domingo, 17 de mayo de 2009

Hijo de la Caída

Del más oscuro abismo, surgió. Alzó la vista, en la que sus propios cabellos entorpecían su visión. Abrazado a sus propias rodillas, y temblaba. No hacía otra cosa.

Sentía la brisa fría, que parecía arrastrar consigo el leve rocío de las hojas de todos los árboles de ese bosque. Y toda esa brisa parecía rondarle a él. Solo a él.

Consiguió dominar su propio cuerpo y levantarse. No podía recordar lo que lo había traído a ese lugar. Miró al cielo oscuro sobre su cabeza. Estaba frío por dentro. El aire que aspiraba lo quemaba por dentro, debido al helor.

Quiso gritar. No podía entender eso que sentía. Tan frío, tan vacío. Desplegó las alas con brusquedad. Las miró con asombro: negras como la noche, igual que cuando perdía la vista mas allá, en lo profundo del bosque.

Entonces sí: gritó. Como nunca lo había hecho. Gritó al recordar ese hielo atravesar su pecho, a la altura de su corazón, donde estaba la cicatriz.

Toda una vida perdida, y ahora entregada ciegamente a aquel que siempre fue su enemigo. Toda oportunidad de descubrir el significado de los sueños.

Y ella. También perdida.

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