domingo, 3 de abril de 2016

SR #02

Habían pasado casi dos meses. Casi dos meses desde que volvieran. Y las últimas palabras que había escuchado de su pasado resonaban en su cabeza, tras haber cometido un último desliz.

La prisión en la que estaban se volvía asfixiante. Había momentos en los que sentía que podía huir a través de un libro. Pero incluso entonces, cuando se sentía segura, comenzaba a preocuparle lo rápido que podían agotarse los títulos por leer.
Todo era cuestión de mentalizarse. No podía seguir ejerciendo esa resistencia.

A su nueva vida, a la misión que la ocuparía por completo, a que sus compañeros eran en los que debía confiar su vida y también creer que no cometerían los mismos errores que ella.

Pero esa renuncia a creer en alguna suerte de futuro para ella y los que eran sus compañeros de prisión, significaría la pérdida de sí misma. Mientras escribía pensamientos aparentemente inconexos que guardaba a buen recaudo, un brote de esperanza en su interior.

Mientras luchara, viviría.
Mientras se resistiera, seguiría encontrando un motivo para respirar.

Haría de toda su debilidad un motivo para vivir.

jueves, 14 de enero de 2016

SR #01

Todo su cuerpo seguía vibrando por los continuos golpes que no recordaba haber dejar escapar sobre la pared. Ese regreso a la tranquilad a demasiada velocidad sólo permitió tener el tiempo suficiente para apoyar las manos en la misma y evitar caer de alguna forma.

En su garganta todavía estaba ahogandose un grito, o quizás un gemido de dolor por todo lo que había hecho, mientras giraba la cabeza y contemplar lo que había dejado atrás. Sun hacía por incorporarse, observando, y Noah a su misma espalda, aguardando a los resultados de su conjuro.

Como pilares ante un terremoto, sintió que tanto en ella se derrumbaban que empezó a sentir vértigo. Su ira había logrado, además de demostrarle que sí era el monstruo que habitaba en su interior, dañar a otros. Retiró la mirada, volviendo a su posición original, intentando contener el llanto desesperado por no poder refugiarse más en esa furia. Sentía que la necesitaba tanto como la despreciaba, a esa voz que la llamaba a destruir.

La certeza de que no sobreviviría demasiado tiempo, no junto a ellos, se hacía más fuerte. Y el temor a hacerles daño, a pesar del afecto que empezaba a nacer, era como una noche eterna, en la que no podía despertar.