El sol jugaba con las nubes, esperando que le encontrara la luna. Y a la vez el viento con las esponjosas almohadas del cielo.
El espectáculo acababa de comenzar. La niña creaba con su padre un fantástico juego de equilibrio y movimiento. Los aplausos eran apagados por la espectación y la sorpresa. Algunas cámaras eran proyectadas a robarles su imagen durante segundos. Los demás niños no perdían ni un movimiento, gritando de alegría y entusiasmo.
Por fin, la pequeña se alzó sobre los hombros de su progenitor hacia el cielo. Mirando primero a la cúpula azul y después a mí misma. Su sonrisa brillaba como el sol, tan clara como el cielo.
Una reverencia, y nos brindan su vida, su arte y las miradas excitadas que les permitiran pasar un día más.
domingo, 15 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEse espectaculo tuvo que molar =D
ResponderEliminarMe encantó, no se por qué pero se me saltó las lágrimas un pelín cuando los niños gritaban al volar el diábolo. Ni qué contar de la sonrisa de oreja a oreja.
ResponderEliminar