lunes, 23 de noviembre de 2009

Sentidos Iluminados (II)

¿Quién no ha soñado nunca con rozar el cielo?

Desde casi antes que a andar, se me ha enseñado a batir mis alas con fuerza para cruzar el cielo. Nadie jamás podrá decir que existe algo más hermoso que observar el mundo desde las alturas. Todos los Engels podemos apreciarlo, hemos sido dotados con el don de llegar a la vida como seres alados. Pero jamás escuché a alguien ajeno a mi orden maravillarse en las alturas.

No hay peor castigo para un Urielita que que le corten sus alas. Y ojalá que esa imagen quede para siempre en mis sueños, pues de ahí surge. Cuento pocas primaveras en mi vida, pero en mi memoria permanecen todavía menos. Como si un trozo de mis vivencias hubiera sido arrancado, con gran dolor.

El agua... la inmersión en el agua acentúa esa sensación. Como si hubiera pasado largo tiempo sumergida, en una duermevela insana cargada de incertidumbre.

Lo que no se me escapa son los entrenamientos. Durante los primeros tiempos, solo acostumbraba a ver los altos muros de nuestro Firmamento. Muros blancos como el marfil, y tras ellos, el mundo que suponíamos que debía haber.

Hora tras hora, incansables nuestros maestros. Ejercitar las alas, alimentos que saciaban en poco nuestra hambre, y un absoluto silencio ante nuestras insistentes preguntas.

Muchos insistían en conocer al principio, pero poco a poco, esa curiosidad que daba sentido a mi vida fue decayendo en el resto de mis compañeros Urielitas.

Tan solo cuatro de nosotros permanecíamos cuestionandonos e imaginando como sería la vida fuera de los muros. No podré olvidarme de ellos.

Miael, Cadaiel, Nerael y yo, Galadriel.

2 comentarios:

  1. Yo también fui un ángel, cada noche al cerrar los ojos volaba desplegando mis brazos alas y volaba.. ¿ cuándo perdí ese don y por qué?
    ¿Es una consecuencia de crecer?

    ResponderEliminar
  2. Detrás de esos muros te espera un mundo moribundo...¿De verdad quieres verlo?

    ResponderEliminar