miércoles, 18 de mayo de 2011

Taran Szae

Aquel palacio cristal todavía aparece en mis sueños. Inevitablemente, tengo que dejar escapar una sonrisa ¡Estrellas en el cielo, aquellos años brillaron con gran intensidad! Pero no todo dura para siempre. Linfancia de placeres y ciertas obligaciones no del todo cumplidas han marcado cierto caracter algo desenfrenado.

A pesar de eludir mis deberes, siempre me han apasionado los libros. Leer ávidamente para plasmar lo que en mi mente visualizaba. Me encantaba la aventura que era capaz de dibujar. La consecuencia de aquella afición, mis manos aparecían casi siempre manchadas de tinta. Pronto, se difundía el llamarme Taran Dedos de Tinta

Me gustaba aquel remoquete, y fantaseaba con ser un gran ilustrador, de aquellos que son reconocidos por tal labor. Increíble me resultaba que algo tan sencillo, y tan placentero a la vez, reportara semejantes beneficios. Beneficios como el reconocimiento que mis padres tanto se esforzaban en que yo consiguiera, aunque por otros métodos nada interesantes

Escapadas infinitas, dejé de llevar la cuenta hace tiempo. Los maestros ya me daban por imposible en ese mundo que es el conocimiento. Tal vez buscaran alguna habilidad innata que aún no había logrado sacar a la luz. Era realmente divertido ver como mantenían esperanzas vanas que yo no dejaba de alimentar. Y ardían en improrperios innombrables que mis carcajadas fácilmente lograban apagar

Las cosas cambiaron mucho con aquellos extraños invitados que llegaron a nuestra casa aquel invierno. Hacía frío, y yo alegaba enfermedad para quedarme en mi aposento recreando batallas perdidas y quizás nunca vividas. Traían un gran séquito y mucho escándalo con ellos, podía verlo desde la ventana. Por la actitud fría de mi buen padre... ¡no podía decir si se conocían o no! Su actitud era rígida en todo momento

Tanto daba, tal vez buscaran refugio en el camino a alguna corte más esclarecedora que la nuestra. La fiesta no entraba en los esquemas de este lugar, pero se hizo el esfuerzo. Lo más curioso fue, que entre ellos, se encontraba un preso. Ceñudo y al parecer malhumorado, me llamaba la atención ¡Apenas era un muchacho, y menor que yo! Me preguntaba cual sería su crimen. Y las respuestas a mis preguntas llegaron

La Iglesia había llegado con sus incuestionables juicios. Aquel muchacho había cometido afrentas contra la organización, y bastante grave, si damos por equivalente su enfado. Pero todo eso seguía sin cuadrar

No tardé en deslizarme hacia las mazmorras, donde habían encerrado provisionalmente a aquel prisionero. Arriba, la fiesta se desarrollaba con gran entusiasmo, algo nunca conocido en las paredes de nuestra casa. Al principio se resistía hablar, tal vez creyendo que iba a juzgarlo como los demás hacían. Pero aquel encierro lo consumía

Me contó cosas increíbles, y casi antes de creerlo posible, ya estaba fuera y siguiendome para huir ¿Una mala idea? Tal vez lo fuera, pero quise arriesgarme por algo que parecía merecer la pena

1 comentario:

  1. Los malos alumnos suelen ser los más imaginativos y creativos, rebeldes de espíritus incapaces de ceñirse a la disciplina aburrida del colegio...hermoso semblante de un héroe...

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