jueves, 8 de julio de 2010

Alienados

Caímos en un mundo que nada tenía que ver con el nuestro, nos sentíamos perdidos en aquella nueva dimensión. Aunque desconocidos, todos los allí presentes compartíamos el mismo temor, y nos ayudaba a no sentirnos tan solos. Ni siquiera poseíamos el recuerdo del hogar, estabamos despojados de toda esperanza de regreso. No había tiempo para ello.
Iniciamos una carrera desesperada al adentrarnos en unas cavernas cercanas. Largos corredores en los que cada paso en la oscuridad podían significar la muerte. Pero ninguno de nosotros cayó. Nuestra urgencia era tal que ignorabamos todo peligro, y eso podía hacernos casi invencibles.
Vimos entonces el resultado de nuestra urgencia: ciudad inundada, sumida en la desgracia y la destrucción. Incontables cuerpos surgían a la superficie. Algunos vivos, recurriendo a sus últimas fuerzas para escapar de la corriente de agua. Tantos otros, inertes, convulsionandose ante la falta de oxígeno bajo el agua. Ignoré a los niños que permanecían completamente quietos, aunque después resurgiera el recuerdo con el doble de dureza. Pero a nadie podría ayudar si me derrumbaba ante la muerte de nuestra esperanza, la esperanza de la humanidad. O lo que quedaba de ella. Perdí la conciencia de mis actos, aunque seguía en movimiento.

Horas después, me sorprendí sentado frente al lago, donde todavía descansaban algunos cuerpos. Los gritos y llantos fueron la nana de aquella noche, en aquel mundo extraño al que no pertenecemos.

3 comentarios:

  1. Desolador panorama en un relato catastrofista, tan cercano a lo que de verdad nos acecha...
    abrazos.

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  2. Espero que tu relato no sean un presagio de lo que nos espera¡

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