domingo, 30 de mayo de 2010

Música, maestro

Despertó de pronto, sobresaltado, volviendo a la realidad con la misma celeridad. Como una vieja computadora conectando todo el sistema. Contempló su viejo piso, desordenado hasta límites insospechados para el hombre. Todos aquellos papeles sin ninguna importancia para el ajeno a aquel mundo. Un mundo que se resumía en aquellas cuatro paredes. Allí dentro estaba la armonía, la belleza. Y era perfecto, perfectamente adictivo.

Todo aquello lo componía el vértigo del vacío. Sentirse vacío de todo, sin saber como empezar a llenar aquel todo. Sumergirse en una vorágine de incertidumbre e inspiración traída de los mismos cielos, hasta que una aplastaba a la otra. Y era aquella sensación de victoria de esos dos extremos lo adictivo. Era entonces el momento de abandonar o abandonarse al piano y a las partituras. Aquel mágico momento, eterno, era la sensación de su vida. Por ello vivía, nada más necesitaba. Sonrisas incoscientes y lágrimas suicidas se precipitaban en su rostro. Sin ningún control.

Hasta que llegaba la noche, para mirar las estrellas.

2 comentarios:

  1. Para "encontrar" la música e interpretarla hay que buscar en las profundidades del espìritu. A veces se paga un alto precio por ese privilegio...simplemente nada fuera de ella, importa.

    Besos y Abrazos Amigo querido!

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  2. La belleza y la armonía está dentro, y la música en el cielo.

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