domingo, 6 de diciembre de 2009

Eras de temor

El viento azota mi rostro a la vez que mis piernas me hacen viajar a gran velocidad por mi patio de juegos que son las calles de la ciudad dormida. La noche es nuestro mejor velo, las sombras nos hacen compañia en los ratos de soledad.

Y los niños, en su tierna infancia, seres que en su día también nosotros fuimos, son nuestros juguetes. Un suspiro pavoroso, o el llanto que acude en sus sueños, ya provocan nuestras risas alocadas y aullantes para lo que parece una eternidad. Rompiendo la quietud de la noche. Nos dicen lobos a veces.

Ignorantes, nos insultan nombrándonos así. Desconocen lo perfecto de nuestro cuerpo. Veloces como el viento, somos sombras en el bosque, nuestros afilados dientes arrancan con facilidad la frágil carne viva. Nuestros largos dedos, antinaturales para los humanos, son más hábiles de lo que se haya visto jamás. Y su tacto es gélido como el hielo. Eso los hace estremecer.

Para aquellos que tengan la desgracia de iluminarnos con la luz de sus ojos mortales, tan solo verán a unos niños ajados, perdidos y abandonados.

¡Sometidos a la ley del bosque! Rechazando toda sociedad, confiamos en las costumbres de un mundo antiguo, ancestral y milenario. Solo así podemos conservar nuestra existencia y nuestro linaje impuro.

¡Jajá! No será tan fácil exterminarnos. Somos los Usurpadores.

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