lunes, 3 de diciembre de 2012

Esa sensación de volver a casa, o algún lugar que en su día lo fue. De que has vuelto a un tiempo en que las cosas eran muy diferentes, todavía no sabría decir si mejores o peores. Solo diferentes.
Un calor en el pecho, adrenalina. Sentirse familiar cuando el cielo ya oscurece. Como ser dueño de las sombras, o simplemente una prolongación de ellas. Que son eternas y no hay cansancio que te derrote. Que no van a faltar las sonrisas mientras se pasea, escuchando tus propios pasos en el eco. Que reverbera, igual que los propios pensamientos, a lo largo de los altos edificios que te cobijan.
Y sentirse invencible, inmortal.

Y llega a ti, de improviso, deteniendo toda otra cosa que no sea retenerlo por el máximo tiempo posible. Pero resulta como la brisa fría en el amanecer. Se marcha después de unos pocos segundos, dejando una sonrisa, y el frío de la añoranza

1 comentario:

  1. Tu pluma y tu mente se funden cuando escribes. Genial volver a leerte.

    Un saludo.

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