domingo, 20 de marzo de 2011

Laberintos [XI]

Unodós, unodós. Caminando hacia el refugio de Dana, donde no esperaba encontrar refugio, sino un leve descanso. Aquello sería realmente un milagro si realmente Dana le permitía estar allí, no querría ver manchado su "buen nombre"

Pero debía intentarlo. Sube las escaleras del piso, donde ya se empieza a escuchar las música característica de su lugar.

La puerta que da acceso se cierra antes de que pudiera ver quien es, pero juraría que podía reconocer la voz. Se detiene, escuchando. Es ella, también buscando refugio.

"Arde el infierno que buscaría un lugar mejor para ella" piensa con frustración, pero era eso mejor que nada, vagando en las calles sin saber que hacer. En todo caso, Dana sabría lidiar con los agentes de la ley, mientras que él no.

Vuelve a bajar hasta que escucha las sirenas, nunca destacaron por su manera de ser discretos. La salida trasera, que daba a un callejón, fue la solución. El intrincado laberinto de las calles es y sería durante largo tiempo salvación para muchos

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