sábado, 4 de abril de 2009

Visita

La quietud del hogar. Tan frágil y sensible como su piel. Tan delicada, tan bella. Su sonrisa que quiso conquistar mi amor, hasta conseguirlo. Pero también conquistó al visitante no deseado.

Sin poder contenerlo, ella cambió. Sus ojos se llenaron de malicia, cosa desconocida para su inocente persona. Ya no hablaba, salvo para lanzar maldiciones a los cielos y a todo aquel que le resultara indeseable. Se perdieron las noches en vela, en las que nuestros susurros eran lo único que se escuchaba.

Mi buen amigo Alan acudió a mi llamada. La observamos en silencio durante largo tiempo. Él, paciente. Yo, desesperado por encontrar cura a su mal.

Nuestro pequeño hogar, cuyas paredes de madera habían absorbido todo mi miedo, mi incertidumbre y desesperación. También su odio hacia todo lo que la rodeaba, sus gritos, su malestar y nuestro sufrimiento.

La fe hacía tiempo que había desaparecido, pero Alan me hizo llegar a una conclusión: algo habitaba en su interior. Decidimos sacarla de allí. Teníamos que buscar ayuda, alguien podría hacer algo por ella.

Se resistió sin cuartel, pero algo en sus ojos me decía que acabara con todo aquello.

Mi querida hermana, voy a hacer todo lo posible por acabar con ese tormento.
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En ocasiones, el interior, el subterráneo de lo desconocido, es más amplio, está más lleno de lo que esperamos.

1 comentario:

  1. My life! Present. What to do for her. I think better is left time to pass... Slowly it's necessary...

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