Abre los ojos y mira a su alrededor. Cuatro paredes que asfixian, y el único consuelo es ver que no está sola. Pero cada vez son menos, pues a la medianoche, toman a una de ellas. La toman para no volverla a ver.
Todas despiertan a la vez con sobresalto. La luz que entra por la puerta las ciega y las enmudece. El miedo de no saber quién cruzará el umbral para perderse en lo desconocido. Nadie aparece, y el silencio habita en toda la prisión. Escaleras y pasillos, todo monótono y abrumante. Hasta que al final llegan a la puerta.
Un rostro conocido las espera allí. De las primeras en salir, consiguió traer ayuda para sacarlas de ese horrible lugar. Un gran patio vallado, y en el solo ven sangre y cadáveres. Bajan la mirada intentando no mirar, pero el horror ya está en sus mentes, en sus memorias.
Vuelven a casa. Doce entraron, tan solo tres vuelven ahora.
domingo, 8 de marzo de 2009
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Ves? por eso soy feliz de ser apenas un neurótico común, a diferencia de "ella".
ResponderEliminarEs brillante (y angustiante),querido amigo...
un gran abrazo.
Muy angustiante.
ResponderEliminarMe recordó, por la atmósfera, a la Condesa sangrienta de Pizarnik