sábado, 23 de octubre de 2010

Los sueños siempre han sido mi tormento. Desde que tengo memoria, mi infierno personal está en mi mente, y abre sus puertas para mi en las noches más oscuras. No hay sueño en el que no recuerde estar rodeada de tinieblas, en un palacio de las sombras. Estas sombras son los súbditos, que en ocasiones me obeceden y en ocasiones intentan raptarme. Raptarme para llevarme a un lugar que me es totalmente desconocido, y quizás no quiera saber de él. Pero la oscuridad acoge, y no abandona nunca.

El terror que me produce aquel lugar va acompañada de una familiaridad extraordinaria. Tal vez no sea tan ajena a ese lugar... Pero papá y mamá dicen que son tonterías, nunca han hecho caso de ello. Supongo que la época en la que los sueños dejan de atormentar pasa con el tiempo.

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Han pasado los años y mi mundo ficticio no ha desaparecido. Digamos que lo he convertido en parte de mí, lo espero cada noche con una mezcla de ansiedad y deseo.

Mi hermana menor creció, por suerte, sin dar mayores evidencias de tener terrores nocturnos. ¿Por qué iba a tenerlos ella también? Ella no puede ver las sombras que corren alrededor de casa, y que se dejan escuchar en el tejado. Tan solo yo, que pasa las noches en vela a causa de miedo, puede escucharlos. ¿Qué buscan? ¿Qué pueden querer de este lugar? ¿De mí?

Esta noche, visitando a mis padres después de mi viaje de estudios, he visto unos ojos amarillos observandome desde mi ventana. No pude reaccionar hasta que se marchó, dejando aquel recuerdo grabado en mi mente. Grité. Grité hasta que en mi cabeza solo quedaron los aullidos

Laura

1 comentario:

  1. Expeluznante narración.. es cierto los terrores nocturnos son incontrolables, tienen que ver con lo desconocido, con lo que acecha y no es visible, con nuestro miedos ancestrales... esperemos que con el tiempo desaparezcan

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