miércoles, 6 de enero de 2010

Meravigliosamente Crudele

Jamás comprendí los sortilegios que en mi nuevo refugio se realizaban. Aquellos dos titanes a mis ojos se veían constantemente envueltos en un aura de misterio y magia del que no podían escapar de ninguna de las maneras. Caminaban por las calles ajenos a todo lo que les rodeara, como si no vieran los vehículos pasar. Y como si cada ventana de cada edificio que veían ante sí ocultara un enigma que los absorbiera por completo.

Yo era una chiquilla cuando los conocí, y no por voluntad propia. El destino o el azar quisieron que viviera en los suburbios de una ciudad de la que ni siquiera recuerdo el nombre. Como muchos en aquel lugar, vivíamos de la miseria. Rogando por que apareciera un ángel que nos sacara de aquel infierno. La mayoría moría de hambre, y los que no, a las navajas de los más fuertes.

Yo también rezaba. Solo que en mi busca no llegó un ángel: llegaron dos. Para mí eran dos señores de alta posición, con sus preciadas capas y sus cuidados movimientos y modales.
Todo lo que podía soñar cualquier desgraciado. Y aún más: vivir sin ningún recato.

Me llevaron con ellos, dándome todo lujo y capricho. En los caprichos se incluían posesiones, viajes y la sangre ajena. Así era. Si teníamos que matar para conseguir nuestro objetivo, no había reglas. Aquellos dos magos sabían ocultar sus crímenes.

Así era nuestra vida

2 comentarios:

  1. En este a veces lóbrego mundo es tan fácil encontrarse en un lugar del que ni siquiera recuerdas el nombre que la sola idea de pensarlo me espanta....
    UN abrazo!

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  2. Genial, lo que comienza siendo el cuento de la cenicienta acaba siendo un cuento de horror..

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