jueves, 29 de abril de 2010

A ti me encomiendo

¿Quién no soñó alguna vez que navegaba, libre el cielo de cualquier obstáculo para contemplar su infinita belleza? En el mar no existen horizontes, se derriban a cada nuevo embarque. Por eso viajo hacia el infinito, constantemente, bajo las órdenes de nuestro capitán.

En algún puerto recibo las cartas que me envían mis queridos amigos y familia. Son un aliento para continuar adelante. Sea cual sea mi destino y final, podré reunirme con ellos. Algunos siguen insistiendo en que regrese, que todavía puedo olvidar mis sueños, volver a tierra y sentar la cabeza con alguna mujer. No pueden entender que me ahogo en la tierra, un suelo demasiado firme bajo mis pies.

Pero ahora, mi gran sueño de libertad y vida en el mar se ha difuminado un poco. En esta ocasión es la batalla lo que me aleja de casa. Importantes banderas se hanzan de entre la arboladura, orgullosas. Hasta que no caigan en manos enemigas no cesará el combate.
El capitán posa sus ojos sobre el mapa, aunque no es del todo necesario. Todos podríamos predecir cual será el punto de encuentro. Una guerra encubierta en la que nosotros conocemos nuestros objetivos, pero desconocemos quién nos aniquilara con sus cañones. Un fuego cruzado en completo caos y muy pocas esperanzas de sobrevivir.

Nuestros hombres se han encomendado en cuerpo y alma a sus dioses, porque no sea muy lejano el encuentro con sus familias. Ojalá que no vacilé al disparar, que no tiemble mi pie en emprender el camino a casa.

Ya vemos la costa, el pequeño y desafortunado pueblo que será víctima de nuestro egoísmo. Pronto teñiremos estas aguas con nuestra sangre, y sembraremos el llanto y la muerte a este pequeño rincón de paz.

miércoles, 28 de abril de 2010

¡Una más!

En algunos momentos tenemos que dejarnos llevar, como si del viento se tratase, por la magia de algún lugar. Cansados al volver, pero con una gran sonrisa de satisfacción. Hemos sido reyes por un escaso tiempo, ¡pero que grande! Todos hemos sentido la magia, la emoción por hacer algo en lo que nos hemos dejado la piel. Hemos sido uno con el escenario

Que gran festín, que gran momento, que gran estreno, que gran familia

^^

miércoles, 21 de abril de 2010

Las puertas a un paraíso

Nos atrevimos a pisar el límite del miedo, ignorando la presa que hacía en nuestros corazones, en un último intento de hacer acopio de sentido común. No funcionó, ni aunque fuera por nuestras propias vidas. Habíamos huído de casa, cada cual con sus motivos o sin ellos. Gozamos durante nuestro momento de gloria aquella libertad robada. Y quedaban lejos ya los gritos en los que rogaban que volviésemos a casa. Solo unos pocos verían satisfechos su deseo.

Los campos verdes eran nuestro lecho, el cielo oscuro nuestro refugio para las ideas que a la espera del sueño acosan la mente. Éramos niños jugando a ser mayores. Hasta que aparecieron los lobos. Demasiado fieros, demasiado astutos para ser solo lobos. Esperaron a que advirtiésemos su presencia para cercarnos y dejarnos sin salida. Solo yo fui consciente del gran peligro. Ellos no querían abandonar aquellos jardines que auguraban nuestra muerte. Cedieron por fin y comenzaron a caminar, como en una pesadilla en la que se es consciente del gran peligro, tan solo para el soñador.

Intetaba volver a casa, pero no me dejaron. Sobre mis piernas se lanzaron para hacerme caer. Después sobre mi cuello, liberando mi sangre sin control. Me hundí para siempre en las tinieblas, sería su festín durante, al menos, una noche.

lunes, 19 de abril de 2010

Elección

Añorando una vida que jamás he sentido mía, a la que nunca antes he tenido apego, por la que jamás luché para conservar. Hemos combatido en el infierno donde llueven flechas que no distinguen alma pura de impura. ¿Quién nos ha dotado jamás para emitir juicio sobre la vida ajena? ¿Cómo evitar que caigan inertes sobre la dura piedra? Criaturas celestiales, demoníacas y humanas comparten un mismo rasgo: un intachable egoísmo. No han dejado de evidenciarlo en cada uno de sus pasos.

Y ahora, elegir. Una vida irreal, cubierta estoy de ensueño, de mentira. Una ilusión en la que puedo discernir cada detalle que diste con la realidad. Nos esperan fuera, dice Isaac. ¿Por qué no puede ser esta mi realidad? Un proyecto que solo ha servido para arruinar nuestras vidas.

Quisiera despojarme de mis propias alas para poder volar con una verdadera libertad. Quisiera poder haber escogido mi propio camino, mis propios errores, mis propios tropiezos. Haber guíado mi vida como todo humano puede hacer.
Nos brindan la vida y el paraíso. Dudo que haya retorno, y es imposible tomar parte de los dos.

Quiero entregarme en cuerpo y alma a aquel al que decidí entregar mi corazón, sin temor a la condena. Quiero sentir como me hundo entre la multitud y ser una más. Solo una más

domingo, 18 de abril de 2010

La Invasión

La lluvia golpeaba nuestros rostros, incansable. Nuestras coberturas parecían ya inútiles ante aquel mal tiempo. Habíamos descartado la posibilidad de ver de nuevo el sol. Nuestro pan de cada día eran las muertes, los gritos de desesperación, las mujeres, convertidas también en soldados, guardando su llanto para los momentos de soledad.

Atrapados en una ciudad que había perdido la vida. Devastada y abandonada. Los civiles habían huído prácticamente a pie, pues los combates se produjeron inesperadamente. Los bombardeos desde el aire destruyeron las viviendas y los cuerpos de los que dormían apaciblemente aquella mañana. Terror e histeria. La mayoría ni siquiera pudo salvar a sus hijos. Caían en el camino, pues el enemigo invasor no diferenciaba civil de combatiente.

El combate abierto ha acabado, y ahora solo podemos ver escaramuzas allí y allá. El enemigo se adentró en los subterráneos y catacumbas de la ciudad. Solo debemos aguardar a que se decidan a salir, como ratas. Y yo debo advertirlos a todos. En lo alto de la torre, mi mano no debe temblar al disparar mi rifle. La mira está muy maltrecha, pero eso no me impide acertar.

Todos lloramos en nuestros pequeños rincones. Aquí arriba hace frío, hay tiempo para pensar.
Esta mañana solo van tres cascos enemigos, demasiado pocos

miércoles, 14 de abril de 2010

Soldados de plomo

Nos despertamos como si de bombas sobre nuestra ciudad cayeran. Aturdidos y asustados, mi hermano y yo saltamos de la cama buscando a nuestro alrededor el foco del bombardeo. Pero no vimos luces por las ventanas, tampoco nuestros padres habían corrido para ponernos a salvo en el refugio. Nadie más parecía haberse visto sobresaltado por la pequeña guerrilla que se desarrollaba en algún lugar, todavía no sabíamos donde. La guerra era una realidad, pero ya quedaban lejos los campos de batalla en mitad de la ciudad.

Mi pequeño hermano empezamos a buscar el origen, extrañados y curiosos, pues habíamos reemplazado el miedo. Bajo las camas, en los pasillos, en las calles bajo nuestras ventanas. Nada. Hasta que por último acudimos a nuestro baúl, y resolvimos el misterio para resolver uno mucho mayor. Nuestros soldados de plomo, nuestros pequeños batallones en miniatura, combatían con ferocidad en el pequeño espacio de madera. Con pasión, sin rendirse. Caían algunos, para volver a levantarse. Parecía cosa nuestra el haberles inculcado a luchar cada día, sin rendirse, como método eficaz para nuestro aburrimiento. Ya nunca más, después de aquella noche, encontramos roto algún soldadito de plomo. Eran nuestros soldados, y luchaban por nosotros.

Merecen respeto aquellos que entregan la vida en manos de un general de visión suicida

domingo, 11 de abril de 2010

Perdí...

He perdido la cuenta de las veces que he navegado en los mares del otro lado del mundo. De las veces que luché por el amor de una dama que jamás supo de mi existencia. De las veces que disparé un arcabuz robando la vida a soldados, sin sentirlo nunca en mis manos. De las veces que sentí el miedo al hundirme en la selva virgen de Maracaibo. De las veces que perdí el control con el alcohol en la Tortuga, junto con mis queridos compañeros que jamás me conocieron.

Perdí años hundiéndome en sueños y en libros que me dieron el alma. Años no perdidos, años que me hicieron sentir viva.

jueves, 8 de abril de 2010

Sentido a la vida

Como hojas de papel, mis manos pueden ser igual de hirientes si sostienen una pluma. Es más fuerte que la espada, de eso no cabe duda. Aunque llegado el momento, me arrepentí de volcar toda mi vida sobre el papel y la tinta. Encerrada en el hogar y cansada del repetitivo llamar de mis conocidos, desconecté el teléfono y olvidé la existencia de la puerta. Tan solo necesitaba lo básico para escribir; el resto era secundario.
Un sentimiento narcisista predominó en todo mi ser. Tan solo podía salir en busca de víveres y nuevos materiales para el sentido de mi vida. Pero llegó la desesperación. Mis conocidos y mi pareja rondaban la zona. Se apostaron cerca de mi casa, esperando mis salidas. Mi mejor amigo me descubrió, y me abordó de un modo incluso violento.
Me desembaracé de él sin dirigirle una palabra. Entonces le había perdido para siempre, y nada me importó en aquel momento.

No llegué a percibir el cambio. Supongo que ocurrió mientras dormía, al desfallecer sobre mi escritorio y las hojas de papel. Vi entonces mi sueño cumplido, pero de una forma totalmente opuesta. La suave textura del papel se apoderó de mis manos, extendiéndose hacia todo mi cuerpo. Ya no era humana.

Mi cuerpo era frágil, mínimo en comparación a mi antigua forma. No quise sucumbir al horror al ver mi existencia vacía, como una hoja en blanco. Tomé la pluma y empecé de nuevo a escribir mi vida. Una vez más, perdí consciencia del tiempo. Pudieron pasar semanas tal vez, hasta que no pude resistir más el impulso de salir. Aquel día llovía con intensidad.

Unos pasos bastaron para ver caer el agua sobre mí, pero no sentirla en absoluto.
Unos minutos bastaron para reducirme a la nada. Mi existencia entera había sido reducida a trozos de papel. Vacía, como un papel en blanco, una pluma sin tinta, y sin sangre para escribir.

lunes, 5 de abril de 2010

Luchar o morir

No envidio a los soldados. Tampoco sus armas ni esa increíble sensación de poder al tomarlas fuertemente para disparar. Esta noche soñé que guerreaba, mataba y luchaba por mi vida por una enfrenta que no era mía. Escuchaba la veloz metralla volar sobre nuestras cabezas, impactando en algún soldado amigo. Sentí que los estimaba, a medida que iban cayendo más y más compañeros a mi alrededor. Me extrañé, pues no había visto jamás el rostro de la mayoría. Pero sentí que a cada segundo nos manteníamos con vida mutuamente.

Nuestra trinchera pronto sería abatida, pues quedaban más cuerpos por identificar que soldados propiamente dichos. Quise llorar y gritar desesperado, hacerme oír por encima de aquella locura. Quería escapar de toda aquella sangre a mi alrededor. Y el único modo que me habían instruido era tomar mi rifle y cargar contra el enemigo.

Los veía correr hacia nosotros, como suicidas. Con aquellos malditos cascos a los que debía hacer volar. Disparé sin pensar, casi cerrando los ojos. Hasta que sentí un impacto, como si me ¿desintegrara?

domingo, 4 de abril de 2010

Cruz de navajas

Me arranqué el corazón haciéndome creer a mí misma que sería la única vez, que nada de aquello llegaría más lejos que un simple juego. Al fin y al cabo, siempre quisiste experimentar cosas nuevas, ¿no es cierto? Aquella mañana no quise haberme despertado; sentía en mi interior que todo aquello que habíamos creado juntas, había sido roto por una pizca de aire. Tal era su fragilidad. Un abismo en mi pecho que no me dejaba respirar.

Nos encontramos pocas horas después, y él te acompañaba. Quise ignorar el hecho de que te tomaba de la mano. Poco a poco, me invadió la sensación de ser una intrusa en aquel lugar. Y confesasteis aquel secreto terrible. Surgieron dudas que derribaron las certezas, que dejaron paso a algo nuevo.

Me lancé a correr, intentando olvidar, intentando perdonar, expulsando la negrura y aquel dolor tan intenso que no me dejaría vivir.
Ya no podía saber estaba hundida en la más terrible de mis pesadillas, o atrapada en la simple realidad. No podía entender, no puedo entenderlo.

... Era tan solo un juego, ¿no?