domingo, 29 de noviembre de 2009

Sentidos Iluminados (III)

Aquella tarde llovía. El cielo se había vuelto de un gris muy sucio, y todo el Firmamento estaba triste, como el día. A mí me gustaba la lluvia, y quise escaparme de las aulas de descanso para mirar como caía el agua. Las torres eran bien altas, y los monaguillos que se movían por entre los muros de piedra parecían pequeñas hormigas. Y fuera de los muros, más diminutas todavía.


Yo era todavía muy pequeña, y algunos detalles se me escapan al escribirlos. Pero algunas imágenes, imposibles de olvidar, me ayudan a reconstruir todo lo vivido. Es increíble ver como afloran los recuerdos cuando sientes en la noche la necesidad imperiosa de escribir todo lo que vuela fugazmente por el pensamiento.


Era la primera vez que recuerdo ver más allá de los muros que creaban mi mundo. Y sigo sin saber por qué no lo hice antes, viendo a los mayores de la Orden volar más allá de ellos. Creo que estaba demasiado ocupada intentando desarrollar al máximo a las dos emplumadas que llevo a la espalda.


Reí un poco al ver como todos intentaban refugiarse de la lluvia a la vez que no abandonaban sus quehaceres. Por un momento quise estar entre ellos, sentirme en los seres a los que me asemejaba tanto. Y a la vez éramos tan distintos… Pero me distrajo el sonido de unos pies descalzos subiendo las escalinatas. El silencio en las alturas era tal que se escuchaba hasta el más suave batir de alas. El paso era como una caricia en la pulida piedra. Ni siquiera intenté ocultar mis pequeños novillos. Me fascina el silencio, y como se quiebra suavemente.

Una pequeña Engel llamada Miael apareció por la puerta. Su túnica y sus alas estaban algo empapadas, y su respiración acelerada. Coloqué mis pies dentro de la habitación, seguía sentada en el marco del gran arco.

Vaciló unos instantes antes de hablar, sin mirarme siquiera.


- ... El padre Benjamín... m-me manda buscarte... - sus manos y sus alas temblaban de frío. - Su sermón es o-obligatorio...



Suspiré y me levanté. Realmente hacía frío. Una capa abandonada estaba colocada sobre una de las mesas de estudio en la torre. Pareció aliviarla al verse abrigada por ella. En nuestra instrucción, era la más pequeña en nuestra tanda. También era la de menor estatura, pero eso no la hacía menos veloz.


La tomé de la mano, un poco gélida al tacto, y le sonreí. Por fin me miraba, y me sonrió también. Más con la mirada que con sus labios. Después recordé que no miraba a ninguno de sus compañeros, ni siquiera a los instructores. Me sentía alegre, y tiré de ella escaleras abajo.


- ¡Vamos! Llegarás tarde por mi culpa.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Garabatos

Quiero sentir la libertad en mis manos, tan pura y bella como la vida misma. Estas mismas palabras se escapan de mi mente, de mis dedos. Pero las necesito como el respirar. Se me escapa el aliento, agujas en el alma con cada suspiro. Pesa el corazón. Nadie sabe quién le da la razón. Quieren creer que es lo único que queda, no puede ser más incierto. Sentimientos inconexos, palabras confusas, abrazos deseados. Quieren llegar a un gran final.

No puede ser mas incierto: el corazón, es lo único que nos queda. No creas. Siente.

jueves, 26 de noviembre de 2009

*

El vuelo había continuado alto, incansable. La vida en su interior parecía haber perecido hacia mucho. No se oía nada en su interior. Pero ella seguía, volando, eternamente.

Las alas gastadas, perdido el rumbo, esquivando cualquier cosa en su camino, a base de golpes, en la noche eterna. Pequeñas luces moteaban la oscura cúpula...

Y cuando encontró tierra, cayó por fin. El vuelo de una nave no dura eternamente.

¿De qué me sirven las historias? No hay nada que contar, lo que ocurre está todo dicho. Una vez, y otra, y otra.

La utopía no existe, pero nos hace vivir, nos hace soñar.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Demasiado EXO

La reunión estaba a punto de comenzar. Todos los invitados e implicados habían llegado a tiempo, como una característica un tanto... estremecedora. Todo parecería normal, una congregación cualquiera de contrabandistas y hombres que jugaban fuera de ley.

Serían normales si omitieramos el hecho de que no eran de este planeta. Y yo permanecía sentada junto a ellos, con una mueca de una pasividad un tanto sorprendida. Parecía un bloque de hielo, mientras ellos se dedicaban a ignorarme por completo. Cuando recuperé la conciencia, mi cabeza estaba girada en un pequeño ángulo, signo de total descolocación.

Empezaron a jugar con unos extraños naipes, traídos seguramente de su extraño planeta. Había despertado a esa sala, sin saber cómo, y me hallaba charlando y divirtiendome con una raza extraterrestre.

No son malos conversadores... Tanto EXO es malo para la salud.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Sentidos Iluminados (II)

¿Quién no ha soñado nunca con rozar el cielo?

Desde casi antes que a andar, se me ha enseñado a batir mis alas con fuerza para cruzar el cielo. Nadie jamás podrá decir que existe algo más hermoso que observar el mundo desde las alturas. Todos los Engels podemos apreciarlo, hemos sido dotados con el don de llegar a la vida como seres alados. Pero jamás escuché a alguien ajeno a mi orden maravillarse en las alturas.

No hay peor castigo para un Urielita que que le corten sus alas. Y ojalá que esa imagen quede para siempre en mis sueños, pues de ahí surge. Cuento pocas primaveras en mi vida, pero en mi memoria permanecen todavía menos. Como si un trozo de mis vivencias hubiera sido arrancado, con gran dolor.

El agua... la inmersión en el agua acentúa esa sensación. Como si hubiera pasado largo tiempo sumergida, en una duermevela insana cargada de incertidumbre.

Lo que no se me escapa son los entrenamientos. Durante los primeros tiempos, solo acostumbraba a ver los altos muros de nuestro Firmamento. Muros blancos como el marfil, y tras ellos, el mundo que suponíamos que debía haber.

Hora tras hora, incansables nuestros maestros. Ejercitar las alas, alimentos que saciaban en poco nuestra hambre, y un absoluto silencio ante nuestras insistentes preguntas.

Muchos insistían en conocer al principio, pero poco a poco, esa curiosidad que daba sentido a mi vida fue decayendo en el resto de mis compañeros Urielitas.

Tan solo cuatro de nosotros permanecíamos cuestionandonos e imaginando como sería la vida fuera de los muros. No podré olvidarme de ellos.

Miael, Cadaiel, Nerael y yo, Galadriel.

Quiero

Los dos elementos más arcanos, fuego y agua, se habían puesto en nuestra contra, traídos desde antiguos manuscritos de Metáfora... Que, por supuesto, en manos equivocadas, traen funestas consecuencias.

La iglesia ardió hasta los cimientos, borrando todo rastro de muerte y horror. El padre se alejaba cada vez más de las puertas de San Pedro, y solo podíamos esperar momento propicio para escapar. Lillitz tomó el grimorio, y leyó.

EQUA

Dicen que el agua no tiene memoria. Entonces lo comprobamos. La iglesia acabó derrumbada, y a punto estuvieron muchos de perder la vida. Lo llama cobardía... algun día aprenderá la lección.


Mi propósito en Toledo ha acabado, nos toca de nuevo marchar. Pero sola no, no esta vez. Inferno trota incansable, la compañía sigue en camino, mientras los miro vienen a mí recuerdos que me hacen sonreír.
Y por fin, su mano en la mía. Su cintura la cubre mi brazo, y su mejilla mi rostro. Aspiro su aroma, dulce. Me lleva a lugares que ni siquiera sé que existen. Pero estoy con ella.

La noche llega, y nos sorprende en el lecho, junto a ella. Durante unos momentos se me escapa su cuerpo entre el sueño y la oscuridad. Pero después vuelvo a encontrar su piel, desnuda, frágil, cálida.

Se me pierde el tiempo contigo, por eso quiero compartir lo que me queda de vida contigo.

Sí, quiero.

AE

jueves, 19 de noviembre de 2009

Sentidos Iluminados (I)

Dicen que los caminos del Señor son inescrutables, pero cierto es que aún no he encontrado ninguno que se resista a atravesarlo, a conocerlo, a sentirlo bajo mis pies.

Cada textura del suelo, cada pequeña señal revela un misterio. Tal vez el misterio de cómo seguir adelante, de cómo sobrevivir. Tal vez por todo ello estoy todavía en este mundo.

Aunque mi vida es corta, sigue sorprendiéndome una fuerte energía que parece descender del cielo hasta rozarme en tierna caricia. Puedo percibir las emanaciones de esa misma energía en todo lo que me rodea, en todo lo que desprenda algo de vida. Podría jurar que Dios existe en todas las cosas vivas. Aunque todos parecen ciegos a ella. Es algo realmente maravilloso.

Todavía siguen observándome de forma extraña cuando, sin previo aviso, alguna criatura a simple vista invisible, capta toda mi atención. Creen que hablo con las plantas, o algo por el estilo. Sería fascinante, aunque me basta saber que pueden cederme su energía si llego a necesitarlo.

Regalo de los cielos, la vida. En ella reside lo hermoso; en lo hermoso, lo jovial; joviales, los niños e infantes. La mayor prueba de existencia divina.

Aún sigo creyéndolo, a pesar de que los tiempos se han vuelto tan oscuros, que hasta los mayores pilares de fe se han derrumbado ante la injusticia.

Todo lo que sube, tiende a caer. Todos caeremos algún día.

Segundas oportunidades

Veo iluminarse una habitación lejana desde mi ventana.

Frente a mí, el gigante llorón, derrumbado y roto por las palabras de una mujer. Sus grandes manos viajan desde la mesa hasta su rostro, cubriéndolo por verguenza y pena. Esas manos que me han abrazado, con desgana, pero aún así lo hicieron. Manos que algún golpe me han brindado, pero al ser mi hermano le está permitido.

Frente a frente, somos iguales. Tan parecido a mí, y a la vez tan diferentes.

Se deja el corazón en el acto de amar, también en los duros golpes.

Sus dedos que han aporreado un piano invisible sobre su mesa de madera. Un legado secreto que nadie debe conocer.

Mañana será otro día, para amanecer con el corazón en aullido de dolor, derramándo lágrimas sobre la almohada, callándolas para que nadie pregunte.

Gigante llorón, que pronto has caído. Segunda vez.

lunes, 16 de noviembre de 2009

¡No me llames hada!

Ya no nos llamamos así. Hace mucho que el mundo ha cambiado, y nosotros cambiamos con él. Excepto nuestras costumbres. Seguimos ocultos en el bosque, viviendo solo un poco mejor que los animales, encerrados en estos esqueléticos cuerpos que nos hacen parecer alimañas. Cuerpos que no envejecen. Recuerdo al último de los nuestros que se marchó. Su nombre se ha perdido en mi memoria, y seguramente los nuestros de la suya. Después de todo, para el resto solo somos una pesadilla o un mal recuerdo.
Los recién llegados son niños. Niños arrancados de sus hogares y sustituidos por el más antiguo de nuestra tribu. Al principio lloran, a los pocos días gruñen y rehuyen de los que son su nueva familia. No tardan demasiado en acostumbrarse.

¿Que qué somos? Somos trasgos, suplantadores, ladrones de niños, alimañas. Despojos del recuerdo.

Somos los niños olvidados de la tierra.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Amanecer azul

El amanecer que no termina de llegar tiñe de azul la habitación, las sabanas y las curvas de tu cuerpo. Me despierto entre ellas, escuchando como tu respiración cambia justo cuando despiertas, a la vez que yo.

El sueño nos había vencido limpiamente, y caímos rendidas. No he dejado de buscarte en sueños. Y vuelvo a hundirme en tu hombro después de contemplar tu sonrisa, después de saborear tus labios.

Tu piel tibia parece terciopelo bajo mis dedos.
Tu cuerpo sobre el mío.
Mis labios en los tuyos.

Los grandes Odin y Aisha

El sol jugaba con las nubes, esperando que le encontrara la luna. Y a la vez el viento con las esponjosas almohadas del cielo.

El espectáculo acababa de comenzar. La niña creaba con su padre un fantástico juego de equilibrio y movimiento. Los aplausos eran apagados por la espectación y la sorpresa. Algunas cámaras eran proyectadas a robarles su imagen durante segundos. Los demás niños no perdían ni un movimiento, gritando de alegría y entusiasmo.

Por fin, la pequeña se alzó sobre los hombros de su progenitor hacia el cielo. Mirando primero a la cúpula azul y después a mí misma. Su sonrisa brillaba como el sol, tan clara como el cielo.

Una reverencia, y nos brindan su vida, su arte y las miradas excitadas que les permitiran pasar un día más.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Confuso

Sus manos caían sobre ellas con dureza, sin un mínimo de delicadeza. Una tras otra, gritaban bajo sus golpes, pero ninguna huía. Lo llamaban virtuoso, permanecía inmutable, pero nadie podía ver realmente aquella violencia. Lo llamaban pasión. Lo veían algo bello.

Todo representado como una gran obra teatral, e incluso aplaudían cuando el virtuoso acababa. Y después, para calmar su llanto, las acariciaba tiernamente. Y allí quedaban, abandonadas hasta que alguien volviera a acordarse de ellas....

...en un nuevo concierto. El pianista descargaba toda su pasión en ellas, las teclas. Rotando de golpearlas a acariciarlas con ternura. Arrancando las notas que eran sus gritos. Mientras derramaban tristeza por su olvido. Porque el piano anhela ser tocado de nuevo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La ira del gigante resquebraja la tierra

Los niños jugaban cerca de las ruinas asoladas. No quedaban muy lejos del poblado, al fin y al cabo, y la paz todavía no habia sido borrada del pequeño poblado. Una pequeña comunidad encerrada en aquel paraíso aún intacto.

Los mayores observaban a la gigantesca figura de piedra como algo venerable, como el vestigio de que los dioses tocaron aquella hermosa tierra en alguno de sus caprichos. Y aquella energía que atraía a los niños a jugar a sus pies era la prueba evidente.

También se contaba que era el cadáver petrificado de algún lacayo de los dioses, que había permanecido en la tierra para guardarlos de todo peligro. Como los reconfortaba el sentirse bajo su amparo.

Y como se escuchaban sus gritos de terror con aquella tormenta. Los rayos azotaban la tierra y partían el cielo. Y uno de ellos cayo sobre aquel cuerpo de roca, que entre espasmos volvió a la vida. Tomando su espada de roca, dejando atrás los siglos que había permanecido inmóvil. Mirando con aquellos ojos de luz ámbar a los pequeños seres que corrían a sus pies, aquel error de los dioses.

Huyendo bajo la sombra del coloso.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Cautiva

Ciudad de Toledo:
Largo camino, y al fin ya estamos aquí. Sentir los nervios a flor de piel, atentos a cada mirada que nos hace culpables de una fe de falsa moral. Mirando desde las sombras de nuestras capas.

La vieja iglesia es tu refugio, y no encuentro la manera de entrar sin desmoronarme. Bryan a mi lado, que aunque no lo sabe me da fuerzas. Nos adentramos en el silencio.

Perdóname por mi estupidez. Te fallé, te mentí, y ahora en cambio me pides que compartamos lo que nos queda de vida. No cuentan las distancias. ¿Qué más podría pedir a los cielos?

Los "siervos de Dios" parecen llevar a todos los demonios del infierno en su interior. De otro modo no explico la crueldad que muestran para con los herejes.
¿Cuantas maneras habrá de guiar por el recto camino?
Ahora nos expulsa de la ciudad, saliendo como alma que lleva el diablo.

La mañana traerá nuevos caminos, y de momento el opio nos basta para olvidar. Bryan llora, Drusila duerme, Lillitz se frustra... Como se supone que debiera estar.


Al amanecer esperamos tu salida de la ciudad.

- Drusila asesinó a unos cuantos gorriones, pobres animalillos -

La túnica roja se adentra en el bosque, y allí espera mi emboscada. Criatura encantada, te lanzas a la muerte fingiendo luchar por una causa que nunca fue tuya.
Me revelaste el lugar donde permanece cautiva. Mi deuda contigo es grande, pero tu futuro se me escapa al lanzarte hacia el acero que tu misma haces enemigo.

AE

- Bueno, esto es una llamada a nuestra master, Danielle, para que continue con la partida y que acepte mis disculpas por la vez anterior.
Achuchones pa' ti!

domingo, 8 de noviembre de 2009

Lo veía venir

Siento el miedo llegar, como las luces cegadoras que llegaban desde la carretera. Llegaba tarde unos 15 minutos, y mi impaciencia crecía.

El viento me azotaba. La noche había caído hacía dos horas, pero todavía no estaba en casa. ¿Por qué? Porque aún quedaban cosas por hacer.

Sentí unas lágrimas que aullaban por surgir, pero algo en mi interior no quería cederles el paso. Aulla el viento, como una bestia en la lejanía. Enorme, ancestral y terrible. Que busca con lento paso a su presa. A la que sientes llegar, a la que puedes ver en la lejanía, y esconderte de ella. Aunque nunca del todo. Está a la vez lejos y cerca.

Por fin llega el autobús. No me siento tranquila ni siquiera al sentir el traqueteo de la carretera, que me indica la vuelta a casa. Un temor irracional.



No me sueltes

Infiltración

Hace frío aquí arriba, en las montañas. Me recuerda a mi casa, en Aragón. Solo que la blancura se ve algo distinta, un poco más gris. Más oscura.

A partir de ahora voy a tener que acostumbrarme a tener una biblia siempre en mano. Nunca se sabe cuando puede hacer falta. Pero de ahí nos lleva a los antiguos babilonios, con aquellos malditos rituales en los que la cruel Baal exigía a los recién nacidos abiertos en canal. Para después depositarlos en brasas ardientes.

No sé si aquellos fanáticos perdidos en el bosque, en aquel internado siguen a aquella deidad. Y ahora MariaM está metida en todo el lío. Por orden de nuestro querido superior.

¡Los seres más afortunados de la Tierra! ¡Saltemos hacia no sabemos donde!

En el pecho de aquel muchacho falta su corazón, y nos falta el motivo de aquel sacrifio. Dando palos de ciego. Hay sangre en la nieve, hay sangre en los árboles.

Todos buscan el maldito fin de los tiempos, y se nos han acabado las películas gore. ¡Maldita sea!

Castillo bajo el agua

Esa música no cesará nunca. Hablo de la que provoca el viento, creando aterradores aullidos. Y las almas vivientes se sienten como diminutas hormigas en la gigantesca fortaleza. Todos inmersos en una construcción que no lleva a nada. Los andamios recuerdan a los restos de una criatura terrible hace tiempo vencida.
No hay modo de escapar. Tampoco recuerdan que quieren hacerlo.
Autómatas

lunes, 2 de noviembre de 2009

El concierto

En la iglesia, los cantos religiosos habían sido olvidados y sustituidos por algo más grandioso. El tiempo no existía, mirando sin ver, a aquellos músicos que arrancaban de sus instrumentos melodías increíbles, que transportaban a otro mundo.

Colleman los observaba inmerso en su sonido, ajeno a todo lo demás, ajeno a aquella mujer que se sentaba a su lado. Amiga y amante. Se inclinó sobre su banco en un intento de llegar a ellos, a su etereidad.

Ella le observaba. Temerosa: aquel mundo era nuevo para ella. Extendió una mano incoscientemente, haciendo el amago de acariciar su cuello y su nuca, lentamente, y vencer el frío invernal que cubría aquellos lazos sin amor.

Intentando evocar una belleza, una época ya perdida. Cerrando las viejas heridas, de errores pasados. Porque cada individuo es libre de elegir su propio destino.

Sueños de muerte

El teléfono seguía dando señal, pero nadie lo atendía. Los dos muchachos, idénticos uno a otro, se hallaban en la habitación. Uno tenso y preocupado, el otro se divertía aumentando los nervios de su clon, que se mantenía al teléfono para informar de la muerte que había visto en sueños. Se lamentaría siempre por ser capaz de predecir aquellas desgracias, y aquel espíritu burlón, aquella desconexión de su mente, distorsionada hacia el exterior, estaba destinada a torturarlo. Solo era fruto de su imaginación.

- ¿Que les dirás? ¿Que le viste morir mientras lloriqueabas en la cama?

- No va a servir de nada. Ese tipo ya esta muerto. Corta ya

Su joven hermana entró en la habitación, tan solo para darle un abrazo, ignorando por completo la existencia del delirio de su hermano.

- ¿No hay noticias? - preguntó ella.

El aludido negó con la cabeza, pesaroso. Una rabia surgió de su interior, deseando desfogarla contra aquel ser, que no lo dejaba descansar. Y que ahora se acercaba a él, sonriendo al ver su expresión de rabia contenida.

- Chico, ¡abandona! No voy a largarme. Contigo nací, contigo muero.