martes, 2 de febrero de 2010

Hacia la realidad

El cielo se veía tan claro que casi nos cegaba al intentar mirarlo. Me llegaba a la memoria aquellos días que recuerdas con sonrisa en los labios, en que quizás se antojaba ver la blanca nieve. Sentir su tacto único. La gran diferencia es que estabamos realmente lejos de los añorados paisajes nevados.

La pequeña panda se había reunido en la vieja arboleda. Entre juegos y risas habíamos perdido conciencia del tiempo y de todo lugar. Corriamos libres y sin ninguna preocupación. Y por fin, en nuestra locura colectiva traspasabamos los límites de lo permitido. La curiosidad me vencía, y por una vez me dejaba arrastrar. No pensaba resistirme a aquel impulso atrevido y totalmente imprudente.

Dejé de estar abrazado por la sombra de los árboles. Por fin, ante mí, lo oculto:
aquel precipicio de emociones, sentimientos encontrados y una sensación de poder y eternidad que se apoderaron de todo mi cuerpo. Yo era invencible observando el infinito, aquel mundo del que no sabía nada. Y pensandolo bien, no sabía si realmente quería conocerlo.

Quisiera volver a aquel tiempo, a aquellas edades de Lulú. Por mucho que se empeñen, esos recuerdos siguen ahí... Pero en esta camilla de hospital se ve todo tan irreal, distante y frío. Y todos los días, ese joven cuyo rostro empiezo a odiar, pastillas en mano para hacermelas tragar.

No quise saber para que eran, pero desde entonces solo recuerdo la fría pared blanca, un montón de recuerdos confusos y un albúm de fotos que no parece ser mío.

Ah, ya están aquí mis pastillas. Vamos allá

1 comentario:

  1. Realidad narcotizada y a pura pastilla! Qué sensación de impotencia transmiten estas letras, qué agobio luchar para ordenar recuerdos!

    Tus laberintos son muy inquietantes Amigo mío!

    Te beso, te abrazo y todo con mi cariño de siempre!

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