miércoles, 14 de abril de 2010

Soldados de plomo

Nos despertamos como si de bombas sobre nuestra ciudad cayeran. Aturdidos y asustados, mi hermano y yo saltamos de la cama buscando a nuestro alrededor el foco del bombardeo. Pero no vimos luces por las ventanas, tampoco nuestros padres habían corrido para ponernos a salvo en el refugio. Nadie más parecía haberse visto sobresaltado por la pequeña guerrilla que se desarrollaba en algún lugar, todavía no sabíamos donde. La guerra era una realidad, pero ya quedaban lejos los campos de batalla en mitad de la ciudad.

Mi pequeño hermano empezamos a buscar el origen, extrañados y curiosos, pues habíamos reemplazado el miedo. Bajo las camas, en los pasillos, en las calles bajo nuestras ventanas. Nada. Hasta que por último acudimos a nuestro baúl, y resolvimos el misterio para resolver uno mucho mayor. Nuestros soldados de plomo, nuestros pequeños batallones en miniatura, combatían con ferocidad en el pequeño espacio de madera. Con pasión, sin rendirse. Caían algunos, para volver a levantarse. Parecía cosa nuestra el haberles inculcado a luchar cada día, sin rendirse, como método eficaz para nuestro aburrimiento. Ya nunca más, después de aquella noche, encontramos roto algún soldadito de plomo. Eran nuestros soldados, y luchaban por nosotros.

Merecen respeto aquellos que entregan la vida en manos de un general de visión suicida

1 comentario:

  1. Sin dudas merecen respeto Querido Amigo! Sobre todo aquellos que no eligieron pelear, ni tienen una sola razón para odiar a su adversario.
    Tantos, tantísimos perdieron la vida a lo largo de la historia para calmar el aburrimiento de los poderosos...

    Mi Beso, abrazo y cariño para Vos!

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