viernes, 12 de junio de 2009

Aún por dar

Las yemas de sus dedos se posaron en la lisa madera. Estaba fría, pero su tacto no era desagradable. Contrastaba con el fuego que quemaba en su interior, con su respiración rápida y entrecortada.

Apoyó las manos en su amplitud. Los largos dedos permanecían casi inertes, sacudidos en ocasiones por extraños espasmos. Hacían el amago de cerrarse con fuerza, pero era solo eso, un amago.

En un momento, ambas se unieron en un abrazo perfecto, como si estuvieran hechas la una para la otra. En las últimas horas no se habían separado demasiado, pues las unían las esposas a las que estaba sometido su dueño.

Caricias mutuas, con las suaves palmas que se habían mantenido intactas, intentando proteger la cabeza y el resto del cuerpo al que habían casi matado a golpes.


Las manos se crisparon, al escuchar las últimas palabras el preso.

"Que el Señor se apiade de su alma"

Las que antes sostuvieron hermosos rostros a los que besar, mil puñales con los que proteger su vida, y las que tenían infinitos abrazos aún por dar, acariciaron la soga que rodeaba el cuello.

El cuerpo cayó, y de él huyó el aliento de la vida.

1 comentario:

  1. ...tan veloz y certero como cuando conocés el Amor de tu vida;así se presenta la muerte.
    Sos un Maestro,muy querido amigo.
    Un abrazo inmenso.

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