martes, 31 de marzo de 2009

¿Dónde está su sonrisa?

Papá, tengo miedo. ¿Qué hacen todas esas máquinas aquí, en casa? ¿Para qué funcionan? Me dices que no lo sabes. Busco tus brazos y no me respondes ¿Qué es lo que pasa?
Sé que el viaje ha sido difícil, el mar no nos lo ha puesto fácil.

¿Por qué no sonríes? ¿Qué es lo que pasa?
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Volvían a casa, tras un largo viaje que debería haber sido un nuevo comienzo para todos. Mentiras para uno mismo. La amenaza que recorre su espalda, mensajero del miedo.

Esa certidumbre que les remueve muy adentro del pensamiento: no es un sueño, esto es real. Y el resto del horror está por llegar.

Se asentaron, con miles de ojos artificiales a su alrededor, observando cada movimiento. Tan solo duro un tiempo, hasta que llegaron, vestidos de oscuridad con armas que lanzaban rayos que fulminan.

Ambos encerrados, padre e hija. Las sonrisas que servía de mutuo consuelo desaparecieron al despertar en ese silencio de muerte, mientras esperaban su condena.

Hallando la muerte, intentando escapar de la creencia impuesta.

domingo, 29 de marzo de 2009

Desaliento

Acurrucada está en el rincón favorito de la casa que la vió crecer. Desde allí, junto a la ventana, ve las nubes campando alrededor de su patio de juegos.

Ve a los niños correr, compartiendo risas, cuyo motivo ella no conocerá jamás. Pero pronto desaparecen. Las nubes riñen sin cesar, y aún así lloran por sus sinsentidos. La lluvia cae como un manto sobre un niño que es arropado por su madre. Se lleva la alegría, el color y el suspiro. Pero no el grito. Y aún así no despierta.

La pequeña huye a su refugio, donde debiera estar segura. En cambio encuentra a la sombra sobre su cama, tendiendo la mano esperando recibir la suya.

Corre al escritorio, escribiendo lo nunca dicho y lo que le quedaba por decir. Parece inútil escribir un sentimiento tan grande sobre un trozo de papel, jamás conseguiría demostrar lo sentido de ese modo.

El frío dificulta la escritura. Bastaría como despedida, aunque fuera en un último intento. La mano de la sombra estaba tan fría como la mano que sostenía el lápiz, y la arrastraba al silencio.

lunes, 23 de marzo de 2009

Túnicas Rojas

Corta el agua como un cuchillo corta el aire. Tan velero y tan veloz, el viento azota nuestros rostros ferozmente, como si quisiera detener nuestro avance. Días atrás podía ver los rostros jubilosos de los nuevos tripulantes. Ahora solo veo tensión, cómo sus jóvenes manos se aferran a los sables y a los mosquetes.

Las velas enemigas ya se divisan cercanas en el horizonte. Se oyen gritos ensordecerores que acallan hasta el suspiro más desalentador de mi joven tripulación.

- Caballeros... - todas las miradas se dirigen a mi - No dejen que sus cuerpos se hundan en el fondo del mar ¡Por la gracia de Dios!

Todos responden con gritos que intentan llamar al valor en sus corazones, y las truenos de los cañones rompen con la aparente quietud del mar. Tan solo a una banda, pues el espolón es utilizado a orden mía.

Su casco es rasgado, y nuestras cubiertas estás frente a frente. Los mosquetes disparados, la sangre ya empieza a correr. El primero en asaltar la cubierta enemiga, junto con el primer torso ensartado con la hoja de mi espada.

La sangre empieza a derramarse. Solo veo rostros llenos de odio y furia a tan solo unos centímetros del mío. Manos que estrangulan mi cuello. Mi salvación, corte en la garganta. Líquido rojo brota en su cuello y de su boca, coloreando el pecho de ese color tan vivo.

Mi segundo de a bordo cae a mi lado, viendo atemorizado como se le escapa la vida a manos de un demonio armado. Tajo en el pecho y la amenaza desaparece. El agradecimiento en los ojos de mi segundo. La lucha continúa.

Tajo, fondo, tajo. ¡En guardia! Otro tajo más, como un baile. El suelo resbala, los muertos por mi mano caen al mar.

Los cadáveres en cubierta, las túnicas de nuestros uniformes se confunden con el color que tiñe todo el barco. Mirando alrededor, nadie queda salvo nosotros. Gritos y vítores, estamos salvados y los Túnicas Rojas han vencido. Rojas como la sangre que derramamos.

domingo, 22 de marzo de 2009

Miradas que se pierden

"Quisiera fotografiar su mirada cada vez que pestañea, para que no se perdiera"

Su llanto, mi miedo. Su dolor, el mío. La quietud de la noche fue interrumpida, pero no importa. Lo primero que escuche fueron sus sollozos, y la rabia y el dolor subieron por mi garganta. Pero tan solo pude preguntar: ¿Qué ha pasado?

Le quiere, le ama, sufre porque no lo tiene a su lado. Quisiera manejar el tiempo y el espacio para mantenerlos siempre juntos, aunque fuera a mi pesar.

Un abismo, que te otea si oteas en él. Sin embargo, no hay nada que temer. Es profundo y cálido.

No llores más, que mañana volverás a sus brazos.

sábado, 21 de marzo de 2009

Zapatos de charol

Tengo miedo. Miedo porque la historia se vuelve a repetir. Causando estragos donde quiera que voy, haciendo daño a las personas a las que quiero. Y hoy casi cometo el mayor error... Dejarla. No puedo, no quiero hacerlo.

Pero tengo miedo de hacerle daño, no me lo perdonaría jamás. No tengo control sobre mi, y quiero que viva. La próxima vez, Alguien dirá.


Un misterio que afecta a Veronique, una fuerza superior. Está haciendo alzarse a los que ya no están. Una fuerza que casi se la lleva. Aquellos que tienen poder deberían saber que hacer, por el bien de todos. La ciudad a merced de unas manos muertas.
Recuerdo de un amor, la mitad de un pañuelo que ronda entre los vivos y los muertos.


Voy a hacer lo posible por no dejar que el miedo destruya lo que tengo. Otra vez no.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Dos abismos

Truena. El silencio reina, la lluvia cae. Los sollozos apagados. Oscuras sombras que se ciernen sobre el cuerpo desnudo de un infante perdido. Tan solo a medias se atreve a mirar, nada conoce del lugar donde está, del mundo en el que se encuentra.

Cae un rayo que fulmina y parte el cielo. El niño se encoge más en si mismo. Quiere morir, el terror no le deja actuar. No puede moverse, no puede cubrirse en el rincón más oscuro que hallara.

Sobre su hombro, una mano. Ahora si reacciona. Dos abismos negros donde debiera haber dos ojos, pero no hay ningún temor al mirarlos. Es como volver a casa

martes, 17 de marzo de 2009

Llegada y búsqueda

A Danielle debo recurrir para resolver el misterio que VanThorn me ha planteado. La encuentro frente al Elíseo, balanceando felizmente las piernas en un banco. Como envidio su tranquilidad e inocencia. Me aproximo a ella, a la vez que veo acercarse un vehículo que parece sacado de una serie futurista: una moto, de la que baja el desaparecido Crow y una mujer a la que no conozco. Sin embargo, debo resaltar su extraordinaria belleza. Su nombre es Arian Trebeck, viene a presentarse ante el Príncipe y a ayudarnos con el asunto del Abad.

Parece que ya es conocida en la ciudad. Tiene un hermano gemelo, llamado Nicolas. Su mirada se entristece al recordarle, al igual que cuando recuerda el nombre de Martín, el cazador conocido como Gabriel.

Nos dirigimos a un parque público, donde intento resolver las dudas de Arian sobre el Abad. Para buscar pistas, vamos hacia un local en el que recientemente se ha sucedido una matanza. Los hombres de Joshua ya estuvieron en el lugar, y quitarían de en medio todo lo que no debería encontrarse. Se sospecha que todo sucedió por mano de Martín. Desplegamos nuestros poderes en busca de algún indicio de la inocencia de Martín. Arian insiste en ello.

Allí, el recuerdo de un niño que vivía en ese lugar. Tan solo queda su espíritu. Encerrado en si mismo, con una cámara de fotos en sus manos. Una cámara mágica, que muestra todo como realmente es. Toda la pared está cubierta de sus fotos, pero falta una. A alguien no le gustó que sacara esa foto... Debo encontrarla para que pueda descansar.

Su cuerpo reposa en un zulo subterráneo: está destrozado, y la descomposición ha hecho el resto. En su interior, una piedra de alma que la oculta de los ojos indeseados. Crow tantea la zona, y entre espasmos y gritos, clama un nombre: Beliard. Él es el artífice de todo esto. Danielle se ha ido, y yo tambien desaparezco del lugar.

Perdoname, amiga. Tu sufres por mis errores. Tal vez fuera mejor rendirme para evitarte mal... Es curioso como los muertos me son más cercanos que los propios vivos.

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Sean bienvenidas, Rosa y Arian Trebeck. Bienvenidas a Birmingham, la Ciudad Gris.

domingo, 15 de marzo de 2009

Mi amuleto

Un maravilloso presente, entregado por el más inesperado amigo. Él nunca abandona, y no pasa un solo día que no lo tenga a mi lado. Magnífico libro que me contará las grandes historias que nadie conoció. Letras en relieve, sus hojas son de pergamino. Retruibuido todo lo que creí entregar en vano. Sentado a mi lado, me pide que cuente lo oculto en el regalo en voz alta, como antaño. Pero parece pecado alzar la voz en tan maravillosa historia. Mi voz se apaga, y la lectura se vuelve ávida.

Un amuleto, que mágicamente despide un brillante azul. En su interior reside el poder para alejar a los feroces monstruos que mantienen encerrados al regente de una nación perdida.

Puedo verlos, sentirlos, tocarlos. Estoy allí, pero algo me hace volver. Levanto la vista y ahí está Él. Ahora duerme, y una vez más, como antaño.

El regalo no está, desapareció al despertar. Pues no fue más que eso, un sueño.

Te echo de menos.

jueves, 12 de marzo de 2009

Desde un vagón

De vuelta a las alturas. El cielo parece confundirse con el suelo, cubierto por un blanco puro: nieve. El vagón sigue las vías con celeridad, como respondiendo a mi impaciencia.

Llegamos a nuestro destino, las maletas pesan y una vez aquí no corre prisa alguna. Así que todos de mutuo acuerdo, contemplamos el espectáculo frente a nosotros. Un pequeño pueblo, apartado y casi olvidado, vive y sueña, como la ciudad que dejamos atrás.

Todos nos miramos. La placidez y la calma está en todos nosotros, y en nuestro interior surge el mismo interrogante para todos: ¿queremos volver?

domingo, 8 de marzo de 2009

12, 3

Abre los ojos y mira a su alrededor. Cuatro paredes que asfixian, y el único consuelo es ver que no está sola. Pero cada vez son menos, pues a la medianoche, toman a una de ellas. La toman para no volverla a ver.

Todas despiertan a la vez con sobresalto. La luz que entra por la puerta las ciega y las enmudece. El miedo de no saber quién cruzará el umbral para perderse en lo desconocido. Nadie aparece, y el silencio habita en toda la prisión. Escaleras y pasillos, todo monótono y abrumante. Hasta que al final llegan a la puerta.

Un rostro conocido las espera allí. De las primeras en salir, consiguió traer ayuda para sacarlas de ese horrible lugar. Un gran patio vallado, y en el solo ven sangre y cadáveres. Bajan la mirada intentando no mirar, pero el horror ya está en sus mentes, en sus memorias.

Vuelven a casa. Doce entraron, tan solo tres vuelven ahora.

sábado, 7 de marzo de 2009

Peor pesadilla

Despierto. La casa está en silencio, tal como la dejamos anoche Susan y yo... pero no se oye nada. Me acerco a la salida, y algo en lo que nunca reparo me llama la atención: en los resquicios de la puerta veo algo... ¿luz? ¿luz solar?

Creo que la maldición pesa cada día más sobre mi: mi locura va en aumento. ¿Aún más? Pero espera... algo falta en mi cabeza... la presión... no está. Ni las voces, ni la vaga sensación de que alguien más ocupa mi conciencia...

Suspiro con pesadumbre, no entiendo nada. Y sin embargo, necesito respirar. Con una mano busco los latidos en mi pecho... Estoy vivo, mi corazón late y mis pulmones me exigen aire para respirar.

Me lanzo a las calles, ahora amanece. Me detengo durante unos instantes para recibir la caricia del sol, más suave y tierna que la de cualquier amante. Que crueles fueron aquellos que nos arrebataron lo más preciado: la vida, el alma, el sol.


Las calles están totalmente vacías, como si la población se hubiera esfumado en mitad de su actividad.

¿Susan? ¿Veronique? ¿Donde estáis? ¿Qué juego es éste?

En la distancia de las calles, veo una pequeña figura: Jimmy. Vacila al caminar, en mitad de su miedo y su confusión.

¿Quién eres, macabro jugador, manejando los hilos de esta ciudad, que posee todo lo que yo amo?

martes, 3 de marzo de 2009

Garabatos

En el suelo, dibujados mil garabatos sin sentido... Moviendose en su mente intentando hallarse un sentido a si mismas. El niño las contemplamba absorto, viendo como su creación aparentemente simple tomaba vida propia.

Levantó la vista al ver a alguien frente a él. Era un hombre, que miraba curioso las formas que el pequeño había dibujado con su dedo en la arena. Se agachó para observar al niño, que le devolvía la mirada con total pasmo.

El hombre esbozó una sonrisa: había encontrado un pequeño trazo de algo perdido en los ojos del pequeño. Un mundo que solo algunos podían alcanzar. Y él estaba allí para guiarlo en su camino, para devolverlo al mundo donde las ideas son el aire a respirar, las palabras son la sangre y tan solo se oye el suspiro del soñador.

domingo, 1 de marzo de 2009

Horas

Silencio... no se oye otra cosa. El reloj me muestra que ya es avanzada la noche, prácticamente de madrugada. El televisor sigue encendido aunque no muestre nada: la película hace tiempo que ha terminado. Los ojos se entrecierran, queriendo ser vencidos por el sueño a esta hora. La espalda entumecida por la misma posición durante horas... Como si hubiera leído tu pensamiento, ella se recoloca sobre mi pecho. Tendido sobre el sofá, ella está recostada sobre mi, totalmente dormida.

Respiro tranquilo y suavemente deslizo mis brazos sobre ella, en un pequeño arazo que no interrumpa su sueño... La tarde había sido difícil. Cansada del trabajo, llegó a casa con un humor claramente bajo. Como siempre, yo revolviendo mis libros. Una pequeña discusión, que encoge el corazón, pero que en un final queda en nada. Cuando el sol se retiró a descansar, buscamos un lugar en el que pudieramos estar juntos, sin mediar palabra.

Ahora duerme, tranquila, ya resuelto el problema... Con mis errores, con los que cada día lamento causarte daño... La mira hacia un futuro está puesta, y espero que algún día aceptes.