viernes, 21 de mayo de 2010

Look at this photograph...

Pasar toda mi vida con una cámara en las manos había sido mi salvación. No hablo de físico, más bien mental. Aquel cristal sobre el que posaba mis ojos en el mundo era mi amortiguador ante unasrealidades demasiado cruentas.

Mamá insistía en que no fuera, no podía asimilarlo de ningún modo. Mis hermanas estaban lejos, demasiado ocupadas en su vida familiar o en sus estudios. Papá en seguida se apartó de la situación. No abrió la boca durante horas, ni siquiera para dar las buenas noches, costumbre a la que no faltaba jamás. Pero no cejaba en mi empeño. El marido de mi hermana mayor me abordó en cuanto se enteró de aquello: acudieron a casa con una celeridad no vista en meses. Todos intentaban retenerme en el hogar, demasiado asustados, pensé, para comprender que había llegado mi momento para lanzarme al vuelo de la vida.

No podía esperar. Todo eran nuevos horizontes, todo se convertía en un nuevo objetivo para la lente de mi gastada cámara de fotografía. Mi destino era directo, el motivo de la gran preocupación familiar. Al principio observaba a los soldados en sus quehaceres cotidianos. Actividades tranquilas, adiestramiento que podía dar un buen ejemplo de la disciplina militar. Pero pronto comenzaron los disparos. Las bombas. La sangre. Aquello me horrorizó de un modo totalmente peligroso: quedé inmóvil en mitad de fuego abierto. Gracias a un soldado salvé la vida. Corriendo para ponerse a resguardo, tuvo la genial idea, maravillosa para mí, de agarrarme y llevarme a zona segura. Todo lo segura que cabía dentro de aquella situación.

Sonreímos levemente, hasta que volvimos a recordar los disparos sobre nuestras cabezas. Corrimos para volver con la compañia, en posición más aventajada para la supervivencia común. No volví a encontrar al soldado que me salvó la vida, salvo dos días después. Estaba tendido, bocabajo, con los ojos abiertos y la mirada muerta. Bala perdida, dijeron después.
No sé de donde saqué el valor para fotografiar su cuerpo muerto. Tan solo su mano, que permanecía cerca de su rifle, en un eterno y vano intento de volver a sostenerlo con la firmeza de la vida. La firmeza con la que se aferraba a su vida. Después, volviendo a revisar las fotos, vomité ante aquella imagen. Había cometido algo sucio, manchando la imagen de aquel cuerpo, sin saber dónde acabaría. Pero era mi trabajo, y no podía fallar a mi fiera determinación. Aquella cámara era mi salvavidas hacia la locura.

2 comentarios:

  1. ¿Así se habrá sentido Robert Capa, Gerda Taro? Probablemente. Luego de leerte y recordar también a estos cronistas de guerra y sus historias...pienso en los soldados caídos, en la solidaridad en medio del infierno. Para la crónica oficial, fueron un número.Pero estos reporteros rescataron a muchos del anonimato y les dieron su lugar de héroes, los Verdaderos Héroes de los conflictos armados.

    Mi Abrazo y mi Beso Querido Amigo mío!

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  2. Habrá quien lo hace con sensibilidad, y quien cumple su tarea, por el salario, igual que un oficinista que lee expedientes.


    Los hombres siempre son lo que son, se encuentren frente a lo que se encuentren.

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