un telefono, ¡una cabina! El frío intenta entumecer mi ya cansado cuerpo. Ni siquiera mi chaqueta basta para cubrirme. Pero no importa, hay cosas más importantes.

No hay paseantes a esta hora, todavía no. La gastada cabina me sirve de apoyo para no caer; estoy a punto de desfallecer. Marco el número de la tarjeta sin saber a quién encontraré al otro lado de línea.

Las gafas de sol oscurecen mi visión, pero no me impiden leer un pequeño adhesivo en la cabina:

AM I ULYSSES?

¿Volveré a casa algún día? ¿Me perdonaran por lo que hice? ¿Amar a los que amaron?
¿Podré recordar de donde vengo? ¿Por qué me fui?
¿Puedo vivir de nuevo? ¿Empezar de cero?

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Do you want to?

La reunión estaba en su apogeo, en opulencia de trajes de gala y grandes señores.

Entraron sin aviso, cantando una canción alta y algo estridente a oídos de los allí reunidos. Aquellas chaquetas que evocaban grupos ya pasados de moda; una extraña música a guitarra interrumpida por el extraño baile del músico.

El líder de la pequeña banda los guiaba hacia el caos y el éxtasis de la canción, robando bebidas y pequeños manjares donde los encontraba.

El ritmo empezó a contagiarse, empezando a captar su letra sin sentido. Bailando sin control, la bebida empezó a correr.

Entonces todo se volvió del revés. El murmullo enloqueció hacia la risa; el debate a la charla; el humor ahogó a la seriedad y sus rictus. Todo llevaba un ritmo demencial.

¡Dame mis alas!

"Estúpidos humanos, inútiles, ¡ineptos! ¿De qué les sirven sus palabras? ¡Maldita especie caníbal!"

El joven se retorcía sin cesar en su asiento, agarrando con ambas manos la mesa, en un intento de contener su furia. Su rostro era un rictus de ira, mirando fijamente hacia el frente. Y también a los muchachos a su alrededor, que lo miraban atemorizados al ver el increíble cambio de su antes pacífico compañero.

No había respondido, si no se contaba las miradas furibundas, a la llamada de su nombre.

- Christopher... ¿se encuentra bien?

Al ver que lo observaban justo a él, asintió lentamente, sin desviar la vista de aquel anillo, tan brillante en la delicada mano de su compañera. O aquel colgante que pendía del cuello del de más allá...

La clase parecía volver a su curso, ignorando al extraño Chris que esa mañana había entrado por la puerta.

Este concentró su atención en los brillantes ojos de su profesor. En sus ojos brillaba la luz del proyector, aquel con el que daba su clase.

"Podría abalanzarme sobre él y picotear sus ojos hasta quedar exhausto. ¡Arrancarlos de sus cuencas!"

Quiso estirar sus alas y volar, pero recordó entonces su nuevo cuerpo, su nueva prisión. Una prisión que encerraba a un cuervo en un caparazón humano.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Siervo de Nuitari

La brisa fría haciendo temblar la hierba bajo sus pies. Las criaturas de pesadilla empezaron a alejarse aterrorizadas por aquel poder que se acercaba. Los compañeros pudieron entonces tomar un pequeño respiro. Al menos uno de ellos.

El frágil mago no. Todavía se apoyaba en su bastón, pero no tardaría en caer. Sus extraños ojos brillaban con una nueva luz, observando algo que para el semielfo, agotado, no podía ver.

- No puedo continuar así... Necesito tu ayuda... - comenzó a hablar con aquel ente invisible. La imagen parecía irreal - ¡Ayúdame a sobrevivir!... Otra vez.

La presión de sus dedos aumentó sobre su bastón a medida que escuchaba.

- ¡Nuestro trato seguía en pie! - exclamó el mago - ¿El precio?... - Su voz tembló al preguntar, pero no al responder - Acepto.

Su cuerpo recibió una convulsión inhumana; sus ojos dejaron de ver aunque permanecían abiertos y de su boca se escapó un grito de horror, tan oscuro como la noche en aquellos tenebrosos bosques.

La oscuridad de su aullido pareció tomar vida y expanderse por su cuerpo. Su túnica, antes roja como la sangre, comenzó a oscurecerse, al ritmo de unos latidos agonizantes pero increíblemente intensos. Su cuerpo se retorcía sin cesar, desahogando su dolor en el grito y en la fuerza con la que sostenía su báculo. Hasta que por fin, los latidos cesaron: el mago ahora vestía la Túnica Negra.

Nuitari lo miraría ahora con orgullo. Todo su poder al servicio de un Mal que se hacía inmortal.

Se alzó el mago por fin, que había caído sobre sus rodillas, con renovada fuerza y poder, brillando de ambición su mirada.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Duele al tacto

Los ojos dolían, pero era soportable. No quiso tampoco apartar la vista de los focos. Quería perder la vista allí, a ver si con suerte se perdía él también con ella.

Escuchaba pasos frente a sí. Palabras, que no tenían razón, en su mente no se conectaban, flotaban en el aire sin sentido. También notaba alguna caricia, que en el instante creía falsa, en su mano. El acto reflejo era un espasmo para la muestra de afecto no grata.

Respiró profundo y volcó la cabeza hacia delante, con una mirada perturbada y alarmante. Miró a aquel hombre, enbatado y con aquella carpeta en mano, con los resultados de sus pruebas. ¿Para qué la quería? ¿Acaso pedía algo más evidente de lo que tenía ante sus ojos?

Con aquellos negros pensamientos, tomó con rabia las ruedas de su silla y comenzó a deslizarse torpemente por los pasillos del hospital.

Tardaría en manejar aquello si seguía con esa rabia.

Jamás volvería a caminar.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Deber [IX]

Los golpecitos sonaron de un modo curioso en el marco de la puerta, a la vez que sacaban de sus pensamientos a la ahora viuda de Harvey. Su cuñado entró lentamente, con su hijo Jim en brazos. No tardó en soltarlo para que corriera hacia su cuarto.

- Buenos días, Martha- se inclinó para depositar un suave beso en su mejilla y después sentarte en la pequeña mesa de la cocina. - ¿Cómo estás?

Ella no dejaba de revolver un pañuelo de tela en sus manos, sin dejar de mirarlo con sus ojos enrojecidos y ojerizos. Ben imaginó que la noche anterior las lágrimas no habrían dejado de bañar su rostro, ni siquiera en los pequeños momentos en los que tal vez consiguiera dormir.
Sonrío dificultosamente, mientras se esforzaba por no romper a llorar de nuevo.

- Cumplía su deber cuando... - Martha se detuvo, mientras recordaba - ... ¿verdad?

Ben tomó sus delicadas manos en las suyas, aprentándolas afectuosamente. Esperó a que se encontraran sus miradas. Asintió entonces. Ella se derrumbó, y Benjamin solo pudo abrazarla.

jueves, 17 de septiembre de 2009

En duermevela

Susurrame, gato de Cheshire, las maravillas de tu mundo. ¡Asómbrame con tu carnaval!

martes, 15 de septiembre de 2009

Así les ví

El tiempo pasaba lento. Cada segundo era un minuto, y nunca acababa. Él no llegaba.

El viejo disco de vinilo seguía su curso, acariciado siempre por ese fino diamante; la música no dejaba de sonar. Mis ojos se perdían en su movimiento infinito.
Cada ruido podía significar que había llegado.

Nathaniel ya dormía, apaciblemente en su cama. En el gastado despacho yacían las hojas de su libro aun por terminar. Se había convertido en su vida, su obsesión. No existía nada más.

Ni siquiera su hijo, al que adoraba. Ni siquiera su mujer, a la que algún día amó.

El llanto asomaba por mis ojos con rabia, con dolor, como si fueran todas aquellas palabras que quise gritarle una y mil veces. Quería gritarle y mostrarle como se moría nuestro amor, de como lloraba Nathaniel al no encontrarle cuando le buscaba. Como desaparecía aquello por lo que tanto lucharon.

Byron no lo veía... o quizás no quería verlo.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Viejos vídeos

Cada palabra cae con renovada emoción, sin parar. Esperando a saber más: cuantos vivirán, cuantos morirán, cuantos destinos más estarán en mi mano. Todos cayendo, guardando en sus corazones el ser más preciado, atesorando cada momento. Esperando el momento en el que les toque morir.

Se agota el tiempo, pero no las risas, que se guardan en la memoria. Donde nunca se pierdan.

Corre la fantasía por nuestros ojos y nuestras mentes, en festival interminable. Trompetas de ángeles y trombones del demonio.
Fragmentos de un pasado inmemorial junto con un tierno y prometedor futuro

Dulce despertar

Abriendo los ojos a la luz, que no llega desde mi ventana, no. Es la estrella que duerme conmigo.

Aún dormida, mis manos buscan un hueco para acariciar su hombro y su vientre. Respira tranquila, con media sonrisa en sus labios. Cierro los ojos para hundirme en su aroma, pegando mi rostro en su nuca. Su pelo cae suavemente sobre la almohada, mientras cierro los ojos.

Creo volver a caer cuando enlaza sus dedos con los míos, en tierna caricia. Mirando hacia atrás, con los ojos adormilados.

Un beso suave. Sus labios que responde lentamente a mi caricia. Dulce despertar, dulce amanecer.

Buenos días.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Queda atrás el cielo azul

Despertaron, refugiandose en los suaves colchones que les brindaban el sueño.

Lentamente, abriendo los ojos hacia un sol suave, que acariciaba al llegar a sus rostros. Casi todos se sentían sorprendidos de encontrarse allí. El único que se resistía a despertar todavía era T.J., acomodado en su cama. De vez en cuando se revolvía en su sueño, con una sonrisa que no se apagaba. Dale, muy cerca, despertó mirandole. Otra sonrisa se le dibujo, y en la pequeña duermevela de la que comenzaba a despertar, acariciaba su mejilla suave e incoscientemente.

Leigh estiró los dedos, viendo en sus ojos cerrados aquel cielo nocturno, tumbada en la hierba verde, intentando capturar las hojas que se escapaban traviesas. Se desperezó estirando los brazos, golpeando sin querer a Matt en el costado. Se sobresaltó primero y rió después, cuando supo de donde venía el golpe. Su risa y el sobresalto sacaron a Tess de su descanso, pues reposaba su cabeza en el vientre de Matt. Enseguida se incorporó para unirse a la alegría mañanera.

Todos comenzaron a moverse, pues en la casa de T.J. se despertaba la vida. Todos ellos apresurandose y riendo, pues, como tantas veces, llegaban tarde a clase.

Mochi

EL viaje se hacía largo, los rostros oscurecidos por la poca luz del anochecer ya se hacían familiares, como si los conociera de siempre, y tal vez algún deseo de hablarles surgía.

Abrazado a la pequeña maleta, como si en ella le fuera la vida, refugiandose en el abrazo que creía ser correspondido. Jugueteaba con el pequeño pin que colgaba en su parte exterior, incosciente. Esta aún colgaba de su hombro, como si así evitara que pudiera escapar.

Ya no recordaba siquiera su destino, ni tampoco cuanto tiempo duraba aquel viaje en autobus. Simplemente se dejó caer en profundo sueño, abrazado por aquella chaqueta que siempre le venía grande, soñando lo que haría una vez llegara.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Corazones devorados

A aquella casa solo le faltaba arder, arder hasta los cimientos y que no se encontrara nada de ella. La sangre lo bañaba todo. En nuestros ojos se reflejaba el horror.

Esperemos que aquel imaginario no sea capaz de surcar el mar, y que se quede encerrado en aquella isla, de la que solo parecen salir desgracias.

Lilitz pierde el control, exponiendonos al peligro; Bryan y yo tomamos las riendas y huimos hacia no sabemos donde todavía. Drusila cayó en el sueño donde el más allá puede ver.

Ahora todos caemos exhaustos, asimilando lo visto y lo vivido. La pequeña Ann ahora duerme.

Por favor, volvamos a Toledo.


"No merece la pena perder lo que se quiere por algo así."

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Última noche

Despertando cada mañana, sin saber alzar la mano para clamar por ayuda. Desde las alturas, todos quedan lejos, encerrado de nuevo en una prisión que no promete final. Las palabras nacen sobre el papel, de nuevo, frenéticas. Y nuevamente una lágrima exploradora, que cae queriendo conocer, queriendo ver la causa de su violento suicidio.

Las dudas que ayer habían surgido, plasmadas sobre un conocimiento de eras pasadas. ¿Se repetiran en mi los errores que provoqué? ¿Seré igual que ellos? ¿Fracasaré cuando intente entregar mi vida?

Nadie lo sabe, nadie lo escucha. Nadie se inmuta y se esfuerzan en no ver las ruinas de este reino que antaño fue glorioso, o tan solo feliz. Recuerdos que no dejan avanzar, oprimiendo el corazón.

No pueden respirar. Tan solo la triste risa logra escapar.

Esta será mi última noche.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Las melodías se apagan

Tess arrancaba notas con cada vez más desgana, creía que no iba acorde con lo que veían sus ojos. Leigh estaba echada sobre el vientre de Matt, que hacía rato que había abandonado la guitarra para dejarla yacer a su lado. De vez en cuando, alguna mirada caía sobre ella, aunque Matt sabía perfectamente que no escaparía.

Leigh reía cada vez que sentía sus inquietos movimientos. Sus gráciles dedos jugaban en caricias, guardando su sonrisa al pensar en el siguiente paso para T.J. y Dale: un suave beso.

Se divertía imaginandolo, y Matt solo podía imaginar que pensaba, y sonreír al escuchar la expresión de su alegría.

Sus manos fueron incoscientemente a las de Leigh, acariciando a la par que ella, sus suaves dedos, que escondían una sonrisa nueva y alegre, mientras cerraba los ojos, estremecida por su tacto.

Tess miraba de reojo, sonriendo levemente, mientras tamborileaba sobre su acordeón, mirando al cielo, recordando alguna que otra melodía, algo para tocar.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Paraíso gris

La luz caía sobre sus ojos, inconstante y molesta. Con un balanceo de cabeza involuntario, intentaba ver a los que pasaban a su alrededor, incapaz de identificar rostro, voz, ni siquiera la posición de sus propias piernas.

Solo sentía el tacto de sus dedos, que se mecían en carica suave, en algo que yacía en sus manos pero que le era imposible recordar qué.

Comenzó a percibir frío en su espalda, y una fuente de aire insano llegó hasta su rostro, haciendolo toser de un modo cansado, convulsionando su cuerpo casi inerte.

A su mente exhausta llegó el sonido de aquella canción, aumentando su volumen por segundos. Quiso dibujar una sonrisa en su rostro, a la par que sus dedos se movían sin que el se percatara sobre las tensas cuerdas de las que arrancaba su música.

No contaba el tiempo. Oía de tanto en tanto el tintinear de algunas monedas en la gastada funda de la guitarra, las constantes pasadas del metro en los angostos túneles, y miles de sombras que son rostros que jamás volvería a ver.

Obstáculo

Cada palabra es hoja afilada que deja su herida sangrante. Caminando, o quizá huyendo. Sin saberlo todavía. Cada paso es una prueba para no desfallecer. Miradas, que caen, que interrogan, que no saben que pensar.

Flotando ausente, solo siento la pena contenida.
Lágrimas que brotan amargas, se pierden en el abrazo.

Primero

martes, 1 de septiembre de 2009

*

Su mirada me interroga, me busca y me adivina, pícara. Juega a esconderse entre las sábanas que cubren su cuerpo. Sus dedos tantean en mi busca, haciendose dueños de la oscuridad. La luz de la luna entra tímidamente en la habitación, dejandome ver la silueta de su cuerpo, y el brillo de sus ojos, que parpadean y se dejan entreveer entre su suave pelo.


Manos entrelazadas, que se deslizan en curvas infinitas, queriendo memorizar cada centimetro, cada movimiento, cada palabra y sonido.

Solo se separan para querer regresar, en un instante.