sábado, 30 de octubre de 2010

Vidas en el papel

Hoy por fin llegó la carta. Portadora de noticias nefastas o cantos de esperanza. Pero de nuevo la incertidumbre.

Desde aquella noche de tormenta, nada se sabe del rastro de los navegantes. Náufragos. Perdidos en las aguas, o quizás vivos. Es lo que los que aún vivimos intentamos discernir. Llamadas, registros, avistaciones. Fotografías. Nombres grabados en rincones de todo el mundo. Eso es lo que mantiene viva la llama de la esperanza.

Al principio, todas las familias surgieron como conciliadoras, afectadas y unidas por una causa común. Pero el tiempo hace estragos, y culmina las vidas sin muchas respuestas. Muy pocos quedamos ya, esperando. El resto ha optado ya por olvidar. Pero es imposible evitar aquellos asaltos de la memoria, en los que vuelven miradas, risas, comentarios. Personas extraordinarias, que llegan a nuestras vidas cambiandola por completo. Porque todas las personas que pasan en la vida, antes o después, mejor o peor, son extraordinarias.
Esas personas te hacen crecer, cambiar, pensar. Vivir.

Por supuesto que no he olvidado. La muerte a un paso, pero sigo esperando. Los desaparecidos son ya una leyenda en la familia, mantenida como afición para robarle el sueño a los pequeños. Quizás así logre mantenerlos vivos. Nunca perdamos la fuerza, la esperanza, antes de cerrar los ojos para siempre.
Sigo esperando una nueva carta

1 comentario:

  1. ¿Con cuidado con los cambios radicales te refieres a la historia del personaje o a mi manera de desarrollar la historia?
    Me gustaría saber tu opinión.

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