martes, 9 de febrero de 2010

Caricias

Era demasiada suerte el simple hecho de haber llegado tan lejos, tan cerca de nuestra puerta hacia la libertad. Nuestros uniformes, con los que nos disfrazabamos de nuestros carcelarios, eran realmente una genialidad. Su idioma y su odiosa jerga ya era como lengua natal tras dos años. Tan solo faltaba añadir aquel tanto de valor suicida.

Nuestro gran grupo de fuga se abría paso entre todos los presos encadenados, que se apartaban ante nuestro paso enfurecido e histérico. Mirabamos hacia delante, intentando ocultar lo posible de nuestros maltrechos rostros ante los verdaderos captores. Ignoraba también cuantos de los nuestros caían en el camino, ya fuera por ser vencidos ante el miedo o atrapados por aquella pobre gente que moría de hambre. Con aquel uniforme no importaba lo vivido: eras un enemigo.

Quiero creer que estaba escrito en las estrellas mi caída. Como tantos otros de mis compañeros, también me quedé en el camino. Supongo que el corazón ganó a las ansias de vivir.

Sus ojos hechizaban al primer contacto, y yo no fui menos. Las pocas veces que me sacaron para trabajar en el exterior pude verla en la distancia. Evitaba mirarnos en su mayoría, pues si nos contemplaba lloraría por las desgracias de este mundo.

Y no pude resistirme al encontrarme con ella a un metro escaso. La tomé del cuello con la fragilidad del cristal. Temblaba ante aquel contacto intruso, pero su única defensa fue tomar mis muñecas con una mínima fuerza. Su mirada, más que miedo, sorpresa. Su respiración entrecortada se calmó después de unos segundos. Ignoro la razón de su tranquilidad, ignoro y será para mi siempre una incognita esperanzadora y a la vez insidiosa, el porqué de su mirada curiosa. El porqué dejó que acariciara sus labios con mis gastadas manos.

Su cuerpo se estrechó levemente contra el mío, temblando todavía. No sabía que sería de mí aquella noche, ni tampoco si volvería a posar mi mirada sobre sus ojos.

Solo sentí un golpe que nubló mis sentidos, ignoro cuanto tiempo duró mi inconsciencia. Al despertar, sentí el suave tacto de sus dedos acariciando mi pelo.

Desearía fervientemente que no fuera un sueño, pero no era necesario.

2 comentarios:

  1. Situaciones extremas, desesperadas, en un territorio entre la realidad y el sueño...en un mundo que ha perdido la razón y la esperanza...

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  2. A veces ocurre que basta apenas una mirada de alguien,para cambiar nuestro mundo y nuestra vida para siempre.
    Brillante querido amigo del alma !!!
    Un abrazo gigante.

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