domingo, 7 de junio de 2009

Toc, toc

Contuvieron la respiración, pues en ello les iba la vida. Escuchaban los pasos sobre la madera de la casa, avanzando hacia ellos. Casi se podía percibir el leve goteo de la espada que portaba el intruso.

Madre e hijo, escondidos en la buhardilla secreta de la casa, veían pasar por encima de sus cabezas a aquel extraño, con una espada manchada de sangre. Pero no era el único carmesí que vestía: aquellas túnicas, conocidas por todas las costas del aterrorizado país.

Madre e hijo, rezando por su esposo y padre, quién sin dudar se atrevería a hacerle frente. Un esposo que lanzó el hacha en un ataque desesperado, una lanzada horizontal. Un padre cuyo arrojo le arrebató la vida.

El Túnica Roja esquivó el hacha, y se lanzó hacia el flanco desprotegido. La sangre brotó en los labios del valiente que se atrevió a hacerle frente. Este miró al que le ensartaba de lado a lado, que le sonreía desde tan escasa distancia, y por último dirigió su mirada hacia el escondite antes de caer para siempre.

El Túnica Roja dejó que la hoja de su espada se deslizara del cuerpo con la caída, y se acercó hacia donde le guió la mirada del muerto.

Descubrió el brillo del miedo en los ojos de aquellos que se ocultaban bajo las tablas de la casa. El Túnica Roja golpeo la entrada, y con voz divertida preguntó:

- ¿A quién tenemos aquí...?

1 comentario:

  1. Aunch!!!!

    El Túnica Roja está demasiado confiado. Ignora, ni siquiera puede suponer que esas "víctimas fáciles" serán su propia perdición...

    Besos, Besitos, Besotes, Besototessss Guapísimo!!!

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