martes, 20 de julio de 2010

Infierno gris

La incertidumbre atenaza el corazón, también mis manos a la hora de actuar. Mirando por doquier a todos lados, sin encontrar un alma que quiera dedicarme una mirada. Todo gris. Mis manos teñidas de sangre es lo único que puede verse con claridad en este mundo de penumbra. Cuerpo inerte, a mis pies. Ojos vacíos, hacia mí. ¡Y sin saber siquiera por qué! Acusación injusta a aquel que ni siquiera se atreve a mirar al pasado, el abismo del olvido es demasiado profundo.

Soledad y olvido. Soy un fantasma en esta maldita ciudad, nadie es capaz de verme, de mirarme. Las lágrimas caen con violencia sobre el duro suelo durante mi carrera. Maldita soledad, maldito infierno de penumbra.

Allá, a lo lejos, veo color. Una mirada intensa, y a la vez perdida. Sus manos, al igual que las mías, teñidas de sangre. Mirada asombrada, parece haberme visto... haber visto a un igual. Sobre su figura, la sombra de la vida que arrebató. Siento entonces, percibo la presencia oscura que sigue mis pasos. Incansable, sus ojos cerrados, una simple bruma que asemeja a la joven que ahora debate su alma entre los infiernos.

Vuelvo a mirar a mi igual. Todavía permanece quiero, mirándome con auténtico horror. Ambos emprendemos la huida, a sabiendas de que jamás dejarán de perseguirnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario