domingo, 31 de mayo de 2009

Soplón [IV]

Bullicio. Multitud. Música. Incertidumbre.

Dave no retiraba las vista de su copa, y cuando lo hacía era para mirar al vacío. Dudaba mucho que lo encontraran allí, en un local dónde ni siquiera veías a aquel que tenías al lado. La música no permitía escuchar y apenas había luz. Y nadie se fijaba en él.

"Perdido en mitad de todo... Perfecto." pensó. Subió su copa para beber lo poco que quedaba en ella, cuando sintió un pequeño toque en el hombro.

Se volvió para ver un rostro conocido. Apuró el vaso y le siguió hasta la puerta trasera del ruidoso local.

- Michel Connor - habló Dave, mirando el cielo una vez estuvieron fuera - Cuánto tiempo sin verte por aquí.

El aludido no paraba mirar a su alrededor, con un tic nervioso que no le dejaba descansar sus manos quietas.

Dave rió divertido: - ¡Tranquilo, Mike! Nadie te ve ahora. Vamos, cuéntame el porqué de tu ausencia.

- S... Se empieza a sospechar de... de infiltrados en la comisaría - Por vez primera miró a su interrogador - Algunos hemos estado bajo investigación...

La expresión de Dave se ensombreció, y cruzando los brazos débilmente, buscó a la pequeña Beth.

- Pero me los quite de encima - Se apresuró a aclarar Connor - Pero tienes que saber algo: van a iniciar una redada en el hotel de Derek. Mañana mismo, y...

Dave ya no escuchaba, si no que corría buscando su coche. Tenía que desaparecer.

Brisa

Los colores oscurecidos por la noche ruedan sobre el tapiz verde. Rostros de grandes celebridades observan inmóviles y silenciosos observan la partida desde las paredes. Algunos más cerca, otros más lejos. Pero lo que sin problema podrían percibir, serían las risas.

La noche que comenzara oscura, mostró toda su vida. Una vez más, de nuevo. A pesar de la decepción, hay otras oportunidades y nuevas esperanzas en un futuro.

Porque los ángeles bailan.

sábado, 30 de mayo de 2009

Para Caroline

Tengo contados los días en los que te ví sonreír. Son pocos, es cierto, pero me alegra saber que estaba a tu lado. Tal vez fuera yo el causante de tu sonrisa, pero tienes que saber que tu eres la cuasante de la mía. Siempre.

También han sido breves los momentos en los que hemos estado juntas. Pero han bastado para que te tenga en mi pensamiento en todo momento, para que arda en cólera cada vez que piense que alguien te hace daño. Y apagar toda la rabia que arde en mí en el momento en el que te veo aparecer.

Vamos a un lugar oscuro, desconocido. A ayudar a aquellos que me ayudaron a encontrarte. Agradecida eternamente por su apoyo y compañia, y agradecidda a cualquiera que habite en los cielos por haberme permitido conocerte aquella noche, que ahora queda tan lejos.

No sé si volveré al ver al motivo de cada amanecer. Lo eres todo, y sin ti no soy nada. Ruego a los cielos para volver, para tenerte de nuevo conmigo, en el lecho mientras despiertas.

AE

jueves, 28 de mayo de 2009

Espejo

La voz se había convertido en un murmullo, en el que era imposible distinguir palabras o alguna emoción. El sueño le vencía.

Aquella mañana hacía frío, y los brazos, sobre los que apoyaba la cabeza, le daban algo de calor. Los ojos cerrados, dormitando y a la vez soñando. Tal vez poniendose en el lugar del último héroe víctima de su admiración. O quizá dibujando alas a aquel ser que lloraba.

La campana que marcaba el fin de la clase resonó estridente. Abrió los ojos con lentitud, mientras percibía muy cerca la alocada marcha del resto de sus compañeros.

Se estremeció.

Observo su libro de Historia, en el que una imagen de las pasadas guerras le quitó el sueño durante varias noches. Le sorprendió el horror que provocaban aquellos colores apagados. Pero ahora, no estaban.

Miró a su compañero, cuyo color de ojos le fascinó siempre. No. Más allá, el frondoso verde de los árboles que aliviaban su encierro. Tampoco.

Quiso huir, pero no pudo. Tan solo podía esperar a que le atravesaran los segundos como alfileres. En una angustiosa espera, ni siquiera sabía si deseaba despertar o que simplemente volviese.

En algunos momentos creía ver algún atisbo, al mirar por las ventanas. ¡Casi estaba! Pero desaparecía en el instante en el que intentaba retenerlo, con su mirada, y en vano intento, con sus manos.

Llegó por fin a casa, que como de costumbre, estaba vacía. Recorrió todos los pasillos, y entró en todas las habitaciones. Se detuvo en el marco de la puerta de la habitación de sus padres, con la mirada en un punto fijo.

Era aquella sábana que ocultaba el espejo de su madre. Casi nunca la retiraba, y tan solo pudo verlo una vez.

Asió la sábana y la deslizó. El reflejó le devolvió su imagen con una expresión de total pasmo. En el reflejo, vió sus ojos azules, la pequeña imagen coloreada de su reloj.

Lloró y se lamentó. ¿Quién había sido el insensato que descubrió el espejo y le dejó robar los colores?

Se enterró en la sábana y cayó dormido. Para despertar de nuevo en un mundo monocromo.

martes, 26 de mayo de 2009

Ruego mudo

Las tardes empiezan a traer sonrisas, a pesar de haber perdido aquello que se amó como si fuera lo único. Realmente lo era.

Solo quedan las fotografías. Testigos mudos que se guardan entre el papel. Tal vez alguna película, cuando se lograba escapar al anochecer. La música ensordeciendo a todos, a la que se arrimaban los gritos de euforia, y las risas.

El desfile a la salida, el estruendo que escandalizaba a los vecinos y la casa aturrullada a más no poder. Mensajes a escondidas, la cena, algo chamuscada en la cocina. Los besos que todos sabían, pero que nadie quería ver, levantando sonrisas, entre incómodas y felices.

Su cintura pegada a la mía, mientras los mirabamos a todos. Ahora ella pide que nos reunamos una vez más. Que nos reunamos para ver bailar a un ángel.

Los besos que nadie ve, que todos desean, los abrazos. Una vez más, sinceros. Por favor.

lunes, 25 de mayo de 2009

Esto no venía en el folleto...

Aquel que lo vea no volverá a conciliar el sueño...

Desde un primer momento no pude creerla cuando lo dijo, pero ahora sí. Ni una noche tranquila desde que vio a... a aquella cosa. Pesadillas, esa marca en la mano... No tiene sentido.

Ahora yo también la he visto. ¿Un sueño? No lo creo, aún con las palabras de Gabriel en mi cabeza, intentando razonar con lo que he visto.

Han pasado demasiadas cosas, y ninguna con sentido. Disciplina, orden. Mis compañeros, que son mi plaza fuerte en este tiempo. Ese estúpido psicólogo, que arruina más las mentes de lo que su trabajo quisiera arreglar.

Vamos a tener que afrontar más horrores de los que en un principio creímos.

Daniel va a conseguir que pierda los estribos con su histeria, y va a morir de cáncer antes de lo esperado si sigue fumando a ese ritmo. Y Marian. MariaM, que calla en todo momento, que calla como si temiera algún golpe por abrir la boca. Gabriel, con intelecto tan veloz como su puño. El puto dios del trueno.

Parece que lo único que ha conseguido hacerme dormir es la botella... nueva amiga, que bien recibida es si ahuyenta los malos sueños.

Sin sentidos

El fragor de la batalla ensordece, incontenible. Explosiones allá donde mires. Todos están encerrados en la grande y magnífica fortaleza. Pero está oscuro, tan solo, a lo lejos, una extraña luna que los ilumina. Con un fulgor dorado.

Cuentan los minutos, el fin es inminente. Y por fin...

¡Las palomitas están listas!

^^

Useless

No puedo esperar más, ya no. Fracaso tras fracaso, no caen en el olvido. Presente cada día en la memoria, ¿nadie va a llorar la pérdida?

Abrid los ojos, ¡ella ya murió! ¿Quién va a lamentarlo? ¿Quién va a echarla de menos?
Despertares que se disfrazan de sueño, sueños que se disfrazan de despertar.

El sol brilla, pero en gris. Aquella noche le robó sus dorados. Tenía que acabar, eso dicen.

Egoístas, se esconden en la sombra. Murmullos que vienen de todas partes, ¡ni una sola palabra dice bien! Todo inútil, sin saber si debería haber actuado o quedarme donde estuve.

Ni cuento ni ficción. Ni escrito ni relato.

Lo siento

jueves, 21 de mayo de 2009

Adiós, papá [III]

<<... Dejadme respirar... Soltadme... Te necesito ¿Dónde estás? ¡Papá!>>

El aire seguía sin llegar, aún cuando despertó. Solo un segundo, y la angustia invadió su pecho, pero no podía decir por qué. Todavía no.

Recordó entonces el día anterior. Todo gris, incluido el cielo. Un desfile de marionetas, sin voz ni rostro, estrechando su mano y intentando estrecharla tiernamente en un abrazo. Ninguno lo consiguió. Luego, tan solo sintió el fuerte apretón con el que su madre agarraba su mano. Creyó verla de nuevo en su recuerdo, con la mirada puesta en el ataúd, aguantado las lágrimas, de las que algunas escapaban.

Ah, y el ataúd. Pensar que su padre estaba metido en aquella caja, con su elegante traje oscuro, los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre el pecho.

<<¿Cómo podías estar ahí dentro? ¡Tenías que salir de ahí!>> pensó la pequeña desamparada.

Antes de darse cuenta, cuando volvió de entre sus recuerdos, ya estaba en brazos de su madre, en un suave balanceo. También se descubrió en llanto descontrolado y rabioso.

Las palabras del padre Ben resonaban en su cabeza:

- Que te honren allá en el cielo, Thomas Harvey, y que tu esposa e hijos hallen consuelo por tu pérdida.

- Tranquila, Diane, no lo guardes - decía su madre, a la vez tan cerca y tan lejos. Ella también lloraba - Llora, hija mía, llora...

miércoles, 20 de mayo de 2009

Quinta y última

El escenario se quebró. La voz ya no sirve de nada: la risa ocupó su lugar. Tragedia convertida en comedia. Una comedia que no dejará ver sus lágrimas.

Valor, orgullo, pasión, esperanza, muerte y cae el telón. Jamás comprenderán lo que es subir a ese lugar, donde los sueños pueden hacerse realidad. Donde puedes ser rey o villano, fiel servidor o vil traidor, afortunado libertador o cruel tirano.

El guión cae en el abismo, y nosotros tras él.

Habrá públicos mejores, que tal vez sepan ver más allá de un simple entretenimiento.

No vale la pena derramar lágrimas por aquellos que no saben apreciaros. Caerse está permitido, levantarse es obligatorio.

domingo, 17 de mayo de 2009

Calma [II]

El televisor mostraba las imágenes que Dave había vivido en primera persona la noche anterior. Todavía no acababa de asimilar lo que había ocurrido. No rememoraba en su mente lo que hizo, ni la sangre, ni el cuerpo al caer. Ni siquiera se recreaba en ello. En su mente solo había violines, guiados por gente sin rostro, pues ellos no importaban. Tan solo la música.

- Bueno, buen trabajo, Dave.

Aquella voz le hizo regresar. Parpadeó para abrir los ojos al mundo real, para volver a ver aquello que podía palpar. Frente a el, Derek. Con sonrisa torcida y divertida. Pero quizá un poco tenso al esperar respuesta.

<<¿Que esperas que diga, imbécil? Está muerto y no hay más que hablar.>> pensó Dave.

- Ya no darán más problemas, ¿verdad? Pues deja tranquilos al resto de la familia, no tienen nada que ver. - dijo Dave, mirando al noticiario nocturno.

Derek rió, complacido, y se recostó sobre la silla.

- Ahora estaremos tranquilos, tal vez por un tiempo - comentó pasados unos minutos. No quitaba la vista un segundo de Dave, con una expresión difícil de interpretar - Volveré a llamarte cuando vuelvan a la carga.

El interpelado no esperó un segundo más, y se marchó rápidamente del local. Derek había terminado de hablar, justo en el momento en el que aparecía una imagen de la familia Harvey.

Se perdió en las calles. Unodós, unodós.

Tu mirada [I]

Querida Aurora:

Parece que hace una eternidad que no nos vemos, a pesar de que no hay día que no siga tus pasos. Quisiera volver a verte en tu despertar, o quizá bajando las escaleras, con los ojos soñolientos y la expresión dulce. Pero ahora solo te veo abatida. Entre el gentío, cabizbaja pasas desapercibida, cuando hubo gloriosos momentos en los que algún caballero se volvía para ver de nuevo la risa que escondía tu mirada. Esos momentos en los que en mi interior se debatían el orgullo y el recelo.

Eres una sombra entre la multitud. Mi dulce Aurora, ¡mi más preciada estrella! Cuánto me atormenta el saber que fui yo quien te robó la luz, quizá para siempre. Ojalá algún día pueda volver a darte lo que te quité.

S.H.

Hijo de la Caída

Del más oscuro abismo, surgió. Alzó la vista, en la que sus propios cabellos entorpecían su visión. Abrazado a sus propias rodillas, y temblaba. No hacía otra cosa.

Sentía la brisa fría, que parecía arrastrar consigo el leve rocío de las hojas de todos los árboles de ese bosque. Y toda esa brisa parecía rondarle a él. Solo a él.

Consiguió dominar su propio cuerpo y levantarse. No podía recordar lo que lo había traído a ese lugar. Miró al cielo oscuro sobre su cabeza. Estaba frío por dentro. El aire que aspiraba lo quemaba por dentro, debido al helor.

Quiso gritar. No podía entender eso que sentía. Tan frío, tan vacío. Desplegó las alas con brusquedad. Las miró con asombro: negras como la noche, igual que cuando perdía la vista mas allá, en lo profundo del bosque.

Entonces sí: gritó. Como nunca lo había hecho. Gritó al recordar ese hielo atravesar su pecho, a la altura de su corazón, donde estaba la cicatriz.

Toda una vida perdida, y ahora entregada ciegamente a aquel que siempre fue su enemigo. Toda oportunidad de descubrir el significado de los sueños.

Y ella. También perdida.

La casa de Paula

Caen los pasos en el camino, cuesta arriba. La noche y el día, llegan veloces como latidos en el corazón. Desaparecen de igual modo.

Calles que conozco, tal vez solo las vi en sueños, y que ahora, por primera vez, llego a tocar. Giros y mas giros. Pequeña ciudad encerrada, como una maqueta dentro de una caja de cartón.

No hay tiempo, ni tampoco memoria. Aquello que creo conocer, jamás nos vimos frente a frente. Aquello que creo correcto, no lo es. Y eso, es un gran error.

¡Despierta, que hoy la vida es sueño!

sábado, 16 de mayo de 2009

Juguetes de Ayer

El ciclo de la vida. Los humanos se comen a los animales, los animales a las plantas, las plantas a las bacterias...
Pero, ¿a quién se comen las bacterias?
No pueden comerse a nadie, ¡no tienen boca!
Ah, claro, claro...

Conversaciones, tal vez un poco estúpidas, que a nada llevan, pero que son nuestras. Casi nos ahogamos en el lago, pero olvidé que no necesitabamos respirar. El entierro de nuestra pobre mariquita, la pérdida de los caracoles, nuestro bote, el único culpable de estropear la cita de Nazhir... Todo nuestro, y además para siempre.

Tímida entraste por la puerta del bar. Y allí los conociste a todos, los que son mi familia. Los que me hacen olvidar las voces en mi cabeza, porque no se preocupan o riñen con ellas. Riñen conmigo. Ese posible cariño, es para mí.

Sobrevivimos, después de enfrentarnos al horror que asolaba la ciudad. Y ahora, con los Juguetes de Ayer, empezamos a construir algo nuevo.

Pero despacio, con cuidado. Como un nuevo juguete, una maqueta que, con paciencia y ternura, hay que tallar y modelar.

viernes, 15 de mayo de 2009

Beth [I]

Trompetas de ángeles y trombones del demonio. Así podría describirlo. La gran orquesta, cuya música resonaba en toda la manzana, golpeaba y manejaba con íncreible furor sus instrumentos.

En un callejón cercano, estaba Dave. Con la espalda pegada a la pared, sintiendo en cada fibra de su cuerpo el tumbar de la música. Los ojos cerrados y media sonrisa, nada más para él que ese instante, que huía de inmediato para llegar al siguiente.

La última canción culminó con el característico estruendoso aplauso. Dave abrió los ojos de nuevo, consciente de lo que había a su alrededor. Tras unos minutos que se hicieron eternos, algunos ex-oyentes de la gran obra aparecían por la calle abría al callejón. Y por fin, el objetivo.

De entre los muchos paseantes nocturnos que comentaban los pormenores del espectáculo, se encontraba una curiosa escena. Dave la observaba con atención.

<< Madre amante que sostiene al pequeñín adormecido en sus brazos. ¡Y no podía faltar! El padre que alaba a su hija pasándole el brazo por encima de sus hombros. Que enterncecedor. >> pensó Dave. La media sonrisa no había abandonado todavía sus labios.


La persecución no fue fácil, pero no se resistió por completo. Las calles, vacías y en silencio. En la oscuridad, reflejos sobre el cristal. Habían llegado todos a aquellas encantadoras casas, propias y únicas de Massachusetts. Algún que otro perro ladraba, acallado enseguida por su amo. Dave se detenía enseguida al oír cualquier indicio delator.

- Sube y acuesta al niño, Martha - oyó que decía el enternecedor padre - Ahora subo.

- Pero no tardes, cariño - contestó ella, obteniendo una sonrisa por respuesta.

Padre volvió hacia el coche, seguramente que olvidó recoger su chaqueta, o quizá el violín de su adorada hija. Ahí estaba, la oportunidad.

Paso decidido. Unodós, unodós. La mano hacia la sobaquera, cogiendo a la pequeña Beth. Padre se vuelve extrañado al oír pasos a su espalda. Le encaró a Beth y apretó el gatillo, pero no sin antes decir:

- Buenas noches, teniente Harvey.

Un trueno y sangre en el retrovisor.

Así era: su hija había olvidado el violín, que ahora estaba, ignorante a todo, en el suelo. Junto a él.

martes, 12 de mayo de 2009

Página 469

El pasillo estaba en absoluto silencio. Ni siquiera se oyen mis pasos... ¿es por este silencio abrumador? ¿O es mi cerebro, incapaz de percibir la realidad, esta realidad?
Da igual, olvídalo, no importa... Continúa... Un paso más... Hasta hacerlo rutina, hasta recordar como avanzar...

Las escaleras están atrás. Empieza a hacer calor, tengo ganas de reír Pero, ¿qué? ¡Concéntrate, idiota! ¡Puede que no salgas de ésta!

Ya se hace intríseco de nuevo, el caminar. Dentro de poco, la esquina, donde se esconden las habitaciones. Gira, vamos, gira. Bien... No...

Hay alguien tumbado en el suelo. El pelo largo, sobre la cara, no me deja ver quien es. ¿Esta dormido, quien sea, verdad? ¿Verdad? El... el cuerpo... en esa postura... no...

Cabello rubio, ¿es sangre? La blusa está manchada, y las manos... ¿Ese anillo? Parece el que le regalé... ¡No quiero saberlo! Le aparto el cabello...

Ojos muertos

¡Dios mío! ¡RACHEL!

Para ella

No sabía porque lo hacía, pero algo le dijo que debía mirar allí. El sol, ya cansado, comenzaba una huida lenta y silenciosa para poder dormir; entrecerrando así los ojos de muchas criaturas.

Relentizo el paso hasta casi parecer que se había detenido. Sus ojos mostraban una mezcla de curiosidad y confusión. Su cuerpo reaccionó por si solo, apretando los puños y tensando la espalda. ¿Qué era aquello? Una niña, de cabellos rubios con los que los últimos rayos de sol jugaban a sacarles brillo, inclinada sobre una fuente. El agua saltaba y saludaba a la pequeña, que, como años atrás había visto de igual modo, les hablaba como si de sus amigos se tratase.

Una caricia mutua, limpia de todo mal. Porque para ella eran reales, ellos estaban allí. Con la sonrisa fragmentada y esparcida en el agua. Y ellos no existían para nadie más, solo para ella.

Despues de once años...

domingo, 10 de mayo de 2009

Viajando entre lunas

El aire quema en los pulmones, como mil hojas de metal queriendo atravesar el pecho. Recorre el suelo empedrado, con la mirada perdida entre símbolos que permanecen un segundo en su memoria para despues desaparecer. Descalza, mira hacia atrás, quiere buscar sin querer a aquel que se convierte en su perseguidor. Y muy pronto ejecutor.

Escucha la risa allá en el fondo, y a la vez tan cerca de si misma. Una risa desquiciada, burlona y traicionera. ¿Se burla de su desgracia, de su desdicha y su llanto?

Sí, su llanto. No encuentra el camino, y se ahoga entre las paredes a su derecha e izquierda, que cada vez se estrechan más a sus ojos.

Se deja caer, rendida, mientras espera con los ojos cerrados a que venga hasta ella lo que más teme. Los entreabre al ver como se retrasa, y grita al ver ante ella lo que nunca pudo decir. Un gato frente a ella, sonriendo con malicia. Se desvanecia dejando tan solo la sonrisa. Todo el mundo vio alguna vez a un gato sin sonrisa, pero ¿una sonrisa sin gato?

Al fin llega, se cierne sobre ella. Se ve morir mientras todavía es consciente. Se ve volar, y bajo ella, el laberinto del que no pudo escapar. Aquella risa todavía resuena...


... Lo que la hace despertar. La lluvia cae sobre el cristal, haciendolo llorar. El traqueteo del autobús no consiguió despertarla, y mira sorprendida a su alrededor, donde no hay nadie.

Vuelve de nuevo a las calles, donde las lágrimas del cielo caen sobre ella. Durante minutos espera en silencio y quieta, sin creer todavía que volvió del País de las Maravillas.

martes, 5 de mayo de 2009

Para Adolfo y Susana

El tic-tac del reloj había desaparecido hacia tiempo, pero ni siquiera se percató. Tampoco se dio cuenta de que las luces habían desaparecido casi por completo. Se veía obligado a forzar la vista y a acostumbrarse a la oscuridad, incoscientemente.

Los minutos huían, ni la oscuridad habia conseguido vencerle, pero al fin el sueño lo arropó con ternura. El niño dormía apaciblemente, apoyado sobre la mesa, sobre un libro que en mitad del sueño sus dedos acariciaban sin querer.

Cuando quiso despertar, lo primero que vio fue un cristal frente a el. Tenía una forma extraña, como cilindrica, y dentro de él caía... ¿arena? Se incorporó con lentitud, y pudo ver bien. Un enorme reloj de arena, que acababa de rotar por la mano de un desconocido. El niño no se sobresaltó siquiera, tan solo contempló a aquel hombre tan grande para él, que su sola presencia despedía sabiduría.

Miró a su alrededor y vió un escenario completamente distinto en el que había caído dormido: una magnífica biblioteca, de conocimiento ancestral y olvidado, cuyos libros eran rozados por livianos rayos de sol, que pedían paso por grandes cristaleras.

El Sabio le tendió la mano al pequeño, que tomo sin dudar. Ambos caminaron por largos corredores, siguiendo una voz, que se hacía más fuerte a cada paso. Jamás se oyó voz más hermosa, tanto que ni siquiera llegó a nuestro mundo. Aquella voz hablaba de maravillosas personas, que marcaron la historia pero pasando desapercibidas.

Aquel niño olvidó el cómo regresar a su mundo, y tan solo quería escuchar aquellas maravillosas historias que allí encontró. Tiempo e Historia. Laberintos de Tiempo y Rincones de Historia.

Aprendió, y llenaron parte de su alma.

¿Un final feliz?

Los niños a su alrededor, esperando expectantes a que el anciano comenzara el cuento. Las letras parecen flotar a su alrededor mientras mantiene el libro abierto. Permanezco a sus pies, junto con los pequeños, cuando comienza a narrar:

“Una jinete, de la que padre y hermanos estaban orgullosos Descendía de una de las mejores familias domadoras de caballos, que servía junto al gran sabio y a la mejor tiradora del reino, a los dos reyes gobernantes. También un mago, con la lengua más larga que la espada, se unía a rendir pleitesía.

Una tarde en la que jinete paseaba, desmontó de su caballo a tumbarse a la sombra de un árbol. ¿Pero era un simple árbol? No, pues de él surgió el rostro de una hermosa mujer. Muchos se preguntaran por lo extraño de aquel hecho. Pero si, así fue. Ese árbol vivía, sentía y amaba. Y resultaba que amaba a la jinete, ya que ese árbol contenía a una dríada, una hada del bosque. Algunos incluso decían que era la misma Madre Naturaleza. Largas tardes discurrieron, en todas ellas la jinete iba a visitar a la dríada, hasta que ésta decidió tomar su forma humana.”

El relato en el que hallo totalmente se ve interrumpido por uno de los pequeños que está a mi lado:

- ¿Y tiene este cuento final feliz?

- No, por desgracia – responde el viejo cuentacuentos, con una tristeza que casi es mía.

“Pues el castillo se vio asaltado por crueles enemigos. El castillo en el que habitaban fue rodeado por las llamas. Los que allí vivían se vieron obligados a luchar, a huir o a morir. No hay final feliz para este cuento, pero hay quien dice, que los grandes protagonistas de esta historia aún vagan por este mundo buscando su final feliz.”

- Yo creo que sí lo conseguirán – se alza una voz entre la pequeña multitud infantil.

El viejo cuentacuentos sonríe de un modo algo triste, a la par que cierra el libro, llevándose las letras que bailan junto al hogar y la magia, para guardarlas en un lugar muy secreto de su corazón.

Se dirige ahora hacia mí, y con gesto muy solemne me habla, con palabras que solo aumentan mi intriga:

- No dejes de buscarlo, pues el castillo que una vez fue, sigue en pie.

lunes, 4 de mayo de 2009

Confusión

La creía perdida, que gran error. Vagando por las calles, sintiendo que no solo la distancia física los separaba. Mirando al cielo, hacia la oscura bóveda que lo cubría siempre. Y de vez en cuando, se desviaba un poco ¿Hacia donde? Hacia su ventana.

Una guardia inútil, que a nada conducía. Al igual que sus negros pensamientos. Al igual que la estúpida esperanza de que sus ojos se asomaran por la ventana para encontrarse con los suyos, o quiza le dedicara un pensamiento trayéndole su aroma...

Cuanto más lo negaba, más sólida se hacía esa certeza. Dioses, no podía ser.
Cuando más se esforzaba en apartarla de sus pensamientos, con más fuerza y ansia volvía.

Intentaba refugiarse entre las letras que en su día ofrecieron consuelo, pero siempre regresaba. Siempre. Una y otra vez:

"No es tu lugar, no intentes ocuparlo. Jamás te corresponderá"

Y que terror sentía, pues era a la vez oportunidad para tenerla eternamente a su lado o dejarla escapar para no volverla a ver.

Dioses, ¿qué hacer? ¿Negar el sentimiento y hacerlo más fuerte? ¿Aceptarlo y seguir viendo como los ama?

DIOSES, ¿CÓMO PUEDO MENTIR Y DECIR QUE NO LA NECESITO A MI LADO?

sábado, 2 de mayo de 2009

Mañana y color

No escucho más que la música en mis oídos, solo veo la pared a la que ahora doy color y vida. El sol, que no parece querer despegarse de mi nuca. Ahora no existe nada más; ni el recuerdo de los insultos en mi cabeza, ni las miradas cargadas de odio o repugnancia. Tan solo la música, la pintura y esta pared.

El sudor corre por mi frente, y algo quiere que vuelva la mirada hacia el astro rey. Retiro los cascos en mi cuello, y las voces cantantes resuenan lejanas. Mi mirada no aguanta mucho más la luz, y se dirige hacia un punto en la nada. No, hacia la nada no. Había algo muy extraño en este descampado en las afueras del barrio. Las malas hierbas están todas reunidas en un punto, junto con cartones y demás desperdicios. Y entre ellos, al acercarme, un pequeño peluche.

Empiezo a apartar todo aquello. Quisiera no haberlo encontrado jamás, no haber ido a ese lugar como hacía cada día. Haber faltado a mi costumbre diaria por una vez, o quizá detenerme cuando aún estaba a tiempo. No.

Unas pequeñas manos sostienen aquel peluche con una ternura que pocas veces había visto. Unas manos inertes, como el resto del cuerpo. Junto a él, dos más. Sostengo el peluche y retrocedo un par de pasos. Esos tres niños, que solían venir a escondidas de sus padres con sus bicicletas, donde tenían libertad. Los ojos están cubiertos con tiras de celo, y todo golpes en sus cuerpos… Sangre por todas partes.

El horror supera todos los límites, pero no hay grito que pueda expresarlo. Permanecerán para siempre en la oscuridad. El pequeño osito, refugiado en mi mano, también sangra.