jueves, 13 de mayo de 2010

Las Cuevas del Drac

Eramos valientes, eramos intrépidos. Habíamos sido pacientes, esperando la reapertura del gran tesoro de aquel lugar: las Cuevas del Drac. Nos adentramos como exploradores en la selva virgen, armados hasta los dientes de potentes cámaras que fueran capaces de memorizar lo que nuestras mentes no tendrían fresco a lo largo de los años.

Piedra resbaladiza, oscuridad alrededor. Nuestro pequeño grupo avanzaba intrépido, expulsando hacia las cuevas un sentimiento de expectación y asombro. Aquello prometía ser inolvidable. El guía, en cambio, parecía inquieto. Cuidaba mucho sus pasos y el nivel de su voz. A menudo oteaba por los grandes corredores que debíamos seguir a continuación. A medida que avanzábamos, esa inquietud sea hacía creciente y notable.

No cabía en mi asombro, y mis hijas tampoco. Aquella isla había sido el mayor paraíso conocido en sus cortas vidas. Las sonrisas y miradas eran agradecidas, y yo no podía pedir regalo mayor. Y por fin, nos aventuramos a conocer aquellas cavernas.

Habíamos descendido a la cámara más amplia en la que se permitía visita. Ni en los mayores castillos había podido contemplar semejantes dimensiones. Todos bocabiertos, todos con el valor mermado ante aquel poderío. Pero nada nos habría podido preparar para aquello.

Sentimos la vibración de la tierra, rítmico, furioso. Las colosales cámaras comunicadas nos dejaron a merced de la desgracia: el habitante de las cuevas había aparecido, deshecho en furia por ver su hogar asaltado. La naturaleza acaba reclamando su sitio. No eramos valientes, eramos necios. No eramos intrépidos, eramos cadáveres. El dragón se cernió sobre nosotros, incapaces ni siquiera de correr. Lo lamenté por mis hijas. Aquella aventura se había tornado en la final.

3 comentarios:

  1. En su afán por conquistar la curiosidad pudo más que la precaución que todo desconocimiento requiere.. así somos

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  2. Y como una hoja arrancada de un libro, nos llegan tus letras y con ellas todos los interrogantes. Y una certeza: el dolor.

    En otra pesadilla te acompaño, pero en la vigilia y la realidad, te dejo mi cariñoso Beso y Abrazo!

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  3. La tomo como una metáfora, así vamos metiéndos con el mundo, dañándolo...
    Un día el globo nos tragarácomo el dragón del cuento.

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