jueves, 31 de diciembre de 2009

No need to say Goodbye

Parece mentira todas las cosas que han pasado este año. Y también parece mentira que se escape, al fin y al cabo, es solo tiempo.
Como el viento, te roza y después se marcha.

¿Y que puedo decir? Que es imposible olvidar todas aquellas historias que han quedado escritas, y a las que todavía queda ponerles final. Que aunque hemos perdido, también hemos ganado. Que tenemos muchas sonrisas que no se han guardado. Que vienen nuevos tiempos para añadir un número más a los años que hace que nos conocemos.
Que aún nos quedan días 22 para celebrar.
Sonrisas que regalar, abrazos que ofrecer. Gracias

Y que no hace falta decir adiós. Basta con una mirada y un abrazo.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Mirando a Metáfora

Aquellas últimas semanas las utilizamos para poder todo en orden. Para resolver los asuntos que nos quedaban en este mundo. No podía quedar ni un cabo suelto, ni una palabra por decir, ni un afecto que mostrar. Volvíamos a casa, pero nos preparabamos para entrar en guerra.

Caroline estaba absorta en querer ser útil, y progresó de una manera increíble. Drusila y Alphonse, amantes ahora, se preparan para tomar la corona de un reino del que nada saben. Vontiere y Lillitz... bueno, supongo que tendrán su final feliz, tal como querían.
De todo corazón, que no se trunquen sus sueños. Todos merecemos un amor correspondido.

...

Entramos en Metáfora.

Todo parece acuarela y lienzo en nuestro hogar. Las nubes cambian a voluntad, de forma y color. La tierra huele como si acabara de caer una llovizna, pura y limpia. Los años no pesan como en el mundo real, acostumbrados a sus leyes, ahora somos invencibles.

... Y ruego que esos ánimos nos acompañen en la conquista.

Hojas al sol

Quiero creer que todo fue un sueño. Todos lo queremos así, a juzgar por sus miradas perdidas. Ahora el combate ha acabado, aunque la sangre sigue buscando su camino en la tierra, como si fuera un río.

Las hojas de sus espadas brillaban al sol. Y las cabezas rodaban con tan solo un corte. Jamás había escuchado tantos gritos de muerte y de guerra. Todo el odio concentrado en sus gargantas, alentados por una causa que no es la suya. Sus cerebros poblados por ideas que son huecas, que jamás llenaron sus corazones.

Ahora los niños lloran encogidos sobre sí mismos, intentando apartar una pregunta de sus mentes:

¿Por qué?

¿¡Cómo puede tener sentido tanta muerte!?

viernes, 18 de diciembre de 2009

¿Un cuento?

La vida parece que se nos escapa entre descansos. Esperando que llegue el momento para poder hablar. Las palabras huyen con el tiempo. Si esperamos demasiado, se pierden para siempre. Pensamientos confusos, lágrimas ahogadas. Los puños apretados porque no podemos hacer nada más. Impotentes, exhaustos.

Nadie sabe qué pasó, cómo fue lo que murió. Porque esperaron tanto las palabras que llevaban la verdad.

Y colorín colorado,
este cuento se ha acabado.

Ella

Tumbada sobre la cama, los ojos cerrados y la respiración tranquila. Fuera llueve, y mis ojos ya han aprendido a ignorar la luz blanquecina frente a mí, a lo lejos. Un silencio absoluto, ni siquiera oigo sus pisadas. Tan solo siento sus manos acariciar mi espalda, haciéndome estremecer, antes de echarse sobre mí. Conoce su lugar exacto en mi espalda, también en mi pecho. En mis labios. El lugar de sus manos en mi rostro antes de robarme un beso.
Después tan solo sonríe traviesa y se marcha.

Mira por la ventana hacia el cielo gris, y después busca refugio contra mi cuerpo. Cerramos los ojos, mientras sus dedos acarician distraídos mi mano.

Me gusta ver como se encoge poco a poco mientras la abrazo desde su espalda. La sonrisa que adivino al besarla. Su mano buscando la mía. Riéndo sin control, abrazando a cualquiera que le dé un poquito de su corazón.

Una mirada atenta a cualquier gesto. Es... especial. Es ella, y nada más.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Efímeras

El frío me congelaba los dedos, pero seguía caminando incosciente. Solo levanté la vista ante la luz que me golpeaba los ojos. La noche era oscura, y de las ventanas surgía una luz blanquecina. Y allí estaba. Sin conocerla, sabiendo que nunca más volvería a verla.

Preciosa, encantadora, dulce en la mirada. Acariciando las palabras con sus labios, y con sus dedos al hombre que la acompañaba en la mesa. Tan solo un cristal me separaba de ella. A la vez tan cerca y tan lejos.

Envidié profundamente a aquel hombre. Tal vez marido, tal vez amante.

Quería sentir su calor junto a mí, y percibir como se esfumaba poco a poco entre mis sábanas. Tener aquellos labios susurrando sentimientos que nunca fueron para mí.

Y aquella fantasía transcurrió entre paso y paso. Sonrió, me miró por un instante, y en su memoria se borró mi rostro para siempre. Yo continúo caminando hacia casa, tarareando la canción de todos los días. Con una nueva musa que inspira estas palabras.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Frases gastadas

Mi prisión es una sala de espejos, en los que se reflejan las maravillas del mundo. Ahí reside la tortura. Son solo imágenes, intocables para mí. No tengo consciencia del tiempo que pasa. Tan solo puedo caminar, o mirar el techo que parece una puerta al abismo. A veces sueño que quiere tragarme, igual que los espejos.

Se escucha una melodía, y resuena lejana, en los momentos en los que consigo conciliar un sueño intranquilo. Parece querer acariciar, al igual que yo, las furiosas olas del mal que veo ante mí. O quizas aquel cielo azul, que empieza a cubrirse de nubes y a adelantar el atardecer. Maravilloso y perfecto.

Espejos y mi alma inmortal.
Condenado para la eternidad.
La melodía no para de sonar.

Y unas voces que parecen surgir de la locura ocupan mi mente con las preguntas que siempre me quedaron por responder.

¿Quién eres tú? ¿Por qué estás viviendo?
¿Quién eres tú? ¿Por qué estás luchando?

, me preguntan.

Solo quiero la verdad.

Eras de temor

El viento azota mi rostro a la vez que mis piernas me hacen viajar a gran velocidad por mi patio de juegos que son las calles de la ciudad dormida. La noche es nuestro mejor velo, las sombras nos hacen compañia en los ratos de soledad.

Y los niños, en su tierna infancia, seres que en su día también nosotros fuimos, son nuestros juguetes. Un suspiro pavoroso, o el llanto que acude en sus sueños, ya provocan nuestras risas alocadas y aullantes para lo que parece una eternidad. Rompiendo la quietud de la noche. Nos dicen lobos a veces.

Ignorantes, nos insultan nombrándonos así. Desconocen lo perfecto de nuestro cuerpo. Veloces como el viento, somos sombras en el bosque, nuestros afilados dientes arrancan con facilidad la frágil carne viva. Nuestros largos dedos, antinaturales para los humanos, son más hábiles de lo que se haya visto jamás. Y su tacto es gélido como el hielo. Eso los hace estremecer.

Para aquellos que tengan la desgracia de iluminarnos con la luz de sus ojos mortales, tan solo verán a unos niños ajados, perdidos y abandonados.

¡Sometidos a la ley del bosque! Rechazando toda sociedad, confiamos en las costumbres de un mundo antiguo, ancestral y milenario. Solo así podemos conservar nuestra existencia y nuestro linaje impuro.

¡Jajá! No será tan fácil exterminarnos. Somos los Usurpadores.

No sabría nombrarlo...

El sol despierta en la ciudad de la que intentamos huir cada día. Pero tampoco queremos desaparecer por completo de su belleza, pues nos da una libertad donde otros solo encuentran una prisión.
Una canción resuena constantemente en nuestras cabezas, como uno solo. Ni siquiera nos miramos, tan solo tenemos ojos para el horizonte. Para no caer. Y no solo nos une la canción. También las miradas, y las sonrisas.

No hay obstáculos, todo es superable.

Todo es belleza. Ver como se desfiguran los escenarios mientras recorremos las carreteras a gran velocidad. Volar debe de ser algo como esto.

Mis dedos acarician el asfalto mientras intento no caer. Equilibrio, gravedad, velocidad, volar, sentir, libertad, soñar, creer, VIVIR.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Sentidos Iluminados (III)

Aquella tarde llovía. El cielo se había vuelto de un gris muy sucio, y todo el Firmamento estaba triste, como el día. A mí me gustaba la lluvia, y quise escaparme de las aulas de descanso para mirar como caía el agua. Las torres eran bien altas, y los monaguillos que se movían por entre los muros de piedra parecían pequeñas hormigas. Y fuera de los muros, más diminutas todavía.


Yo era todavía muy pequeña, y algunos detalles se me escapan al escribirlos. Pero algunas imágenes, imposibles de olvidar, me ayudan a reconstruir todo lo vivido. Es increíble ver como afloran los recuerdos cuando sientes en la noche la necesidad imperiosa de escribir todo lo que vuela fugazmente por el pensamiento.


Era la primera vez que recuerdo ver más allá de los muros que creaban mi mundo. Y sigo sin saber por qué no lo hice antes, viendo a los mayores de la Orden volar más allá de ellos. Creo que estaba demasiado ocupada intentando desarrollar al máximo a las dos emplumadas que llevo a la espalda.


Reí un poco al ver como todos intentaban refugiarse de la lluvia a la vez que no abandonaban sus quehaceres. Por un momento quise estar entre ellos, sentirme en los seres a los que me asemejaba tanto. Y a la vez éramos tan distintos… Pero me distrajo el sonido de unos pies descalzos subiendo las escalinatas. El silencio en las alturas era tal que se escuchaba hasta el más suave batir de alas. El paso era como una caricia en la pulida piedra. Ni siquiera intenté ocultar mis pequeños novillos. Me fascina el silencio, y como se quiebra suavemente.

Una pequeña Engel llamada Miael apareció por la puerta. Su túnica y sus alas estaban algo empapadas, y su respiración acelerada. Coloqué mis pies dentro de la habitación, seguía sentada en el marco del gran arco.

Vaciló unos instantes antes de hablar, sin mirarme siquiera.


- ... El padre Benjamín... m-me manda buscarte... - sus manos y sus alas temblaban de frío. - Su sermón es o-obligatorio...



Suspiré y me levanté. Realmente hacía frío. Una capa abandonada estaba colocada sobre una de las mesas de estudio en la torre. Pareció aliviarla al verse abrigada por ella. En nuestra instrucción, era la más pequeña en nuestra tanda. También era la de menor estatura, pero eso no la hacía menos veloz.


La tomé de la mano, un poco gélida al tacto, y le sonreí. Por fin me miraba, y me sonrió también. Más con la mirada que con sus labios. Después recordé que no miraba a ninguno de sus compañeros, ni siquiera a los instructores. Me sentía alegre, y tiré de ella escaleras abajo.


- ¡Vamos! Llegarás tarde por mi culpa.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Garabatos

Quiero sentir la libertad en mis manos, tan pura y bella como la vida misma. Estas mismas palabras se escapan de mi mente, de mis dedos. Pero las necesito como el respirar. Se me escapa el aliento, agujas en el alma con cada suspiro. Pesa el corazón. Nadie sabe quién le da la razón. Quieren creer que es lo único que queda, no puede ser más incierto. Sentimientos inconexos, palabras confusas, abrazos deseados. Quieren llegar a un gran final.

No puede ser mas incierto: el corazón, es lo único que nos queda. No creas. Siente.

jueves, 26 de noviembre de 2009

*

El vuelo había continuado alto, incansable. La vida en su interior parecía haber perecido hacia mucho. No se oía nada en su interior. Pero ella seguía, volando, eternamente.

Las alas gastadas, perdido el rumbo, esquivando cualquier cosa en su camino, a base de golpes, en la noche eterna. Pequeñas luces moteaban la oscura cúpula...

Y cuando encontró tierra, cayó por fin. El vuelo de una nave no dura eternamente.

¿De qué me sirven las historias? No hay nada que contar, lo que ocurre está todo dicho. Una vez, y otra, y otra.

La utopía no existe, pero nos hace vivir, nos hace soñar.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Demasiado EXO

La reunión estaba a punto de comenzar. Todos los invitados e implicados habían llegado a tiempo, como una característica un tanto... estremecedora. Todo parecería normal, una congregación cualquiera de contrabandistas y hombres que jugaban fuera de ley.

Serían normales si omitieramos el hecho de que no eran de este planeta. Y yo permanecía sentada junto a ellos, con una mueca de una pasividad un tanto sorprendida. Parecía un bloque de hielo, mientras ellos se dedicaban a ignorarme por completo. Cuando recuperé la conciencia, mi cabeza estaba girada en un pequeño ángulo, signo de total descolocación.

Empezaron a jugar con unos extraños naipes, traídos seguramente de su extraño planeta. Había despertado a esa sala, sin saber cómo, y me hallaba charlando y divirtiendome con una raza extraterrestre.

No son malos conversadores... Tanto EXO es malo para la salud.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Sentidos Iluminados (II)

¿Quién no ha soñado nunca con rozar el cielo?

Desde casi antes que a andar, se me ha enseñado a batir mis alas con fuerza para cruzar el cielo. Nadie jamás podrá decir que existe algo más hermoso que observar el mundo desde las alturas. Todos los Engels podemos apreciarlo, hemos sido dotados con el don de llegar a la vida como seres alados. Pero jamás escuché a alguien ajeno a mi orden maravillarse en las alturas.

No hay peor castigo para un Urielita que que le corten sus alas. Y ojalá que esa imagen quede para siempre en mis sueños, pues de ahí surge. Cuento pocas primaveras en mi vida, pero en mi memoria permanecen todavía menos. Como si un trozo de mis vivencias hubiera sido arrancado, con gran dolor.

El agua... la inmersión en el agua acentúa esa sensación. Como si hubiera pasado largo tiempo sumergida, en una duermevela insana cargada de incertidumbre.

Lo que no se me escapa son los entrenamientos. Durante los primeros tiempos, solo acostumbraba a ver los altos muros de nuestro Firmamento. Muros blancos como el marfil, y tras ellos, el mundo que suponíamos que debía haber.

Hora tras hora, incansables nuestros maestros. Ejercitar las alas, alimentos que saciaban en poco nuestra hambre, y un absoluto silencio ante nuestras insistentes preguntas.

Muchos insistían en conocer al principio, pero poco a poco, esa curiosidad que daba sentido a mi vida fue decayendo en el resto de mis compañeros Urielitas.

Tan solo cuatro de nosotros permanecíamos cuestionandonos e imaginando como sería la vida fuera de los muros. No podré olvidarme de ellos.

Miael, Cadaiel, Nerael y yo, Galadriel.

Quiero

Los dos elementos más arcanos, fuego y agua, se habían puesto en nuestra contra, traídos desde antiguos manuscritos de Metáfora... Que, por supuesto, en manos equivocadas, traen funestas consecuencias.

La iglesia ardió hasta los cimientos, borrando todo rastro de muerte y horror. El padre se alejaba cada vez más de las puertas de San Pedro, y solo podíamos esperar momento propicio para escapar. Lillitz tomó el grimorio, y leyó.

EQUA

Dicen que el agua no tiene memoria. Entonces lo comprobamos. La iglesia acabó derrumbada, y a punto estuvieron muchos de perder la vida. Lo llama cobardía... algun día aprenderá la lección.


Mi propósito en Toledo ha acabado, nos toca de nuevo marchar. Pero sola no, no esta vez. Inferno trota incansable, la compañía sigue en camino, mientras los miro vienen a mí recuerdos que me hacen sonreír.
Y por fin, su mano en la mía. Su cintura la cubre mi brazo, y su mejilla mi rostro. Aspiro su aroma, dulce. Me lleva a lugares que ni siquiera sé que existen. Pero estoy con ella.

La noche llega, y nos sorprende en el lecho, junto a ella. Durante unos momentos se me escapa su cuerpo entre el sueño y la oscuridad. Pero después vuelvo a encontrar su piel, desnuda, frágil, cálida.

Se me pierde el tiempo contigo, por eso quiero compartir lo que me queda de vida contigo.

Sí, quiero.

AE

jueves, 19 de noviembre de 2009

Sentidos Iluminados (I)

Dicen que los caminos del Señor son inescrutables, pero cierto es que aún no he encontrado ninguno que se resista a atravesarlo, a conocerlo, a sentirlo bajo mis pies.

Cada textura del suelo, cada pequeña señal revela un misterio. Tal vez el misterio de cómo seguir adelante, de cómo sobrevivir. Tal vez por todo ello estoy todavía en este mundo.

Aunque mi vida es corta, sigue sorprendiéndome una fuerte energía que parece descender del cielo hasta rozarme en tierna caricia. Puedo percibir las emanaciones de esa misma energía en todo lo que me rodea, en todo lo que desprenda algo de vida. Podría jurar que Dios existe en todas las cosas vivas. Aunque todos parecen ciegos a ella. Es algo realmente maravilloso.

Todavía siguen observándome de forma extraña cuando, sin previo aviso, alguna criatura a simple vista invisible, capta toda mi atención. Creen que hablo con las plantas, o algo por el estilo. Sería fascinante, aunque me basta saber que pueden cederme su energía si llego a necesitarlo.

Regalo de los cielos, la vida. En ella reside lo hermoso; en lo hermoso, lo jovial; joviales, los niños e infantes. La mayor prueba de existencia divina.

Aún sigo creyéndolo, a pesar de que los tiempos se han vuelto tan oscuros, que hasta los mayores pilares de fe se han derrumbado ante la injusticia.

Todo lo que sube, tiende a caer. Todos caeremos algún día.

Segundas oportunidades

Veo iluminarse una habitación lejana desde mi ventana.

Frente a mí, el gigante llorón, derrumbado y roto por las palabras de una mujer. Sus grandes manos viajan desde la mesa hasta su rostro, cubriéndolo por verguenza y pena. Esas manos que me han abrazado, con desgana, pero aún así lo hicieron. Manos que algún golpe me han brindado, pero al ser mi hermano le está permitido.

Frente a frente, somos iguales. Tan parecido a mí, y a la vez tan diferentes.

Se deja el corazón en el acto de amar, también en los duros golpes.

Sus dedos que han aporreado un piano invisible sobre su mesa de madera. Un legado secreto que nadie debe conocer.

Mañana será otro día, para amanecer con el corazón en aullido de dolor, derramándo lágrimas sobre la almohada, callándolas para que nadie pregunte.

Gigante llorón, que pronto has caído. Segunda vez.

lunes, 16 de noviembre de 2009

¡No me llames hada!

Ya no nos llamamos así. Hace mucho que el mundo ha cambiado, y nosotros cambiamos con él. Excepto nuestras costumbres. Seguimos ocultos en el bosque, viviendo solo un poco mejor que los animales, encerrados en estos esqueléticos cuerpos que nos hacen parecer alimañas. Cuerpos que no envejecen. Recuerdo al último de los nuestros que se marchó. Su nombre se ha perdido en mi memoria, y seguramente los nuestros de la suya. Después de todo, para el resto solo somos una pesadilla o un mal recuerdo.
Los recién llegados son niños. Niños arrancados de sus hogares y sustituidos por el más antiguo de nuestra tribu. Al principio lloran, a los pocos días gruñen y rehuyen de los que son su nueva familia. No tardan demasiado en acostumbrarse.

¿Que qué somos? Somos trasgos, suplantadores, ladrones de niños, alimañas. Despojos del recuerdo.

Somos los niños olvidados de la tierra.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Amanecer azul

El amanecer que no termina de llegar tiñe de azul la habitación, las sabanas y las curvas de tu cuerpo. Me despierto entre ellas, escuchando como tu respiración cambia justo cuando despiertas, a la vez que yo.

El sueño nos había vencido limpiamente, y caímos rendidas. No he dejado de buscarte en sueños. Y vuelvo a hundirme en tu hombro después de contemplar tu sonrisa, después de saborear tus labios.

Tu piel tibia parece terciopelo bajo mis dedos.
Tu cuerpo sobre el mío.
Mis labios en los tuyos.

Los grandes Odin y Aisha

El sol jugaba con las nubes, esperando que le encontrara la luna. Y a la vez el viento con las esponjosas almohadas del cielo.

El espectáculo acababa de comenzar. La niña creaba con su padre un fantástico juego de equilibrio y movimiento. Los aplausos eran apagados por la espectación y la sorpresa. Algunas cámaras eran proyectadas a robarles su imagen durante segundos. Los demás niños no perdían ni un movimiento, gritando de alegría y entusiasmo.

Por fin, la pequeña se alzó sobre los hombros de su progenitor hacia el cielo. Mirando primero a la cúpula azul y después a mí misma. Su sonrisa brillaba como el sol, tan clara como el cielo.

Una reverencia, y nos brindan su vida, su arte y las miradas excitadas que les permitiran pasar un día más.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Confuso

Sus manos caían sobre ellas con dureza, sin un mínimo de delicadeza. Una tras otra, gritaban bajo sus golpes, pero ninguna huía. Lo llamaban virtuoso, permanecía inmutable, pero nadie podía ver realmente aquella violencia. Lo llamaban pasión. Lo veían algo bello.

Todo representado como una gran obra teatral, e incluso aplaudían cuando el virtuoso acababa. Y después, para calmar su llanto, las acariciaba tiernamente. Y allí quedaban, abandonadas hasta que alguien volviera a acordarse de ellas....

...en un nuevo concierto. El pianista descargaba toda su pasión en ellas, las teclas. Rotando de golpearlas a acariciarlas con ternura. Arrancando las notas que eran sus gritos. Mientras derramaban tristeza por su olvido. Porque el piano anhela ser tocado de nuevo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La ira del gigante resquebraja la tierra

Los niños jugaban cerca de las ruinas asoladas. No quedaban muy lejos del poblado, al fin y al cabo, y la paz todavía no habia sido borrada del pequeño poblado. Una pequeña comunidad encerrada en aquel paraíso aún intacto.

Los mayores observaban a la gigantesca figura de piedra como algo venerable, como el vestigio de que los dioses tocaron aquella hermosa tierra en alguno de sus caprichos. Y aquella energía que atraía a los niños a jugar a sus pies era la prueba evidente.

También se contaba que era el cadáver petrificado de algún lacayo de los dioses, que había permanecido en la tierra para guardarlos de todo peligro. Como los reconfortaba el sentirse bajo su amparo.

Y como se escuchaban sus gritos de terror con aquella tormenta. Los rayos azotaban la tierra y partían el cielo. Y uno de ellos cayo sobre aquel cuerpo de roca, que entre espasmos volvió a la vida. Tomando su espada de roca, dejando atrás los siglos que había permanecido inmóvil. Mirando con aquellos ojos de luz ámbar a los pequeños seres que corrían a sus pies, aquel error de los dioses.

Huyendo bajo la sombra del coloso.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Cautiva

Ciudad de Toledo:
Largo camino, y al fin ya estamos aquí. Sentir los nervios a flor de piel, atentos a cada mirada que nos hace culpables de una fe de falsa moral. Mirando desde las sombras de nuestras capas.

La vieja iglesia es tu refugio, y no encuentro la manera de entrar sin desmoronarme. Bryan a mi lado, que aunque no lo sabe me da fuerzas. Nos adentramos en el silencio.

Perdóname por mi estupidez. Te fallé, te mentí, y ahora en cambio me pides que compartamos lo que nos queda de vida. No cuentan las distancias. ¿Qué más podría pedir a los cielos?

Los "siervos de Dios" parecen llevar a todos los demonios del infierno en su interior. De otro modo no explico la crueldad que muestran para con los herejes.
¿Cuantas maneras habrá de guiar por el recto camino?
Ahora nos expulsa de la ciudad, saliendo como alma que lleva el diablo.

La mañana traerá nuevos caminos, y de momento el opio nos basta para olvidar. Bryan llora, Drusila duerme, Lillitz se frustra... Como se supone que debiera estar.


Al amanecer esperamos tu salida de la ciudad.

- Drusila asesinó a unos cuantos gorriones, pobres animalillos -

La túnica roja se adentra en el bosque, y allí espera mi emboscada. Criatura encantada, te lanzas a la muerte fingiendo luchar por una causa que nunca fue tuya.
Me revelaste el lugar donde permanece cautiva. Mi deuda contigo es grande, pero tu futuro se me escapa al lanzarte hacia el acero que tu misma haces enemigo.

AE

- Bueno, esto es una llamada a nuestra master, Danielle, para que continue con la partida y que acepte mis disculpas por la vez anterior.
Achuchones pa' ti!

domingo, 8 de noviembre de 2009

Lo veía venir

Siento el miedo llegar, como las luces cegadoras que llegaban desde la carretera. Llegaba tarde unos 15 minutos, y mi impaciencia crecía.

El viento me azotaba. La noche había caído hacía dos horas, pero todavía no estaba en casa. ¿Por qué? Porque aún quedaban cosas por hacer.

Sentí unas lágrimas que aullaban por surgir, pero algo en mi interior no quería cederles el paso. Aulla el viento, como una bestia en la lejanía. Enorme, ancestral y terrible. Que busca con lento paso a su presa. A la que sientes llegar, a la que puedes ver en la lejanía, y esconderte de ella. Aunque nunca del todo. Está a la vez lejos y cerca.

Por fin llega el autobús. No me siento tranquila ni siquiera al sentir el traqueteo de la carretera, que me indica la vuelta a casa. Un temor irracional.



No me sueltes

Infiltración

Hace frío aquí arriba, en las montañas. Me recuerda a mi casa, en Aragón. Solo que la blancura se ve algo distinta, un poco más gris. Más oscura.

A partir de ahora voy a tener que acostumbrarme a tener una biblia siempre en mano. Nunca se sabe cuando puede hacer falta. Pero de ahí nos lleva a los antiguos babilonios, con aquellos malditos rituales en los que la cruel Baal exigía a los recién nacidos abiertos en canal. Para después depositarlos en brasas ardientes.

No sé si aquellos fanáticos perdidos en el bosque, en aquel internado siguen a aquella deidad. Y ahora MariaM está metida en todo el lío. Por orden de nuestro querido superior.

¡Los seres más afortunados de la Tierra! ¡Saltemos hacia no sabemos donde!

En el pecho de aquel muchacho falta su corazón, y nos falta el motivo de aquel sacrifio. Dando palos de ciego. Hay sangre en la nieve, hay sangre en los árboles.

Todos buscan el maldito fin de los tiempos, y se nos han acabado las películas gore. ¡Maldita sea!

Castillo bajo el agua

Esa música no cesará nunca. Hablo de la que provoca el viento, creando aterradores aullidos. Y las almas vivientes se sienten como diminutas hormigas en la gigantesca fortaleza. Todos inmersos en una construcción que no lleva a nada. Los andamios recuerdan a los restos de una criatura terrible hace tiempo vencida.
No hay modo de escapar. Tampoco recuerdan que quieren hacerlo.
Autómatas

lunes, 2 de noviembre de 2009

El concierto

En la iglesia, los cantos religiosos habían sido olvidados y sustituidos por algo más grandioso. El tiempo no existía, mirando sin ver, a aquellos músicos que arrancaban de sus instrumentos melodías increíbles, que transportaban a otro mundo.

Colleman los observaba inmerso en su sonido, ajeno a todo lo demás, ajeno a aquella mujer que se sentaba a su lado. Amiga y amante. Se inclinó sobre su banco en un intento de llegar a ellos, a su etereidad.

Ella le observaba. Temerosa: aquel mundo era nuevo para ella. Extendió una mano incoscientemente, haciendo el amago de acariciar su cuello y su nuca, lentamente, y vencer el frío invernal que cubría aquellos lazos sin amor.

Intentando evocar una belleza, una época ya perdida. Cerrando las viejas heridas, de errores pasados. Porque cada individuo es libre de elegir su propio destino.

Sueños de muerte

El teléfono seguía dando señal, pero nadie lo atendía. Los dos muchachos, idénticos uno a otro, se hallaban en la habitación. Uno tenso y preocupado, el otro se divertía aumentando los nervios de su clon, que se mantenía al teléfono para informar de la muerte que había visto en sueños. Se lamentaría siempre por ser capaz de predecir aquellas desgracias, y aquel espíritu burlón, aquella desconexión de su mente, distorsionada hacia el exterior, estaba destinada a torturarlo. Solo era fruto de su imaginación.

- ¿Que les dirás? ¿Que le viste morir mientras lloriqueabas en la cama?

- No va a servir de nada. Ese tipo ya esta muerto. Corta ya

Su joven hermana entró en la habitación, tan solo para darle un abrazo, ignorando por completo la existencia del delirio de su hermano.

- ¿No hay noticias? - preguntó ella.

El aludido negó con la cabeza, pesaroso. Una rabia surgió de su interior, deseando desfogarla contra aquel ser, que no lo dejaba descansar. Y que ahora se acercaba a él, sonriendo al ver su expresión de rabia contenida.

- Chico, ¡abandona! No voy a largarme. Contigo nací, contigo muero.

sábado, 31 de octubre de 2009

Humor divino

Ya había pasado el tiempo. ¡Suficiente! Ambos sabían que era el momento apropiado para marcharse, a no ser que quisieran un derramamiento de sangre. Aunque sendos pueblos parecían anhelarla como si fuera el agua que saciaba sus gargantas.

Los dioses se mostraban hasta entonces indiferentes hacia el resultado, hacia sus fieles y el resultado de todo aquello. Algún presagio podía manifestarse de un momento a otro.

Y los jefes de aquellos grandes pueblos del imperio azteca lo esperaban impacientes. No sabían cuanta sangre habían vertido a los dioses para ganar su favor. Y también habían olvidado el motivo de la contienda. Solo existía el choque de los aceros, aquella guerra.

Así que se retiraron hasta un momento más propicio, abandonando aquel templo de piedra, decorado con mil totems que mostraban las más horrendas criaturas que advertían del peligro de los infiernos antiguos.

Así que uno de ellos, el que marcó la primera ofensa ya olvidada, volvió la espalda para volver a la seguridad de su pueblo. Y jamás llegaría a comprender como le sobrevino la muerte, pues aquella criatura de pesadilla, tallada en piedra, cobró vida por diversión de sus dioses, atravesando su pecho de parte a parte con la afilada roca.

La sangre brotó de sus labios mientras observaba atónito como aquel ser de piedra volvía a su lugar, dejando un vacío literal en su interior, muy lentamente. Cayó a la vez que moría.

Su rival se mantenía aún quieto, paralizado por el terror. Volvió a recuperarse, tan solo para alzar de forma paulatina un grito que anunciaba victoria, que fue seguido por las voces de todos sus guerreros.

Los dioses eligieron.

domingo, 25 de octubre de 2009

Malkavian goes Human

Una vez más quisiera ver un cielo azul.
Porque todos mis cielos se tiñen de
ROJO SANGRE

Del azul al rojo.
De la vida a la muerte.
Moriría de nuevo
solo por ver
mi cielo azul.

Pero desafortunadamente,
me encanta mi vida.

Volveré a ser humano.

La noche es adorable.
Con todos sus colores.
Con todas sus gentes.

Y no soy el único...
que les dará caza

sábado, 24 de octubre de 2009

Reécrivez

Las palabras en aquel idioma que no me proponía ni a entender hacían que el tiempo pasara lento, demasiado lento. La historia del mundo se mezclaba con una música terrible, mientras el lápiz de mi compañero de mesa giraba en mis manos.

No tardo en arrebatarmelo de las manos, para comenzar a escribir sus resúmenes. No había otro modo de aprenderse aquello.

- Malditas revoluciones... - se quejaba a media voz.

Yo me reía mientras escribía algo parecido a esto mismo... Pero no tardé en desviar mi atención a como mi compañero empezaba a garabatear en la mesa, en un intento de memorizar las matanzas de la revolución francesa.

Yo seguía su trazo en un gesto totalmente pasivo, con una sonrisa idiota en la cara y los ojos adormilados. Cuando acabo por fin, me miró expectante y sonriente.

- ¿A que mola?

Mi carcajada resonó en toda la clase, ganándome una reprimenda de mi profesora de francés. Odio ese idioma, pero me encantan las clases.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Sueño que murió

Aquella pequeña aula de saber estaba en completa calma. La luz y el fresco de la mañana entraban por el enrevesado enrejado que hacía de ventana, proporcionando un halo de luz celestial a la maestra, a aquella amante del saber.

Los alumnos no perdían detalle de sus movimientos, sorprendidos de toda aquella gracia, conocimiento, entereza y sabiduría en un cuerpo de mujer. Sus ropajes blancos bailaban con sus formas, y a ojos soñadores parecía que volaba.

Un pañuelo sostenía en sus gráciles manos, tendiéndolo ante sus discípulos. Y para asombro incrédulo, lo dejó caer al suelo de piedra.

- ¿Quién puede decirme por qué ocurre esto?

(Gravedad)
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El mundo se había rebelado contra la razón. Había sido reemplazada por las espadas. La verguenza, la ira. La muerte era lo único que exigían sus ancestrales dioses. Era su grito de desesperación al verse caer en el olvido.

La única manera de ser escuchados.

Los inocentes huían despavoridos de las hojas teñidas de sangre. Los gritos harían eco para siempre en el universo.

¿Como ven las estrellas tanta muerte?

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Han arrasado todo cuanto diera señales de humanidad, de razón. Los últimos vestigios de conocimiento puro y verdadero ardieron, junto con la bella ciudad, y con ella la puerta que cerraba el paso a la locura.
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Tumbada en el diván, con unos ojos que la observaban con una ternura que parecía querer ser eterna. La gran casa ofrecía en su patio vistas al cielo infinto, y junto a ellas las estrellas del cielo.

Ella alzó una mano, como queriendo, no tocarlas, acariciarlas. Había dejado ya la copa a su lado, olvidando cualquier otra cosa a su alrededor. Y de sus labios se escapó incosciente:

- ... Si pudiera conocerlo... Solo un poco...

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No puedo creer en un dios que haya creado el hombre. No es salvador, sino esclavo de ellos. Sometido a cumplir venganza o recompensa según su capricho.

Un dios que promueve la ignorancia, la obediencia ciega, despreocupado del mundo, ocupado solo en sus propios intereses y solo habla con aquellos de corazón tan podrido como su fé.

¡No puedo creer en él!

martes, 20 de octubre de 2009

Se me escapó el tiempo

No existía el por qué. O quizás sí, y nunca quisimos prestarle atención. Nuestras mentes estaban demasiado ocupadas en el instinto de supervivencia, en el nuevo modo de saber como seguríamos adelante el día de mañana. Pero no podíamos contar el mañana. No veíamos el sol.

Aquel encierro en principio voluntario se habia convertido en nuestra prisión. No podemos salir. Unas catacumbas de perdición, galerías de tamaño grandioso que alguna vez creí ver en delirio o en sueño.
Escaleras, que al saltarlas parece que puedo volar. La fría piedra, que deja entre sus gastadas paredes algún roto la luz que intenta imitar al sol. ¡Esta luz nunca cambia! Ni de noche ni de día, ni siquiera cuando aguantamos el agotamiento para ver en el cielo oscuro brillar una estrella. No llegan hasta aquí. Una luz que nunca se apaga, y así, mientras podamos verla, habrá vida.

Puertas, solo puertas. Madera muerta que encierra los aullidos y gemidos que provienen del ultratumba. En nuestra conciencia solo esta el deseo, el deber de conocer lo que se esconde tras ellas. Bestias enfurecidas que buscan nuestra sangre. Eso es lo único que encontramos hasta ahora.

Las hojas de nuestras espadas ya están gastadas, pero mientras no se quiebren serán utiles.

No recuerdo el número de compañeros que eramos al entrar, pero ahora solo puedo contar a tres de elllos. Las voces están cayendo ya en el olvido, al igual que los nombres. No necesitamos las palabras para infundir el ánimo para luchar una vez más, en la que nos mentimos creyendo que será la última. Ella, la única mujer que prevalece. Era. Ese era su nombre.
La primera que toma el arma para volver a luchar, la que primero atraviesa las puertas y la que entra en las cámaras de muerte.

Su espada tiene una sed insaciable.
El coraje que transmiten sus ojos es suficiente para que la sigamos hasta el mismísimo infierno.

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Volar es una sensación increíble. Y pienso saborearla una vez más antes de sumergirme en las profundidades de la tierra.

Mis brazos se mueven al compás de las alas, guiando a este titán de hierro, este Ganmen. Mi espíritu le da la vida, y por eso obedece mis movimientos. Quién iba a decir que estar encerrado en su interior me cedería más libertad que cualquier otra cosa.

Ada aún vacila al manejarse con él, y no es cosa rara. Hace apenas dos días que maneja a estos titanes, el arte de la nueva tecnología. Sin embargo, su espíritu es muy fuerte. Sus ganas de vivir se muestran en el afán de su carrera. Alguien increíble.

Espero que no tenga miedo a la oscuridad.

Alzamos el vuelo, y descendemos en picado hacia una abertura de aquellas oscuras grutas. Vamos a poner fin a los gritos agónicos que surgen de lo profundo.

sábado, 17 de octubre de 2009

Derrochando ingenio

La clase de Historia comenzaba a ser terriblemente aburrida, por lo que cada alumno había desviado su atenció a cosas más importantes que todo aquello que pertenecía al pasado. Leigh y Tess reían entre ellos, a escondidas siempre, carteandose entre ellos. Los sueños de cada uno resultaban un tema de conversación de lo más interesante.

Dale se había aislado en su propio mundo digital, mientras echaba alguna ojeada a los garabatos que hacía T.J., que amenazaba con caer dormido. Tan solo los suaves toques en el hombro por parte de Dale lo mantenían animado, juntando a eso los juguetones intentos de robarle la consola.

Matt, en primera fila, y para agrado de su profesor, no despegaba el lápiz de su libreta. El muy iluso creería que hacia las tareas. Pero nada más lejos de la realidad.

Las notas no podían esperar a escaparse de su imaginación, y pronto estarían siendo acariciadas por la guitarra. Su primer concierto estaba cerca.

viernes, 16 de octubre de 2009

Hacia Waterloo

Nadie podía sospechar de que aquella noche podía ser tan trágica, tan destructiva.

El gran salón estaba atestado de música y sus bailarines, sintiendo la esencia de aquellos valses de violines ahora muertos. Cada pareja sumergida en sendos ojos, dejándose llevar y olvidando por completo todo a su alrededor.

El Lord y su esposa contemplaban desde las escaleras, hasta que el primero tomó a su mujer de la mano para conducirla hacia la pista y convertirse por momentos en bellos bailarines.

Todos se percataron, sin embargo, de la llegada del soldado. Abatido, cansado y derrotado, buscaba sin descanso al anfitrión de aquella fastuosa fiesta. Solo le faltaba gritar al cielo y rogar por calma interior. Se volvió y encontró de frente al objeto de su búsqueda.

Todos siguieron en su baile, en su paraíso, mientras el Lord se retiraba tranquila y lentamente. Casi incoscientemente, los oficiales fueron reuniendose desde distintos puntos hasta un mismo punto para escuchar sus palabras.

- Mi señor... - comenzó el soldado con voz temblorosa - La frontera de Byern ha caído.

Todos se encogieron sobre sí mismos levemente, en choque por la fatal noticia. El enemigo estaba cerca, y contenerlo sería harto difícil.

- De acuerdo, vuelva a su puesto, soldado - dijo el Lord - Capitán Ladhir, tome a su caballería y refuerce las tropas.

El aludido se apresuro a obedecer, pesaroso. El Lord se volvió para continuar con la fiesta, pero la música se había detenido. Su esposa se aproximaba con aire preocupado, y todas las miradas comenzaban a caer sobre ellos. El anfitrión tomo la mano de su compañera y la besó.

- Que continúe la fiesta. Nada de alarmas ni miedos.

Los músicos retomaron su arte, y todo volvió a ser como en su comienzo.

La calma era primordial para vencer.

*

Esta casa está vacía. Tan solo se percibe el silencio, si realmente es sensible a los sentidos. Montones de muebles, fotografías que parecen sacadas del mismo recuerdo... una vida. La luz del sol no la ilumina, hace días que se apagó. Y ahora, luchando contra una oscuridad que parece viva, hay que rescatar lo que queda.

Un nudo en el estómago, la respiración que falla, amenazando con volverse nula. Y un miedo visceral a aquello que está por venir.

lunes, 12 de octubre de 2009

Fuego frío en sus ojos

La noche los cubría ya, preparado entonces el mundo para descubrir sus horribles formas. Intentando imitar al ser humano, solo un burdo modo de vida consiguieron. Deformes, parias, solo la oscuridad podía contemplarlos sin miedo.

Su hogar, las ruinas de antiguos hogares, que intentaban evocar con tenues luces sus épocas pasadas. Sus corazones luchaban en su interior por permanecer ocultos y olvidados o, en cambio, salir a la luz y ser aceptados.

"Pero los simples humanos no estarían nunca preparados para nuestra presencia, nuestro poder" pensaban algunos.

Ideal común, que se propagaba entre todos incoscientemente.

Aquellos tiempos eran peligrosos. Se movían en manadas, huyendo unas de otras, y reuniéndose solo en caso de extrema necesidad. Y aquella era una de ellas.

Atravesando los bosques, allí estaba su refugio. El único lugar que los recogía y los guarecía de todo peligro. Allí podían practicar sus oscuras artes sin interrupción alguna...

¡Nigromantes!

Todos ellos encauzados por la oscura magia y corrompidos por ella. De ahí su horrible forma.

Y ahora las brujas querían tomar el control. No podían permitirlo de ningún modo.

Olvidando sus pesares en estridentes risas que acompañaban al oscuro cielo, jactándose en la fuerza de su unión, recreándose en la esperanza de su victoria.

Y por fin, en el refugio, en su palacio. En todo su esplendor, bañados en una luz dorada. Alzando sus voces en un grito común de victoria. Y un silencio total al ver en sus filas a un único humano en siglos entre ellos. Inaudito.

No se hizo de rogar en mostrar sus artes, poseía un talento que no podían desaprovechar.

¡La victoria es nuestra!

domingo, 11 de octubre de 2009

La fuerza del agua

La tormenta azotaba sin descanso, manejando las aguas a su voluntad, en una furia sin sentido. Las olas chocaban contra el casco del navío, haciendolo saltar con ellas, como si quisiera volar y escapar de la tempestad que anunciaba su destrucción.

Todos se aferraban como podían a los cabos que sostenían el velamen, aunque no tardaría mucho en ceder. La lluvia caía sobre sus rostros abatidos y desesperados, desesperados por vivir. Las manos gastadas, fijas en el agarre, para no perderse en el fondo de los mares.

Aquellos que levantaban la vista hacia el cielo, veían sus ojos iluminados por la fuerza del relámpago, que partía el fuego como las espadas de un vengativo dios. Los gritos los arrastraba el viento, como si quisiera también arrancar las vidas que se escapaban en cada grito de auxilio.

Una ola inmensa se abalanzó para tragarse todo lo que significara vida, y en aquel momento despertó. Mareado y confuso, tardo en acostumbrarse al leve balanceo del barco y en su rostro se pintaba el desquiciante delirio de la fiebre.

jueves, 8 de octubre de 2009

V

Anticanto de amor,
quién te beberá, quién,
pondrá la boca en esta
espuma prohibida.
Quién, qué dios, qué
enloquecidas alas,
podrán venir, amar
aquí.

Donde no hay nada.


Antonio Gamoneda

miércoles, 7 de octubre de 2009

16

De vuelta a casa, cubierta de noche. Tarareando una canción que no sé reconocer. Caminando con los pasos fijos, ni siquiera miro a donde voy. Las calles están vacías.

Un parpadeo y un sol dormido cae sobre mí. Piedra bajo mis pies, un castillo a contemplar y el océano a mi alrededor. En mi corazón siento la agonía de estar perdida, pero como en un sueño, sé por donde continuar.

Piedra gris, criaturas del infierno cuyo propósito es aterrorizar, pero me impulsan a continuar. Alguien me llama a lo lejos, una vida que se extingue poco a poco.

Navengando entre realidad y sueño, recuerdos de vidas pasadas asaltan mi cabeza. Como aquella casa llamada Laberinto, donde casi nunca encontraba la salida. Juegos atemporales de viejos jugadores. Sus piezas atesoran los recuerdos y el cariño de sus dueños, y en ellas brota el calor humano.

Despierto sin saber que dormía, de nuevo en la fortaleza. En mi regazo duerme la pequeña, que clamaba con su corazón las ganas de vivir. Pero se esfuma como el polvo, a la par que se suicidan las lágrimas.

Buscando, temiendo, anhelando volver a abrazarla, salvarla. E impotente observo como se la llevan las sombras, lugar del que no puedo sacarla. Nunca más.

La calma al ver su muerte. Estremecedor.

Arden las palabras

¿Cambia el sueño de la realidad? Se cazaron al vuelo las palabras que quedaron por decir, por gritar, por sentir. Ninguna palabra honesta, las que son están en la imaginación, en el sueño, en el dolor que se escapa por cada rincón.

El sollozo ahogado resuena en todo el palacio. Las lágrimas que se suponen son la lluvia que cae inclemente. Todo el mundo guarda silencio, mientras las palabras caen sin compasión, sin descanso. Verdades o mentiras, no hay quien diga si alivian o hieren.

Pequeñas velas encendidas, ahuyentando a la pesadilla que no termina, que es ella misma.

martes, 6 de octubre de 2009

Descontrol

Se nos escapó. Aquel malnacido huyó de su propia muerte. Lo teníamos en nuestras manos, y consiguió escapar. Que se lo trague el infierno, donde pertenece, y que no vuelva nunca más.

No quiero volver a verlos así. Y por ello hay que acabar con Márquez, para siempre. Y sí, es más fácil agachar la cabeza ¿Que puedo hacer?

Todo lo sucedido encubierto, nada a pasado, que ni un susurre se escuche interrogando. Criaturas, seres demasiado tenebrosos para sacarlos a la luz. También para buscarlos en su prisión. ¿Empezamos a insesibilizarnos? Estamos locos.
Quiero creer que se presentan momentos tranquilos, tal vez un par de días. Tranquilos... en cierto sentido. Hace tiempo que no la conocemos en su plenitud. Siempre habrá monstruos acechando cuando las luces amenazan con apagarse.

Rozamos el cielo, desafiando a la gravedad, venciendo el temor.
Sintiendo como nos traga el agua bajo el peso de todo lo que nos viene encima.

Descontrol

La esquirla vuelve a crecer en mi interior.

lunes, 5 de octubre de 2009

Donde todo empezó

El tren se aleja sin descanso. En vía contraria se acercan miles de ellos. Tan solo uno sigue esta dirección. Todos regresan a casa.

Yo también quiero volver al hogar

El Pájaro de Fuego

La lava se alzaba ardiente, furiosa como el oleaje del mar embravecido. Oscurecía la negra piedra a los pies de los humanos, que huían despavoridos de su rabia. No había salvación para ellos.
Ardían sus hogares, todos aquellos incoscientes que preferían salvar lo material a sus propias vidas. ¡Ilusos! Jamás aprenderían a apreciar sus vidas.

El espíritu de muerte y destrucción desplegó sus alas deformadas, elevando muy alto en el cielo su horrible forma. Su sonrisa y sus ojos brillaban en plata, descubriendose para la humanidad aterrorizada, cubriendo sus cabezas intentando alejarlo de su vista, y así no perecer en el juego en el que ellos eran las víctimas.

Su risa bramó triunfante, un regalo para todos ellos. La muerte y el fuego vencían en eterna alianza. Bailó entre la lava, ascendiendo y descendiendo por la montaña, alentando con sus cánticos infernales la fuerza del volcán.

Jugó veloz entre los miles de cadáveres calcinados y la ciudad arrasada. Todos ellos serían recordados para la eternidad. Anónimos, aclamado su valor, ¡descansando en paz por fin!

sábado, 3 de octubre de 2009

Omitamos esto

Las calles estaban atestadas de comercios, paseantes enfurecidos que luchaban por abrirse paso entre la multitud y un estruendo enloquecedor. Era un misterio conocer como se podía sobrevivir en aquellas circustancias. La vida era apasinante y a la vez deprimente en 1856.

Un diligente joven caminaba rápidamente, apartando a la masa de su camino. No podía esperar un solo segundo. En su mano, un fajo de manuscritos que amenazaban con quebrarse o perderse para siempre.

Llegó por fin a su destino, donde irrumpió sonoramente. Los escribas y demás trabajadores alzaron la mirada, asustados al ver a aquel joven airado. Lo extraño era ver como una media sonrisa cubría su rostro.
Entró en una de las habitaciones, donde un hombre barbudo y encorbado, se echaba sobre la mesa con pluma en mano. Unos gastados anteojos se apoyaban sobre su nariz, y su dueño estaba inclinado en la mesa sobre un manuscrito cuarteado y maltrecho, sobre el que escribía cuidadosas palabras.

De un salto perdió los anteojos y vio llegar al joven airado. Sorpresa e incertidumbre ardían en él:

- Diablos, ¿qué significa esto?

El joven respondió triunfante y sonriente:

- Abandonad vuestro trabajo, Núñez, solo os robaré un poco de vuestro tiempo. ¡Teneis que mandar a imprenta mi nueva obra!

Lanzó sobre el escritorio del anciano el fajo de hojas manuscritas, que tomó con delicadeza y empezó a leer.

- ¿Que pretendes con esto? ¿Ablandar los corazones del pueblo? - preguntó Núñez

- Mi sangre es esa tinta, y en con esa tinta está el Amor. ¡Todo el mundo debe conocerlo, debe buscarlo! - el joven comenzó a pasearse por la sala, en una ensoñación propia - Así sería más fácil hallarlo...

Se volvió hacia el anciano, despertando por fin.

- Espero a que esté cuanto antes! - cogió la puerta y se dispuso a salir.

- Es arriesgado, Domínguez, muy arriesgado...

Se volvió hacia Núñez en el último momento, con expresión arrogante, para decir:

- Olvida ese nombre. Soy Bécquer, Gustavo Adolfo Bécquer.

Nubes en el cielo

Una oscuridad creciente e imperceptible se abatía sobre la ciudad. Pero nadie lo sentía. Como un pájaro vestido de noche se abalanzara sobre los transeúntes norcturnos. Pero ninguno lo veía.

Los niños alzaban la cabeza, buscando a una luna turbia que los observaba impasible. Querían volver rapido al hogar, a un lugar en el que no vieran a aquella ave de muerte. Solo en una oscuridad creada por ellos se sentirian seguros, cubriendose con sus mantas en ese frío invernal.

Los adultos se movían con premura inusitada, sin saber por qué. Algo les invitaba a recogerse, a cerrar los ojos y esperar a que llegara de nuevo la luz. Que espantara las tinieblas y huyeran aquellas garras que oprimían y aterrorizaban al corazón.

jueves, 1 de octubre de 2009

Algo tiene...

Los dedos se me escapan, parecen dotados de vida propia buscando las teclas de mi piano. Despacio, el tiempo casi se detiene.

La casa está vacía de todo, y la triste canción resuena en la frágil madera que encierra mi universo. Mi público son los libros apilados y en desorden, que aguardan pasivos el regreso a su estante. Algunos CD's que temen caer olvidados si espero mucho más a hacer sonar su música, aunque de momento parecen calmarse con la que sale del viejo piano.

La luz entra suave. Un sol otoñal que no hiere a los ojos. Acaricia todo a cuanto llega, jugando con sus rayos la suave brisa. Remueve las hojas, juguetón, llegando a este rincón apartado del mundo.

Cierro los ojos y me limito a sentir. Cada latido, cada caricia, cada risa lejana, el leve trinar de los pajaros en mi ventana. Esta magia debe continuar.

domingo, 27 de septiembre de 2009

No quiero crecer

Corriendo hacia ningun lugar y a todas partes a la vez. Jugando como críos, en el balanceo del columpio casi podemos rozar el cielo. Las sombras juegan con nosotros de vuelta a casa, desafiando a la gravedad y a nuestro propio vértigo, haciendo equilibrio en las murallas que guardan el mar.

Cualquier excusa para reir, cualquier motivo para cantar, un buen chiste para correr.

¡En arcade como Super Mario! ¡Saltando!

Las paredes nos ahogan, y buscamos las nubes de color vainilla y fresa para poder respirar, libres.

¡Feliz cumpleaños!

sábado, 26 de septiembre de 2009

Náufrago de vidas

No recuerdo nada de esta noche. Son las 5 y media de la mañana, y no recuerdo absolutamente nada. Tumbado en una cama, supongo que en un hotel perdido de la mano de cualquier dios.
Cada bocanada de aire que respiro me quema en la garganta, como si estuviera en carne viva. Caí de cualquier forma, y mi primer impulso es encogerme en mi mismo a causa del mal estar.

Levanto la vista. La guitarra sigue allí, a poco de romperse y tintada de algo que parece ¿sangre?
Un ataque de tos me impide ver más. Mi cuerpo se contrae, también mis manos, que sostenían sin saberlo una pequeña tarjeta. ¿Un número?

En el intento por incorporarme caigo al suelo. Y el miedo borra cualquier otra cosa.

Junto a mi guitarra yace el cuerpo de Lenny, mi bajista. Su cuerpo inerte, su cabeza está demasiado cerca de mi guitarra. Demasiado cerca.

Correr, correr, correr. ¡Solo corre!

Necesito un telefono, ¡una cabina! El frío intenta entumecer mi ya cansado cuerpo. Ni siquiera mi chaqueta basta para cubrirme. Pero no importa, hay cosas más importantes.

No hay paseantes a esta hora, todavía no. La gastada cabina me sirve de apoyo para no caer; estoy a punto de desfallecer. Marco el número de la tarjeta sin saber a quién encontraré al otro lado de línea.

Las gafas de sol oscurecen mi visión, pero no me impiden leer un pequeño adhesivo en la cabina:

AM I ULYSSES?

¿Volveré a casa algún día? ¿Me perdonaran por lo que hice? ¿Amar a los que amaron?
¿Podré recordar de donde vengo? ¿Por qué me fui?
¿Puedo vivir de nuevo? ¿Empezar de cero?

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Do you want to?

La reunión estaba en su apogeo, en opulencia de trajes de gala y grandes señores.

Entraron sin aviso, cantando una canción alta y algo estridente a oídos de los allí reunidos. Aquellas chaquetas que evocaban grupos ya pasados de moda; una extraña música a guitarra interrumpida por el extraño baile del músico.

El líder de la pequeña banda los guiaba hacia el caos y el éxtasis de la canción, robando bebidas y pequeños manjares donde los encontraba.

El ritmo empezó a contagiarse, empezando a captar su letra sin sentido. Bailando sin control, la bebida empezó a correr.

Entonces todo se volvió del revés. El murmullo enloqueció hacia la risa; el debate a la charla; el humor ahogó a la seriedad y sus rictus. Todo llevaba un ritmo demencial.

¡Dame mis alas!

"Estúpidos humanos, inútiles, ¡ineptos! ¿De qué les sirven sus palabras? ¡Maldita especie caníbal!"

El joven se retorcía sin cesar en su asiento, agarrando con ambas manos la mesa, en un intento de contener su furia. Su rostro era un rictus de ira, mirando fijamente hacia el frente. Y también a los muchachos a su alrededor, que lo miraban atemorizados al ver el increíble cambio de su antes pacífico compañero.

No había respondido, si no se contaba las miradas furibundas, a la llamada de su nombre.

- Christopher... ¿se encuentra bien?

Al ver que lo observaban justo a él, asintió lentamente, sin desviar la vista de aquel anillo, tan brillante en la delicada mano de su compañera. O aquel colgante que pendía del cuello del de más allá...

La clase parecía volver a su curso, ignorando al extraño Chris que esa mañana había entrado por la puerta.

Este concentró su atención en los brillantes ojos de su profesor. En sus ojos brillaba la luz del proyector, aquel con el que daba su clase.

"Podría abalanzarme sobre él y picotear sus ojos hasta quedar exhausto. ¡Arrancarlos de sus cuencas!"

Quiso estirar sus alas y volar, pero recordó entonces su nuevo cuerpo, su nueva prisión. Una prisión que encerraba a un cuervo en un caparazón humano.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Siervo de Nuitari

La brisa fría haciendo temblar la hierba bajo sus pies. Las criaturas de pesadilla empezaron a alejarse aterrorizadas por aquel poder que se acercaba. Los compañeros pudieron entonces tomar un pequeño respiro. Al menos uno de ellos.

El frágil mago no. Todavía se apoyaba en su bastón, pero no tardaría en caer. Sus extraños ojos brillaban con una nueva luz, observando algo que para el semielfo, agotado, no podía ver.

- No puedo continuar así... Necesito tu ayuda... - comenzó a hablar con aquel ente invisible. La imagen parecía irreal - ¡Ayúdame a sobrevivir!... Otra vez.

La presión de sus dedos aumentó sobre su bastón a medida que escuchaba.

- ¡Nuestro trato seguía en pie! - exclamó el mago - ¿El precio?... - Su voz tembló al preguntar, pero no al responder - Acepto.

Su cuerpo recibió una convulsión inhumana; sus ojos dejaron de ver aunque permanecían abiertos y de su boca se escapó un grito de horror, tan oscuro como la noche en aquellos tenebrosos bosques.

La oscuridad de su aullido pareció tomar vida y expanderse por su cuerpo. Su túnica, antes roja como la sangre, comenzó a oscurecerse, al ritmo de unos latidos agonizantes pero increíblemente intensos. Su cuerpo se retorcía sin cesar, desahogando su dolor en el grito y en la fuerza con la que sostenía su báculo. Hasta que por fin, los latidos cesaron: el mago ahora vestía la Túnica Negra.

Nuitari lo miraría ahora con orgullo. Todo su poder al servicio de un Mal que se hacía inmortal.

Se alzó el mago por fin, que había caído sobre sus rodillas, con renovada fuerza y poder, brillando de ambición su mirada.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Duele al tacto

Los ojos dolían, pero era soportable. No quiso tampoco apartar la vista de los focos. Quería perder la vista allí, a ver si con suerte se perdía él también con ella.

Escuchaba pasos frente a sí. Palabras, que no tenían razón, en su mente no se conectaban, flotaban en el aire sin sentido. También notaba alguna caricia, que en el instante creía falsa, en su mano. El acto reflejo era un espasmo para la muestra de afecto no grata.

Respiró profundo y volcó la cabeza hacia delante, con una mirada perturbada y alarmante. Miró a aquel hombre, enbatado y con aquella carpeta en mano, con los resultados de sus pruebas. ¿Para qué la quería? ¿Acaso pedía algo más evidente de lo que tenía ante sus ojos?

Con aquellos negros pensamientos, tomó con rabia las ruedas de su silla y comenzó a deslizarse torpemente por los pasillos del hospital.

Tardaría en manejar aquello si seguía con esa rabia.

Jamás volvería a caminar.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Deber [IX]

Los golpecitos sonaron de un modo curioso en el marco de la puerta, a la vez que sacaban de sus pensamientos a la ahora viuda de Harvey. Su cuñado entró lentamente, con su hijo Jim en brazos. No tardó en soltarlo para que corriera hacia su cuarto.

- Buenos días, Martha- se inclinó para depositar un suave beso en su mejilla y después sentarte en la pequeña mesa de la cocina. - ¿Cómo estás?

Ella no dejaba de revolver un pañuelo de tela en sus manos, sin dejar de mirarlo con sus ojos enrojecidos y ojerizos. Ben imaginó que la noche anterior las lágrimas no habrían dejado de bañar su rostro, ni siquiera en los pequeños momentos en los que tal vez consiguiera dormir.
Sonrío dificultosamente, mientras se esforzaba por no romper a llorar de nuevo.

- Cumplía su deber cuando... - Martha se detuvo, mientras recordaba - ... ¿verdad?

Ben tomó sus delicadas manos en las suyas, aprentándolas afectuosamente. Esperó a que se encontraran sus miradas. Asintió entonces. Ella se derrumbó, y Benjamin solo pudo abrazarla.

jueves, 17 de septiembre de 2009

En duermevela

Susurrame, gato de Cheshire, las maravillas de tu mundo. ¡Asómbrame con tu carnaval!

martes, 15 de septiembre de 2009

Así les ví

El tiempo pasaba lento. Cada segundo era un minuto, y nunca acababa. Él no llegaba.

El viejo disco de vinilo seguía su curso, acariciado siempre por ese fino diamante; la música no dejaba de sonar. Mis ojos se perdían en su movimiento infinito.
Cada ruido podía significar que había llegado.

Nathaniel ya dormía, apaciblemente en su cama. En el gastado despacho yacían las hojas de su libro aun por terminar. Se había convertido en su vida, su obsesión. No existía nada más.

Ni siquiera su hijo, al que adoraba. Ni siquiera su mujer, a la que algún día amó.

El llanto asomaba por mis ojos con rabia, con dolor, como si fueran todas aquellas palabras que quise gritarle una y mil veces. Quería gritarle y mostrarle como se moría nuestro amor, de como lloraba Nathaniel al no encontrarle cuando le buscaba. Como desaparecía aquello por lo que tanto lucharon.

Byron no lo veía... o quizás no quería verlo.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Viejos vídeos

Cada palabra cae con renovada emoción, sin parar. Esperando a saber más: cuantos vivirán, cuantos morirán, cuantos destinos más estarán en mi mano. Todos cayendo, guardando en sus corazones el ser más preciado, atesorando cada momento. Esperando el momento en el que les toque morir.

Se agota el tiempo, pero no las risas, que se guardan en la memoria. Donde nunca se pierdan.

Corre la fantasía por nuestros ojos y nuestras mentes, en festival interminable. Trompetas de ángeles y trombones del demonio.
Fragmentos de un pasado inmemorial junto con un tierno y prometedor futuro

Dulce despertar

Abriendo los ojos a la luz, que no llega desde mi ventana, no. Es la estrella que duerme conmigo.

Aún dormida, mis manos buscan un hueco para acariciar su hombro y su vientre. Respira tranquila, con media sonrisa en sus labios. Cierro los ojos para hundirme en su aroma, pegando mi rostro en su nuca. Su pelo cae suavemente sobre la almohada, mientras cierro los ojos.

Creo volver a caer cuando enlaza sus dedos con los míos, en tierna caricia. Mirando hacia atrás, con los ojos adormilados.

Un beso suave. Sus labios que responde lentamente a mi caricia. Dulce despertar, dulce amanecer.

Buenos días.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Queda atrás el cielo azul

Despertaron, refugiandose en los suaves colchones que les brindaban el sueño.

Lentamente, abriendo los ojos hacia un sol suave, que acariciaba al llegar a sus rostros. Casi todos se sentían sorprendidos de encontrarse allí. El único que se resistía a despertar todavía era T.J., acomodado en su cama. De vez en cuando se revolvía en su sueño, con una sonrisa que no se apagaba. Dale, muy cerca, despertó mirandole. Otra sonrisa se le dibujo, y en la pequeña duermevela de la que comenzaba a despertar, acariciaba su mejilla suave e incoscientemente.

Leigh estiró los dedos, viendo en sus ojos cerrados aquel cielo nocturno, tumbada en la hierba verde, intentando capturar las hojas que se escapaban traviesas. Se desperezó estirando los brazos, golpeando sin querer a Matt en el costado. Se sobresaltó primero y rió después, cuando supo de donde venía el golpe. Su risa y el sobresalto sacaron a Tess de su descanso, pues reposaba su cabeza en el vientre de Matt. Enseguida se incorporó para unirse a la alegría mañanera.

Todos comenzaron a moverse, pues en la casa de T.J. se despertaba la vida. Todos ellos apresurandose y riendo, pues, como tantas veces, llegaban tarde a clase.

Mochi

EL viaje se hacía largo, los rostros oscurecidos por la poca luz del anochecer ya se hacían familiares, como si los conociera de siempre, y tal vez algún deseo de hablarles surgía.

Abrazado a la pequeña maleta, como si en ella le fuera la vida, refugiandose en el abrazo que creía ser correspondido. Jugueteaba con el pequeño pin que colgaba en su parte exterior, incosciente. Esta aún colgaba de su hombro, como si así evitara que pudiera escapar.

Ya no recordaba siquiera su destino, ni tampoco cuanto tiempo duraba aquel viaje en autobus. Simplemente se dejó caer en profundo sueño, abrazado por aquella chaqueta que siempre le venía grande, soñando lo que haría una vez llegara.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Corazones devorados

A aquella casa solo le faltaba arder, arder hasta los cimientos y que no se encontrara nada de ella. La sangre lo bañaba todo. En nuestros ojos se reflejaba el horror.

Esperemos que aquel imaginario no sea capaz de surcar el mar, y que se quede encerrado en aquella isla, de la que solo parecen salir desgracias.

Lilitz pierde el control, exponiendonos al peligro; Bryan y yo tomamos las riendas y huimos hacia no sabemos donde todavía. Drusila cayó en el sueño donde el más allá puede ver.

Ahora todos caemos exhaustos, asimilando lo visto y lo vivido. La pequeña Ann ahora duerme.

Por favor, volvamos a Toledo.


"No merece la pena perder lo que se quiere por algo así."

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Última noche

Despertando cada mañana, sin saber alzar la mano para clamar por ayuda. Desde las alturas, todos quedan lejos, encerrado de nuevo en una prisión que no promete final. Las palabras nacen sobre el papel, de nuevo, frenéticas. Y nuevamente una lágrima exploradora, que cae queriendo conocer, queriendo ver la causa de su violento suicidio.

Las dudas que ayer habían surgido, plasmadas sobre un conocimiento de eras pasadas. ¿Se repetiran en mi los errores que provoqué? ¿Seré igual que ellos? ¿Fracasaré cuando intente entregar mi vida?

Nadie lo sabe, nadie lo escucha. Nadie se inmuta y se esfuerzan en no ver las ruinas de este reino que antaño fue glorioso, o tan solo feliz. Recuerdos que no dejan avanzar, oprimiendo el corazón.

No pueden respirar. Tan solo la triste risa logra escapar.

Esta será mi última noche.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Las melodías se apagan

Tess arrancaba notas con cada vez más desgana, creía que no iba acorde con lo que veían sus ojos. Leigh estaba echada sobre el vientre de Matt, que hacía rato que había abandonado la guitarra para dejarla yacer a su lado. De vez en cuando, alguna mirada caía sobre ella, aunque Matt sabía perfectamente que no escaparía.

Leigh reía cada vez que sentía sus inquietos movimientos. Sus gráciles dedos jugaban en caricias, guardando su sonrisa al pensar en el siguiente paso para T.J. y Dale: un suave beso.

Se divertía imaginandolo, y Matt solo podía imaginar que pensaba, y sonreír al escuchar la expresión de su alegría.

Sus manos fueron incoscientemente a las de Leigh, acariciando a la par que ella, sus suaves dedos, que escondían una sonrisa nueva y alegre, mientras cerraba los ojos, estremecida por su tacto.

Tess miraba de reojo, sonriendo levemente, mientras tamborileaba sobre su acordeón, mirando al cielo, recordando alguna que otra melodía, algo para tocar.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Paraíso gris

La luz caía sobre sus ojos, inconstante y molesta. Con un balanceo de cabeza involuntario, intentaba ver a los que pasaban a su alrededor, incapaz de identificar rostro, voz, ni siquiera la posición de sus propias piernas.

Solo sentía el tacto de sus dedos, que se mecían en carica suave, en algo que yacía en sus manos pero que le era imposible recordar qué.

Comenzó a percibir frío en su espalda, y una fuente de aire insano llegó hasta su rostro, haciendolo toser de un modo cansado, convulsionando su cuerpo casi inerte.

A su mente exhausta llegó el sonido de aquella canción, aumentando su volumen por segundos. Quiso dibujar una sonrisa en su rostro, a la par que sus dedos se movían sin que el se percatara sobre las tensas cuerdas de las que arrancaba su música.

No contaba el tiempo. Oía de tanto en tanto el tintinear de algunas monedas en la gastada funda de la guitarra, las constantes pasadas del metro en los angostos túneles, y miles de sombras que son rostros que jamás volvería a ver.

Obstáculo

Cada palabra es hoja afilada que deja su herida sangrante. Caminando, o quizá huyendo. Sin saberlo todavía. Cada paso es una prueba para no desfallecer. Miradas, que caen, que interrogan, que no saben que pensar.

Flotando ausente, solo siento la pena contenida.
Lágrimas que brotan amargas, se pierden en el abrazo.

Primero

martes, 1 de septiembre de 2009

*

Su mirada me interroga, me busca y me adivina, pícara. Juega a esconderse entre las sábanas que cubren su cuerpo. Sus dedos tantean en mi busca, haciendose dueños de la oscuridad. La luz de la luna entra tímidamente en la habitación, dejandome ver la silueta de su cuerpo, y el brillo de sus ojos, que parpadean y se dejan entreveer entre su suave pelo.


Manos entrelazadas, que se deslizan en curvas infinitas, queriendo memorizar cada centimetro, cada movimiento, cada palabra y sonido.

Solo se separan para querer regresar, en un instante.

domingo, 30 de agosto de 2009

Reemplazo de juego

GAME OVER

Rezaba así la pantalla. Entonces Dale se dió por vencido y apagó su consola. La guardó en su bolsillo y suspiró de nuevo. El soñoliento T.J., al notar como se revolvía su respaldo, se incorporó para abrazársele por detrás, pasando sus brazos por alrededor de su cuello, muy quedo.

- ¿Cuando dejarás ese dichoso bichejo? ¡Me roba tiempo! - exclamó risueño T.J. mientras acariciaba con un dedo la pelirroja perilla de Dale. Éste sonrió levemente, con la mirada agachada, y apretó levemente su brazo.

- ¿Para que me quieres más si no es para ser tu cómodo asiento? - rió Dale, siguiendo el travieso tanteo.

No percibieron como miradas iban y venían hacia ellos. Nadie dijo una palabra, nadie se atrevió a interrumpir ese placentero momento.

- Calla y déjate abrazar - dijo por último T.J., hundiendose por completo en el arazo, cerrando los ojos y acurrucandose en su hombro. Dale sostuvo de nuevo sus brazos con sus propias manos, a modo de abrazo. Dejó caer su cabeza hacia atrás, en el hombro de su amigo, atesorando el silecio.

viernes, 28 de agosto de 2009

Jardín nevado de recuerdos [VIII]

Miraba al cielo que podía decir que era blanco. Mirando sin mirar, perdida y más allá del cristal frío de sus ojos. Quería volar, huir de la pesadilla que no quería acabar.

El pequeño jardín de la casa ahora parecía inmenso, donde cada paso era un mundo. Claro que para Diane cada gesto era una punzada de dolor intenso. Se obligó a caminar, había pasado demasiado tiempo en el mismo lugar y pronto su madre comenzaría a preguntar y a preocuparse.

Diane solo quería que la olvidara el mundo.

Pasos ausentes que no querían llegar a ninguna parte. Tan solo se detuvo cuando la alzaron en un abrazo. Lo correspondío incoscientemente, cuando percibió el aroma del tío Ben, y el suave tacto de sus manos, tan parecido al de su padre.

- ¿Como está el violín? ¿Y la pequeña ladrona de sus notas?

Al escuchar esas palabras, a Diane se le escapó una sonrisa.

jueves, 27 de agosto de 2009

Sobre la hierba verde, verde

La noche había llegado silenciosa, y por ello nadie la notó llegar.

Los cinco inmersos en sus pensamientos, lejos y a la vez muy cerca unos de otros. La dulce Leigh, tumbada en la hierba, daba vueltas sobre sí, intentando hallar un ángulo perfecto para las hojas muertas que intentaban volar frente a ella. En sus giros muchas veces chocaba con Matt, que se volvía hacia ella, devolviendo la risa traviesa de Leigh, que volvía a rodar.

Entretanto, Dale trataba de concentrarse en su vieja Nintendo, sentado cerca de Matt. De vez en cuando se revolvía en su asiento, pues el grandullón de T.J. se adormilaba detrás de él, espalda contra espalda. De vez en cuando, no podía evitar una fugaz sonrisa en su mirada.

Tess reía también, en los momentos no escasos en los que volvía su mirada hacia ellos, para después retornar a su viejo acordeón.

Matt también seguía al joven acordeonista, e incoscientemente competía con la guitarra que tenía en sus manos.
No existía el tiempo entonces, por lo que ambos conseguían coincidir en canción, mientras el resto coreaba.

El viento se llevaba alegre las notas en la fría noche, pero dejaba la risa y la alegría en su interior.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Enloquecidos

La multitud enardecida aullaba expectante, mientras esperaba que brotara la sangre por fin. Todos, en un impredecible frenesí, aún no habían decidido su víctima entre todos sus reos.

No podía ver el pavor en los rostros de mis compañeros, la oscuridad de nuestra cárcel de piedra era demasiado intensa. Sentía, antes que nada, el retumbar de sus voces y gritos en mi cabeza. Casi no podía pensar.

Sentí también su mirada caer sobre mí, y su cercana respiración. Quería percibirla tan solo a un paso de mi, asustada, impotente, viendo como la muerte quería cubrirnos con sus negras alas.

Me debatí contra mis cadenas, tan solo para besar sus labios, un simple roce, arrepentido de no hacerlo antes. No pude llegar, pues llegaron como tempestad, arrastrandonos sin cuidado alguno hacia donde el astro lunar podía contemplarnos.

El gran teatro, su gran comedia.

El espectral sacerdote se acerco a nosotros, con movimientos espasmódicos, mirando a ningún sitio con sus ojos muertos y ciegos.

No quise creer que la tomara a ella en primer lugar, mas no pude moverme: algo en su mirada me inmovilizó para siempre.

Tan solo contemplé en silencio y quieto como la apoyaban sobre la dura piedra y alzaban la afilada hoja para acariciar su cuello. En su obsceno ritual, alcanzaron el cenit, cuando creí ver rodar su cabeza.

El corazón en un puño, en espera.

domingo, 23 de agosto de 2009

Viajes

Pensaba que no llegaría aquel momento, el momento de volver a casa, junto a Ellie.

Largo viaje el que me toca recorrer. Pero al fin estoy en camino. Después de incontable tiempo, podré abrazarla al fin, y sentir el tacto de sus manos en mi espalda, devolviendomelo. Y fundirme con ella en un beso que no acierto a imaginar, aunque me resisto a ello, pues prefiero sentirlo por fin despues de larga espera.


Pero algo falló: sentí como se oprimía mi interior, agarrandome al asiento hasta sentir dolor. Caíamos.

Largo viaje el que me tocó recorrer, pero mi avión nunca llegó. Y jamás pude abrazar a quien nunca vi ni sentir aquel destino como mi primer hogar.

jueves, 20 de agosto de 2009

Quieren que regrese... NO

De nuevo quieren encierro, en una prisión no declarada. Sus paredes brillan como el sol, y su dueño se vanagloria de su cercanía al cielo. Solo que no sabe que no puede estar más cerca de los condenados.

A cada paso, le cuesta un pedazo de su alma continuar adelante, cargando con las muertes que lleva sobre sí.

La oscura habitación, donde moría por vez primera... Quieren volver, los monstruos bajo la cama, la sangre derramada, las noches en vela gritando en silencio por una liberación que no llegaba.

Memoria fragmentada, retazos y cuadros que nadie ya podra recuperar. Habitando en el silencio, que abruma, que ahoga, donde el color no es color. Sigue ahí, pero es gris, todo grís, ¿¡NO LO VES?!

La vida se consume poco a poco, tumbada en una cama.
En una noche - la respiración - se apaga.

"Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!"

E.A.P

miércoles, 19 de agosto de 2009

De vuelta al cuartel

El futuro parece querer explotar, justo como lo hizo aquel hotel. Después de la explosión, me pareció que vagaramos sin rumbo, como autómatas en la ciudad.

La lluvia cayendo, y aquel malnacido huyendo.

Todo arde en este momento: la rabia, la impotencia... la casa de Márquez. Solo esta última esperamos que se consuma.

Gabriel se tambalea, o al menos eso creo. Todo esto nos supera, pero los cambios en su humor me desconciertan a veces. Por decisión común, todos volvemos al cuartel, donde al menos "sabremos de donde nos llegan los golpes" Lo peor es que llevan razón.

Las noticias vuelan a nuestra llegada. Soler y Asarta están hechos trizas. Lástima que el último vaya a sobrevivir. Con Soler la cosa ya no está tan clara.

Ahora, sin nuestro sargento, nos trasladan a otra sección, y nos cambian de mando. Un tipo que ya me da mala espina: al principio muy duro y después la sonrisa de "tu amigo quiero ser". La paranoia aumenta.

Nuestra primera misión debe de estar al llegar, por lo que tenemos que prepararnos para lo que nos venga. Aunque más bien nos vamos peor de como llegamos, sin haber comenzado siquiera.

5

"Mi vida en manos de aquel que dice ser dios"

Poco tiempo, y solo una triste sonrisa para combatir el miedo que bulle en su interior. Su muerte anunciada llega de una voz de ultratumba, o quizás desde el cielo infinito.

Ciudad gris, le robaron su color. Los pasos no conducen a ningún lugar, sino a una persona. Las lágrimas no saltan ahora, pero si cuando se vio en sueños. Las manos presionan en la cabeza, intentando buscar algún sentido. Quiere gritar.

La marca, la herida que recuerda lo que esta por llegar, continua su pulso, minando la tranquilidad, la calma. Haciendo estallar el humor, quebrando la imagen que quiere dar.

Caricias devueltas, palabras en susurros, y una distancia que no quieren agrandar. Un adiós número cinco.

Muere

domingo, 16 de agosto de 2009

Página 426

El suelo estaba húmedo y resbaloso bajo mis pies. Las botas del abuelo ya se veían gastadas, y a punto de ceder. Me sorprendió el poder verlas, en la profunda oscuridad del bosque. Una fría brisa inconstante traspasaba todo mi abrigo y me calaba hasta los huesos, entumeciendo mi cuerpo y haciendo más difícil el caminar.

Alcé la cabeza y una luz tililante veía acercarse desde la izquierda, parpadeante. Fijé la mirada y pude ver que aquella fuente de luz avanzaba entre los árboles, con una grandeza inmensa. El suelo empezó a temblar, a intervalos de segundos, una espera que se hacía intensa y agotadora.

Mire al cielo, y lo ví: aquel ser, sin forma definida ni nombre, aquello que jamás nadie más vio, y que no volverian a hacerlo, pues la cordura huiría de todo aquel que lo viese.

Casi incorpóreo en apariencia, una fosforescencia recorría todo su cuerpo. En la gran oscuridad reconocía sus ¿brazos?, haciendo el ademan al caminar. Sus extremidades, desmesuradamente alargadas, podía decirse humanoide, y también compararlo con uno de esos edificios que habitan en la gran ciudad. Su "cabeza" estaba unido completamente a lo que era el torso, y sus ojos... los ojos que parecían puertas al abismo, no miraban a ningún sitio, pero parecían verlo todo. También a mi.

Su gigantesca forma avanzó ante mí, haciendo temblar el suelo bajo mis pies, y espantando a todo ser que se hallara cerca.

Dejé de sentir mi cuerpo en cuanto su luz llegó a mi. Escalofrío tras escalofrío, mi cuerpo habia llegado a la insensibilidad. Tan solo podía ver, u horrorizarme con un tortuoso silencio, como si fuera un sueño. Una visión nebulosa.

WENDIGO

viernes, 14 de agosto de 2009

¿Qué buscas esta noche?

Quería alargarlo cuanto pudiera, nuestro regreso a casa. Aunque mi corazón se queda en su pecho, para siempre.

Llegó la muerte del día con un viejo cuento, en el que Sol y Luna son amantes perdidos en el mundo de los hombres, esperando a que su amor les haga reencontrarse.

Esta noche se ven las estrellas en la cúpula azul, rodeados por la luz muerta y oscuridad, pero su sonrisa ilumina mi camino, como estrella. Aunque todavía sin nombre.

Su beso, su caricia, su abrazo, su amor. Llenan mi alma.
Ahora nada me falta. Solo estás tú, mi estrella.

Todos van al cielo

La luz azulada parpadeaba en la oscura habitación, iluminando a los dos soñolientos espectadores, atentos a medias a cualquier cambio de luz que evitara que se cerraran sus párpados.

De vez en cuando caían miradas entre sí, siempre huyendo la una de la otra, cuando la suerte las dejaba coincidir.

Hasta que ella decidió no apartarla, y atrajo la de él, para no dejarla escapar. Poco a poco, acercándose, hasta unir sus labios en un beso dulce, como nunca quisieron olvidar.

Separados lentamente tras unos segundos, y unidos en un tierno abrazo, el cual no quiso acabar.

martes, 11 de agosto de 2009

Música en su mente

Refugiando el rostro entre su brazo, sentado, y con una pierna sobre la otra, deslizaba sus dedos en una incosciente caricia. En un momento pararon, tan solo un par de segundos, hasta que comenzaron uno a uno a teclear sobre un piano invisible.

Su respiración acompasada, los ojos cerrados, intentando llamar al sueño, repasando una melodía que quizás algún día pueda escuchar

Una tierra de nadie

Cierro los ojos y vuelvo a ver sus calles, sus oscuros rincones donde vuelan las pelusas que conceden cualquier deseo huyendo de aquellos que solo anhelan soñar sin límites. Los ojos se entrecierran, mientras sienten como la brisa fría acarica sus rostros, los hace estremecer y a la vez sonreír, pues esta trae las risas lejanas que ocupan todo el lugar.

El cielo estrellado se ve infinito, las pequeñas luces sobre nuestras cabezas brillan más que nunca, alegres, alimentadas por la alegría y la imaginacion que desborda sin límite cada alma viviente que pasa por allí.

Miles de vidas, muchos destinos quedan grabados en la memoria, donde nunca caen en el olvido; todas sus memorias, vivencias quedan guardadas sobre el papel.

En esta tierra de nadie, nunca la quieren abandonar. Siempre esperan regresar, una vez más.

martes, 4 de agosto de 2009

Atentos todos

La explosión hacia su eco en el mundo entero. Aquellos que lo vieron con sus propios ojos grabaron a fuego en su memoria como las almas escapaban al cielo en mil direcciones.

Las cámaras no habian tardado en llegar, guardando y dejando ver a la humanidad el Horror y la Muerte. Llegando primero en risas y más tarde en llanto desesperado, incontenible, viendo como la esperanza muere y la vida acaba en un gran orgullo que no conoce fin.

Durante un momento no hubo luz, tan solo penumbra, el aire azotando los rostros y arrastrando las cenizas de los cadáveres que ardían con rabia por no seguir con vida, por dejar tanto por hacer.

Dos heridos huían de aquel lugar, el primero ayudando a la joven que lo seguía, tomandola del brazo, pues el llanto y la sangre apenas la dejaban caminar ni ver.

Alguien soltó un grito desgarrador entre el gran derrumbamiento.

domingo, 2 de agosto de 2009

Sin saber por qué

La risa crece, y se extiende por la habitación. Corremos en busca del cielo, para gritar al cielo un amor que se hace incontenible. Una felicidad imposible de controlar, de expresar de otro modo.

Miradas a nuestro alrededor, sonrientes y alegres.

Nada nos falta, el mundo en nuestras manos, tan solo detener el tiempo. Que no se agote jamás este momento.

Vence incluso al miedo, rodeados de aquellos que protegen y cuidan los momentos, que nunca fallan, que permanecen siempre.

El anochecer llega, pero no oculta su sonrisa, ni tampoco la mía. Larga despedida, y el romance por la noche no tardará en llegar.

sábado, 1 de agosto de 2009

Las llaves perdidas

[A] Disculpe, doctor ¿Tiene un momento?

[L] Claro, ¿que ocurre?

[A] Uno de los pacientes, un caballero en examen 3.

[L] ¿Cuál es el problema?

[A] Ese es el problema, no estamos seguros.

[L] ¿Tiene el informe?

[A] Aquí mismo.

[L] No nos dice mucho.

[A] No, doctor. Ningún trauma obvio físico. Las constantes vitales permanecen estables.

[L] ¿Nombre?

[A]: No, señor.

[L]: ¿Quién lo dejó aquí?
Tal vez consigamos hablar con ellos.
Vaya a conseguir los nombres

[A]: Ningún nombre. Nada... y creo que él no hablará con nadie.

[L]: Bien, comenzemos presentándonos
Buena días, soy el Doctor Lawson.
¿Cómo está Ud.? ¡¿Cómo - está - usted?!
Mire, hijo, usted está en lugar seguro
Le ayudaremos en lo que podamos
Pero necesitamos hablar con usted
No podemos ayudarle de otra manera.
¿Qué ha pasado? Cuéntemelo todo.

miércoles, 29 de julio de 2009

Mi piano

Un extraño piano, en el que me relajo tocando sus teclas. Al tacto, un suspiro que se escapa de mis labios, y cierro los ojos para deleitarme en una caricia que me devuelve.


Me pierdo en sus brazos, en cada temblor de sus dedos. Hundiéndome en sus ojos, tan profundos, que quiero nadar en ellos. Tan oscuros que parecen abismos, en el que me promete un paraíso. En su regazo, mirando como en ocasiones tiembla al respirar, cerrando los ojos sintiéndose observada.

Busca mi sueño, mi anochecer. Busco su amanecer, una sonrisa que nazca de un beso en sus labios.

Aromas que llegan desde lejos, en un camino en el que no quiero separarme de ella. Tomando su mano y no soltarla, pues hemos emprendido un viaje que conduce a nuestra felicidad

Las puertas de piedra

La salvación estaba próxima. Solo debían cruzar el angosto puente para hallar el pergamino que les permitiría salir de las catacumbas de una vez.

El joven guerrero, que había abandonado su espada sabiéndola inútil, siguió los pasos del mago, que mas que caminar parecía deslizarse.

No podría apartar la mirada del puente, sabía que mirar a otro lado supondría la muerte. Cada paso, cada movimiento, en ello le iba la vida. Cerró los ojos, guiándose tan solo de un equilibrio que comenzaba a ser perfecto. Nada escuchaba, poco sentía salvo el aire frío que parecía llegar del helado infierno.

Se sintió aire, volaba podría decirse. Hasta que a través de sus párpados llegó un brillo rojizo. Abrió los ojos, y el atril se hallaba frente a él, con el sabio mago detrás esperando que lo tomara.

En sus manos el conocimiento del universo, que, demasiado valioso para que alguien lo obtuviese, comenzó a arder, devorando también al guerrero que era cómplice de su secreto.

martes, 28 de julio de 2009

¿Qué querías de mí?

El pasado arde, como la vida. Los recuerdos están a salvo, o eso creo. Las llamas no se hacen esperar, y lo devoran todo con furia, como la furia que dominaba mis golpes.
La gran reunión había comenzado hacía horas, en un gran festival de máscaras, escondiendo la frialdad, la hipocresía y el desdén en desmesuradas sonrisas. Un gran debate surgía en mi interior, las palabras luchando intensamente por salir. El antiguo rey que presidía la mesa con falsa risa se levantó para mirarme y abrazarme. Sintiéndome sola en un abrazo no sentido. Nada era sentido, ni su risa, ni su amor, ni el cariño hacia sus ¿hijos?
Le tomé de la mano para llevarlo al exterior. Y allí le dije lo que me moría por expresar.
Su rostro era desprecio, su voz era odio, sus ojos eran rabia. La primera bofetada no tardó en llegar, siendo el comienzo de la tormenta que aún estaba por llegar.
“Por intolerante”
Me obligué a pensarlo cuando comencé a defenderme de sus puños. Mis golpes eran ciegos, y descargaba en ellos la mentira de trece años. Dicen que es número de mala suerte, para mi número de volver a nacer. Mi mente quedó en blanco, sin saber si respondía, que hacía o dejaba de hacer. Volví a mi cuerpo cuando lo vi tendido a mis pies. Su cara era todo sangre, no podía descubrir rasgos.
Volviendo a la gran reunión, tomé un arma, una hoja que brillaría escarlata. También de la mía estaría manchada.
Viejo rey, que se alza para llevarte a mi estrella. No lo conseguirá. Ahora está a salvo, inconsciente y lejos de cualquiera que pudiera herirla.
Mis hermanos se acercan, corriendo, para ver que sucedió. Ellos también están manchados de sangre. Sin ellos no habría sobrevivido a los enfurecidos que se reunían en lo que quería que fuera nuestro hogar.
El tiempo huye. Y una marea de parásitos empiezan a devorar los cadáveres, mientras los tres contemplamos horrorizados e inmóviles.
“Hay que hacer algo”
Todos los tesoros que pudieran quedar en aquel lugar: tenían que quedar a salvo. Comenzamos a revolverlo todo, los recuerdos, miles de objetos que en la memoria tienen su lugar, preparándolos para llevarlos con nosotros.
Mi hermano termina la función con aquello con lo que siempre le gustó jugar: fuego. Las llamas devoran los cuerpos y el lugar.
Arde ahora, ARDE

lunes, 27 de julio de 2009

Aguas negras (Muerte)

"La vieja bicicleta de papá necesitaba un buen arreglo. Pero de momento me había acostumbrado a ella, cogiéndole un especial cariño. Mi hermana seguía mirandome como un bicho raro cuando me veía cogerla para marcharme a trabajar. Puede que tuviera razón.

Esta noche hace frío, durante el dia ha nevado bastante, suerte que hayan despejado los caminos a menudo. Un cansancio enorme se había abalanzado sobre mí, provocando que me quedara dormido sobre mi mesa de trabajo hasta a saber que hora.

No hay nadie en la carretera, y como siempre, la playa está vacía. No, espera, hay alguien ahí."

La bicicleta cayó con estrépito cuando se distrajo. Se levantó rápidamente a observar a ese hombre que había en la playa, observando algo en la nieve. Cojeó levemente cuando intentó incorporarse, así que decidió gatear hasta aproximarse para poder ver.

Aquel hombre estaba en cuclillas, inclinado sobre algo que al principio no podía creer: un cuerpo, inmóvil, siguiendo los movimientos que en ocasiones las olas le empujaban.

No quiso ver más. Se apresuro a coger de nuevo la bicicleta y pedaleo como si le persiguiera el mismo Diablo

"Olvídalo, olvídalo, olvídalo, olvídalo..."

Aguas negras (Vida)

Mis pisadas crujen en la nieve. Los restos cristalizados en mi camino, en los que quisiera verme reflejado mil veces, están esparcidos por toda la orilla. El sonido del mar, a escasos metros de mi. El paisaje no podría ser más extraño a mis ojos.

El frío amenaza con congelarme los dedos, que sin dudar paseo por algún lugar de la helada playa, en busca de alguna piedra cuya forma llame mi atención. Puedo ver el brillo en mis dedos, cuando los alzo hacia la luz de luna.

Dirigo la vista al mar, y al hacerlo siento un escalofío que recorre mi espalda. Es tan intenso que hace que casi pierda el equilibrio. El cielo negro no se distingue de las aguas, y eso me hace estremecer. Pero mi escalofrío no esta ausente de cierto placer. Como llamando a sentirme vivo cuando recorre cada centímetro de mi piel.

Me he detenido sin querer, mirando al mar e intentando descubrir algo en el agua, y retomo mi paseo nocturno que nadie más conoce. Dirijo la vista al suelo en mi búsqueda de pequeños tesoros, quizá pueda encontrar algo más...

Esta noche, quizás...

domingo, 26 de julio de 2009

En vuelo de dragón

No hubo sangre. No hubo resistencia: no le dejé. Cada golpe que caía sobre su cuerpo inmovilizado, revitalizaba el siguiente. Ojo por ojo, diente por diente. Incluso más allá. Londres se vuelve gris.

Un frío crece en mi interior. Al sentir el crujido de tu cuello, comenzó a expandirse. Violet no quiso ni acercarse... No sé como hacer para llegar a Caroline... Perdóname, ahora me he puesto en su lugar. ¿Cómo serán ahora mis caricias?

Los pasos que de para aproximarme a ti ahora serán vacilantes, aunque desee correr para abrazarte.


Todos hemos visto arder el castillo de nuestros sueños, desde nuestro paseo por los cuentos. La princesa encontró a su adorado príncipe; la intrépida arquera dormida en una estrella, junto con su mago. El erudito encontró su telescopio, y paseo entre las dos lunas. El jinete se refugió de nuevo en la sombra de su sauce, entre las caricias de sus hojas.

Pero nada pudo salvarlos. Ella ardió, convirtiendose en cenizas en mis manos. Bendición que teníamos al no recordar al pasado, que ha vuelto a nosotros con macabra realidad.

viernes, 24 de julio de 2009

La prisión

Coge los barrotes y lanza una mirada furibunda al exterior. No puede ver al gentío caminar, tampoco su suelo. La tiniebla es reina en su prisión. Sus palabras son los gemidos y los gritos de horror; sus lágrimas de risa son las de dolor en los prisioneros; su gozo está en el sufrimiento de los reos. Se hace interminable.

En las noches más oscuras, toma forma, dejando entrever su silueta cuando todos despiertan de sus pesadillas. Entonces ella se deleita en los aullidos que provoca su caricia.

La furia en su mirada persiste, incluso más allá llegado al anochecer, y solo se desvanece, dejando pasar al terror, cuando siente las manos de Madre Oscuridad rozándole la espalda.

Solo tantea, provocando el escalofrío y que el arazo a los barrotes sea más fuerte. Mira entre desafiante y pícara a su vieja amante, la luna, a la que solo se acerca cuando le da la espalda… Su luz le hace daño, así que rápidamente agarra con fuerza a aquel que desea escapar con todo su ser, y lo arrastra hacia sus dominios. Ni siquiera la noche apaga los llantos.