Esa música no cesará nunca. Hablo de la que provoca el viento, creando aterradores aullidos. Y las almas vivientes se sienten como diminutas hormigas en la gigantesca fortaleza. Todos inmersos en una construcción que no lleva a nada. Los andamios recuerdan a los restos de una criatura terrible hace tiempo vencida.
No hay modo de escapar. Tampoco recuerdan que quieren hacerlo.
Autómatas
domingo, 8 de noviembre de 2009
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