La casa estaba oscura, en un silencio que quedaba lejos de ser estremecedor. El frío de la madrugada, cercana al amanecer, había limpiado los pulmones, había refrescado el alma y dejado en sus ojos una expresión de cansancio y dormida alegría.
Unos murmullos se escuchaban desde la puerta de entrada. Ahí estaban, los cinco, revolviendo mil partituras, en batalla campal por hacerse sitio en la reducida habitación con guitarras y teclados.
Todos le miraron, con una sonrisa por saludo. Cogió el violín, se sentó a su lado, uniéndose a la revolución de la música.
miércoles, 17 de junio de 2009
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Bendita la noche que nos trae el día !!! Y más si todavía queda alegría aunque más no sea, adormecida.
ResponderEliminarBesitos y abrazos !!!!