miércoles, 31 de marzo de 2010

Conferencias

Apareció de nuevo, prácticamente abriendo por si mismo la puerta de mi casa, como venía haciéndolo desde el día que nos conocimos. No comprendí entonces por qué toleré esa intrusión, y tampoco lo comprendo ahora. Supongo que aquellos frenéticos discursos conspiranoides me dejaron patidifuso, y me sentí incapaz de pensar en otra cosa.

Después de cinco años, vuelve a hacerlo, con una frecuencia de dos veces por semana, más o menos. Alfred entró por su propio pie antes de que pudiera abrirle siquiera. Por supuesto, había dado constancia de su presencia aporreando mi timbre con crueldad. Ya mismo tendría que cambiarlo.

Me sorprendío más de lo habitual, ya que vestía sus mejores galas. Caminaba encorbado y mesándose la pequeña perilla, cavilando aquellos pensamientos que no me dejarían dormir. Me contó las grandes hazañas de una importante conferencia que estaba a punto de revolucionar nuestro país. Aquellos aires de grandeza, pues se hacía partícipe de ese nuevo orden, no le hacían justicia, pero ya me había acostumbrado.

Me senté con toda la tranquilidad del mundo, a terminar lo que me quedaba de cena, mientras escuchaba su perorata. A veces dejaba de escuchar, otras veces reía.

Pero ni siquiera me percaté en el momento del disparo. Rompió el cristal de la ventana y atravesó el pecho de Alfred. Me escondí bajo la mesa al escuchar muchos otros disparos que chocaban contra las paredes y otros enseres de mi hogar. Tumbado y cubierto, pude mirar entonces la mirada vacía de mi viejo amigo. Parecía que no todos los habitantes de nuestro país estaban dispuestos a contemplar aquel gran cambio. Y no quise creerle.

1 comentario:

  1. caray! Impactante relato. como para presenciar el discurso o la conferencia....
    Saludos.

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