sábado, 31 de enero de 2009

Oscuro cielo

La ciudad permanece... en suspenso. La tormenta ha cesado, pero los desperfectos continúan.
Sus habitantes, con la mirada perdida, todavía se preguntan en silencio que ha ocurrido. Los grandes monumentos, que conmemoran acontecimientos pasados de gran esplendor, se han derrumbado. Los pilares de fe estan a punto de caer.
Nadie a parado desde el amanecer, pues todos, durante la noche, han aguantado el llanto, acurrucados en el rincón mas oscuro del hogar... Solos.
Los niños observan desde las ventanas. Asustados, miran el cielo gris. Los mayores consuelan a los pequeños. La tormenta ya ha parado, pero el cielo sigue oscuro.
Hombro sobre hombro, reconstruyamos sobre las ruinas de la ciudad y el valor.

miércoles, 28 de enero de 2009

La Fuga

La maquinaria falló, el sueño se escapó. Aquella extraña criatura lo provocó.

Se coló en Arcadia, sigilosa y sonriente, alentada con voces de allegados... El dolor la oscureció, recuerdos del pasado que la atormentaban hasta que decidió llegar hasta nosotros desde un lugar muy perdido que solo ella conoce.

A veces me intriga la duda de si el titiritero desconocido que dirige la Arcadia la dejó pasar. Dejó pasar a un ángel... un ángel sin alas, que hoy alguien me lo devolvió alado.

Su vuelo ilumina el camino a seguir... el suyo y el nuestro. Ambos, unidos en un beso que alegra el corazón.


A Rahel, que grande hazaña cumplió al ver su sueño hecho realidad.

lunes, 26 de enero de 2009

Su rey, nuestro verdugo

Las fieras se debaten. Hemos dejado de lado nuestra humanidad: volvemos a ser bestias. El Clan Gangrel se ha alzado contra el Príncipe y su primogenitura, al ver amenazada la vida de Alejandro. Bloodfire, Lady Morgana y yo nos colocamos junto a ellos.

No dejaremos a merced de los poderosos que siguen ciegamente al Príncipe a aquel que ha dado la vida por nosotros.

La puerta se abre, y el temor invade a toda la sala: Petirrojo. A pesar de que su apariencia es de un infante, su poder es casi palpable. Logra poner orden en la sala, y calmar a la Bestia. Su mano imponiendo orden sobre Sevilla, además de sus nuevas sobre aliados que están por llegar, dan una esperanza nueva para la ciudad.


Cada uno marcha a su hogar, y en el mío encuentro al indeseable Amadeo. Me ofrece la vida de Abigaíl, a cambio de no luchar. Mi respuesta es clara: No. Y al poco de responder, los alguaciles llegan.

Bloodfire, Alejandro y Kitano hacemos frente al fomor al que Amadeo ha dejado paso. La lucha es dura, más aún, cuando al creerlo vencido, su carne regenera formando de nuevo su horrible cuerpo. Finalmente cae. Cada uno lucha por sus motivos. A mi me mueven mis hijos, Roxanne y Abígail. Nuestra rabia es imbatible.

Roxanne está a salvo, pero permanece incosciente. Cuando me inclino sobre ella, aparece a nuestro lado una extraña criatura. Dice ser médico y changelling. Desde que conozco la naturaleza de Roxanne desconfío de estas criaturas. Y no me equivoco.

Esa criatura precede al gran rey Oberón, que viene a buscar a su hijo y a su reina Titania. Mi hijo será el próximo rey de la Arcadia si no lo impido: debo recorrer la ciudad de cabo a cabo junto con 3 compañeros. Seremos Sparlan, Alejandro, Bloodfire y yo.

Si lo logramos, recuperaré a mi hijo y a Roxanne, que ahora descansan en la Arcadia. Ellos dos han sido ya sanados... y por mis venas ahora corre sangre de hada.

jueves, 22 de enero de 2009

Lirio

Tanteo en la oscuridad. Las velas iluminan levemente toda la casa, dándole un toque realmente acogedor. La noche guarda absoluto silencio al ver mi búsqueda.

Llego al dormitorio. Las pequeñas llamas rodean nuestro cama, y sobre ella, paciente, me espera con una mirada que me hace temblar. No me atrevo a tomar la iniciativa, así que ella se acerca con lentitud. Me toma el rostro entre sus suaves manos, deseo que no acabe su caricia. Acercamos nuestros labios. Los besos, las caricias nos llevan al lecho.

Su cuerpo medio desnudo me invita a que lo contemple. A recorrerlo con mis dedos y mis labios. Guardar cada roce en mi memoria, cada centimetro de su cuerpo.

Hemos perdido la conciencia del tiempo. Ignoramos si la noche ha acabado, si debiera ya llevarnos a nuestro sueño. No importa. Cada hora, cada minuto, quiero que permanezca en mi recuerdo. Quiero que me lleve a donde el amor me muestre la felicidad... una felicidad junto a ella.

miércoles, 21 de enero de 2009

Hijo de Miguel

Que el Señor me dé fuerzas, pues he de guiar a aquellos, al igual que yo, son herramientas aquí en la Tierra.
Como Miquelita, he de tomar el mando en esta cruzada que nos iniciará en el camino de Dios, combatiendo al Señor de las Moscas.
Dales temple, Señor, para aguantar mis errores.
Yo soy juicio divino en tierra de infieles. Mi nombre es Daniel, y volaré allá donde mi amor por Dios y mi compañia me lleve.
Aquí los encuentro, mirandome expectantes, con las alas tensas esperando alzar el vuelo. Las miradas inquietas al ver en su futuro lo desconocido.
Engels, marchad ahora en pos de la purificación y la esperanza.

sábado, 17 de enero de 2009

Hijo de Rafael

Misterios. Todo en la vida se basa en misterios, y aquel que los descubra tendrá el poder.

¿Y que mayor misterio que aquello que no podemos ver? Aparte de Dios, el cuerpo humano es mi dominio. Conocido por toda la Orden Rafaelita y motivo de ignorancia para el resto de los habitantes de nuestra ya mermada Europa.



Somos la Mano Sanadora de Dios, y como tales, sanamos las heridas del prójimo y reconfortando su corazón. La misión de todo Engel.


En nuestras clases, a menudo socorremos a los Gabrielitas y a los Urielitas para practicar nuestras dotes. Resulta fascinante ver que con una caricia de nuestra mano las heridas sanen tras un pequeño fulgor. Semejante poder a de tener un precio, tal vez la memoria de la que todos parecemos carecer. Pero nadie quiere hablar del pasado. Nadie tiene nada que decir.


Nuestras últimas clases nos llenan de expectación: es palpable en toda nuestra selección. Nos reunen en la sala comunal, y el ab de la catedral se coloca para elegir al que marchará hacia una misión aún desconocida.


- Aaroniel, tu nombre ha sido elegido para recorrer los caminos del Señor. Que Él te acompañe y te guíe.

A mí alrededor se hace el silencio, y todas las miradas se vuelven hacia mi persona. He sido elegido. Muchos son los que me estrechan la mano y susurran frases que intentan ser alentadoras.

Mi cuerpo tiembla mientras marcho a reunirme con la que será mi compañia. Ahora puedo verlos: Ubel y Eldael, que varias veces han estado bajo mis cuidados. Ahora estan enfrentados, ambos muy impulsivos y que no dudaría en aventurar que ya son rivales.

Y más atras puedo ver a un Engel que reconozco como Ramielita. Semiescondido detras de una columna, entre asustado y divertido.

Avanzo con decisión. Mis pies descalzos hacen imperceptibles mis pasos, y tan solo se percatan de mi cuando estoy a una distancia bastante próxima. Todos nos colocamos en círculo, observandonos con curiosidad. Puede que ahora no, pero en un futuro próximo todos nosotros tengamos algo que contar.

viernes, 16 de enero de 2009

Hijo de Jeremiel

En mi mano, todos los misterios de la palabra. En mi mente, los designios del Señor. Y ante mis ojos, la gran biblioteca Ramielita. La única luz que conocen mis ojos es la de las velas iluminando los manuscritos, que en mi mente se guardan. Tan solo en la noche me atrevo a contemplar el cielo. Mi única vocación, las letras. El arte prohibido de esta era, tan solo al alcance de mi Orden.La gran biblioteca, sumergida en los cimientos del Firmamento, se ha convertido en mi prisión... Que agradable condena. Pero dejará de serlo dentro de poco.

Los novicios y mis compañeros Ramielitas no paran de murmurar que uno de nosotros partirá en misión con una compañia... y yo soy el objetivo de toda especulación ...Señor, dame fuerzas...

Me hallo en la biblioteca, ojeando los escritos de los Santos en busca de consuelo para mi agitación. Pensando en todo y en nada. Hasta que siento una mano en mi hombro: el padre Antonius, que me sonríe de forma paternal

- Ha llegado la hora, Edoniel - me dice con voz tranquilidad, deseando que algo de esa calma entrara en mi - Sígueme

Todos los estudiantes que se hallan presentes forman un pasillo para padre Antonius y para mí. Un rictus de terror y vergüenza se forma en mi rostro. Mi salida hacia el exterior provoca miradas altivas entre mis compañeros Ramielitas, pero yo estaría dispuesto a cambiar mi lugar por cualquiera.

Cruzamos el umbral que me llevará hasta los miembros de mi compañia. El fuerte sol de la mañana me deslumbra, pero padre me guía tomandome del brazo, como siempre ha hecho. Cuando mis ojos se hacen a la luz, Antonius me hace mirar a lo alto: una gran plataforma que parece rozar el cielo. Debo llegar hasta allí.Padre me abraza durante unos segundos y despues me deja partir, observando el despliegue de mis alas.El viento azota mis alas y mi rostro, y el sol me acaricia. Había olvidado lo magnifico de esta sensación... pero no guardo recuerdos de la tacto del viento y el sol... No importa, ahora solo quiero volar.

Alcanzo la plataforma y veo una gran sala rectangular, en la que se alzan altas columnas a lo largo de esta. No muy al fondo, veo a dos Engels que hablan entre si pero que mantienen la distancia. Un Urielita, alto y espigado, cabello oscuro y ojos verdes. Su tunica verde resalta en la sala. El otro engel es un Gabrielita. Lo mas destacable es su cabello rojo, como el fuego de sus espadas. La túnica negra de su Orden no logra ocultar sus formas de mujer, y pese a ser de menor estatura que nuestro compañero, lo mira con altivez y orgullo. Sin embargo, del Urielita solo recibe una mirada que contiene, para mi sorpresa, una profunda curiosidad.Observo sus cuerpos. En ellos puedo ver el Signum, como en el mío. Lo único de lo que me veo capaz es de esconderme tras una columna, observar a mis singulares compañeros y desear no ser descubierto.

No ha de faltar ningun detalle cuando comience a escribir nuestra crónica.

miércoles, 14 de enero de 2009

Hija de Gabriel

Mi nombre es Eldael, y soy una Gabrielita. El Todopoderoso, en su sabiduría, me concedió a mi y a mi orden el fuego flamigero para combatir a los infieles. Y con nuestras alas surcamos el cielo para combatir el mal.

Todo hay en mi memoria se limita a las largas horas en entrenamiento con espadas, la camradería entre mis compañeros Gabrielitas y Templarios y la increíble sensación de volar. Entre mis cortos espacios en el aire, pude ver a aquellos otros Engels de alas pardas: Urielitas. La magnificencia de su vuelo es inalcanzable para los Gabrielitas, pero lo compensamos con el manejo de la espada. Mientras que ellos manejan el arco, nosotros blandimos las espadas flamigeras con honor. Esperando impacientes a un enemigo lo suficientemente hábil como para darnos una bella muerte.

Hace poco ha llegado a mi un Templario trayendo un mensaje en sus manos: me ha llegado la hora de partir. La amenaza de los Engendros avanza hacia el oeste. Yo estaré allí para detenerlos.

Los nombres del resto de mi compañia todavía son un misterio para mi, salvo uno: Ubel, el joven Urielita.Me aproximo a el, silenciosa, para observarlo. Una mirada viva, que lo contempla todo con evidente curiosidad. El Signum recorre su cuerpo, pero con distintos emblemas. Sus alas pardas imponen una autoridad que hasta el mismo Ubel ignora... y su rostro... muestra tranquilidad y afabilidad... Nada que ver con los maestros instructores.

Espero que el manejo de su arco sea tan perfecto como parecen serlo sus verdes ojos...

martes, 13 de enero de 2009

Dezrramabel (La Última Batalla)

Arduo el camino. Pero al fin ya estamos aquí. Zafiel y la pequeña Lucifel me acompañan. La mano sanadora de Zafiel me toma por el brazo y me mira con temor y con determinación a la vez. Lucifel contempla la gran columna de fuego que se alza ante nosotros. Allí estan ellos, los seis Ángeles Caídos... entre ellos mi hijo.
Ambos estamos destinados a batirnos, ya no por rescatar a mi hermosa Sarael, ni a su madre Kitae. Le libraré del mal que le consume... aunque no quiero hacerlo si eso le cuesta la vida.
Veo a Dezrramabel alzar la mano para señalarme, y recula para adentrarse en el Inferno. Esas llamas son las únicas que parecen ser capaces de contener su odio. Le sigo.
Dios mío, protegeme de este horror. Al abrir los ojos tras un breve parpadeo me encuentro en mitad de la nada. El Alma de la Compañia ha desaparecido. Ya no oigo la dulce voz de Zafiel en mis pensamientos. Estoy solo ante mi hijo, quien me dará muerte si no consigo ser mas habil que él.
Comienzan las embestidas: nuestras espadas se cruzan en el aire mientras volamos. Ninguno de los dos aguantará mucho más así, pues estamos muy igualados.
Ambos recurrimos a la par a nuestros libros de la vida. Todo inútil. Al fin se detiene, posandose sobre el suelo.

- Baja aquí, padre. Un lance de espadas hacia el corazón. - Sonrie de forma sádica al verme colocandome frente al el - Quien logre sobrevivir... se llevara a Kitae y a mi querida hermanita.

Vacilo por momentos. Si resultara muerto las perdería a ambas... Las perdería de igual modo. Nos colocamos en posición a la vez. Dezrramabel adopta unos movimientos idénticos a los mios... Ahora puedo verlo de cerca. Es mi viva imagen, pero tiene los ojos de su madre: fieros, determinados.

Sin pararnos a pensar, lanzamos mutuamente un fondo. Cierro los ojos... alzando una último ruego al Señor: "Que el Señor nos perdone a ambos... A ti, hijo mío, por los pecados cometidos... A mi por ser merecedor de tu odio"
Abro los ojos: lo veo con expresion de sorpresa, mientras la sangre se derrama por su boca. Al mirar su pecho, mi espada esta clavada hasta el fondo en su joven torso... Vuelvo a mirarlo, y extiendo la mano para acariciar su rostro. Mientras se le escapa la vida, logra articular unas palabras y esbozar media sonrisa:

- ... Así que esto es lo que se siente... con el abrazo de un padre...

Su cuerpo cae mientras se convierte en cenizas... Nada queda de el, ni siquiera una rosa blanca que destruir... Un simple juguete del Señor de las Tinieblas... ¿No servía para más, cruel demonio, si no para satisfacer tus detestables caprichos?

Veo aparecer una figura de alas pardas: mi nuevo compañero Urielita. Desde lo alto me dice:

- ¡Ramielita! Hemos encontrado a la niña.

Sin parar un segundo, le sigo hasta una gran caverna. Zafiel y Lucifel siguen conmigo, para mi alivio. Nos adentramos en el interior, y tenemos ante nuestros ojos a Lucifer, sentado en un trono de piedra. Sentado y con Sarael, mi hija, en sus brazos.
Nos habla del fin del mundo y nuestros corazones se inundan de terror. Dax, Pii, Pru, Taz y Papón intentan parar la gran maquinaria a nuestro alrededor.
Nos hallamos en el centro del planeta, observando el maravilloso pero terrible artefacto que nos conduce a nuestro fin. Zafiel en intento desesperado, se atreve a alzar su voz.

- No se trata de destruir. - Su voz adquiere fuerza con cada palabra - Si no de sanar para poder reconstruir.

- No destruir. Cambiar para renovar. - corroboro con la pequeña Rafaelita

"Por fin, lo habeis comprendido. No os limiteis a destruir. Cambiad, cambiad para conseguir un mundo nuevo.
Un nuevo Edén, en el que reine la paz."

La luz nos ciega y aparecemos en un verde prado. Suspiro incoscientemente mientras mi corazón se hincha por la alegría: Sarael aparece en mis brazos, mientras Kitae nos contempla con ternura. Imagen extraña, pues esa ternura choca con la regañina que me cae para que la pequeña no se acueste tarde.
Zafiel esta a mi lado, con sus dos recien nacidos. Gagüen la abraza con autentico amor. Mas adelante, yo lo estrecho entre mis brazos. Lucifel se abraza a Diobel, un angel caido devuelto al recto camino

- Padre, ¿cuando marchamos?

Esa voz suena a mis espaldas. Al volverme, encuentro a Dezrramabel, puro, inmaculado. Sus alas son blancas como debieron serlo desde un principio. Me mira con emocion, entusiasmado. Y no encuentro ni un atisbo de odio. Corro a abrazar a mi primogenito con lagrimas en los ojos. Un joven hermoso, angelical.


Angelical. Quedamos lejos de ser verdaderos ángeles, pero somos Engels. Somos criaturas bendecidas con alas para surcar el cielo de nuestro Señor. Y con dotes para calmar la desesperación que invade Europa. Unos pocos hemos conseguido una hazaña de multitud. Hemos salvado el mundo, algo que no se consiguio ni siquiera antes del Primer Gran Baile de San Vito.

Ahora podemos descansar. Seguirá habiendo Engrendros contra los que luchar, y fe que restaurar. Pero tengo a mis hijos y a mi mujer. Mi familia, lo que me da fuerza cada día para continuar adelante.


Encuanto al Lucero del Alba... tal vez lo volvamos a ver... dentro de 10.000 años... Quien sabe de que otro modo volverá

Raziel, de la Orden de los Ramielitas
Firmamento de los Ramielitas, Praga. Año 2662 del Señor

lunes, 12 de enero de 2009

Abigaíl

No podía estar sucediendo. Entre en casa, en una aterrador silencio que me abrumaba con cada paso que daba. Abrí la puerta mientras desenfundaba la espada. Atravese el pasillo adentrandome en el salón. Una indescriptible criatura se hallaba en el centro, devorando algo a sus pies que yo no alcanzaba a ver. Alzó su horrible cabeza para mirarme con... ¿indiferencia, con placer? Una mano pendia en su boca. No pensé: actue

Me abalance sobre él, importandome poco que podía sucederme. En vano, ya que con sus enormes garras me lanzó hacia la otra punta de la habitación. Daba igual, yo había tenido tiempo suficiente para reconocer a la víctima: Abigaíl.

Su cadáver yacia en una postura impensable, su vientre abierto en canal. El cordon umbilical que de él pendía me indicaba donde se hallaba la criatura que aun quedaba por nacer. Abigaíl... mi hijo...

Aquella criatura, Danzante de la Espiral. No se como demonios aquella cosa pudo sonreirme, pero lo hizo y desplego sus deformes alas para perderse en el cielo nocturno. Maldigo mi poca habilidad para acabar con el, pero recuerdo a Roxanne... su cuerpo no ha aparecido todavía. Tal vez quede esperanza.

Recorrí las habitaciones de lo que era nuestro hogar buscandola sin cesar... Oí sollozos en uno de los armarios. Gracias a Dios: la encuentré encogida, abrazandose a su vientre en el que espera nuestro hijo. Estaba rota por el llanto y se abalanzó a mis brazos. No paraba por preguntarme por Abigaíl.

- Nos la han quitado... Ya no está

Solo podía gritar. Cuando terminó de desahogarse, la cogí en mis brazos y la llevé a Lady Aifé... Confié en que pueda cuidarla. He vuelto al hogar, para cubrir los cadaveres. Prometido queda a Aifé y al Cielo que pagaran por esto.

Mientras contemplo lo que queda de ellos, mi movil vibra por una llamada... Amadeo, el marido de Rosa. Hace meses que desapareció... ¿que demonios puede querer ahora?

- ¿Athan? - Guardo silencio - Ya veo que has recibido mi mensaje. Solo quería asegurarme. Preparaos todos, esto es solo el principio...

Cuelga. Así que todo esto viene de él... Solo Rosa puede saber donde está. Solo ella puede recibir mi castigo. Será la primera en pagar. Ojo por ojo. Vida por vida.

domingo, 11 de enero de 2009

Hijo de Uriel

Una gran cúpula oscura aparece ante mis ojos. Ellos lo llaman cielo. Millones de puntos de luz lo cubren, repartidos en su gran inmensidad. Jamás podría negar que es hermoso, y tan solo tengo deseos de cruzarlo con mis alas. Estas responden de inmediato a mi pensamiento.
Se desplegan con grandeza, sorprendiendo al abad y a sus novicios. En los ojos de mi mentor espiritual puedo ver orgullo ante la magnificencia del poder de Dios.

Mi mirada vuelve hacia el cielo nocturno, y creo que puedo tocarlo. El Firmamento se vuelve pequeño y lejano, pero su imagen siempre esta ahí para reconfortar mi corazón cuando le invade el miedo. Desconozco mi pasado, pero no mi futuro: soy un Urielita, sirvo al Pontifex Maximus y a la Iglesia. Mi cometido es salvar a los fieles del Señor de las Moscas y librarles de su mal.

Y existen miles de lugares que conocer, gente que salvar y millas de distancia para volar. Y no estaré solo: mi compañia velará por mi, y yo por ellos.