miércoles, 21 de octubre de 2009

Sueño que murió

Aquella pequeña aula de saber estaba en completa calma. La luz y el fresco de la mañana entraban por el enrevesado enrejado que hacía de ventana, proporcionando un halo de luz celestial a la maestra, a aquella amante del saber.

Los alumnos no perdían detalle de sus movimientos, sorprendidos de toda aquella gracia, conocimiento, entereza y sabiduría en un cuerpo de mujer. Sus ropajes blancos bailaban con sus formas, y a ojos soñadores parecía que volaba.

Un pañuelo sostenía en sus gráciles manos, tendiéndolo ante sus discípulos. Y para asombro incrédulo, lo dejó caer al suelo de piedra.

- ¿Quién puede decirme por qué ocurre esto?

(Gravedad)
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El mundo se había rebelado contra la razón. Había sido reemplazada por las espadas. La verguenza, la ira. La muerte era lo único que exigían sus ancestrales dioses. Era su grito de desesperación al verse caer en el olvido.

La única manera de ser escuchados.

Los inocentes huían despavoridos de las hojas teñidas de sangre. Los gritos harían eco para siempre en el universo.

¿Como ven las estrellas tanta muerte?

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Han arrasado todo cuanto diera señales de humanidad, de razón. Los últimos vestigios de conocimiento puro y verdadero ardieron, junto con la bella ciudad, y con ella la puerta que cerraba el paso a la locura.
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Tumbada en el diván, con unos ojos que la observaban con una ternura que parecía querer ser eterna. La gran casa ofrecía en su patio vistas al cielo infinto, y junto a ellas las estrellas del cielo.

Ella alzó una mano, como queriendo, no tocarlas, acariciarlas. Había dejado ya la copa a su lado, olvidando cualquier otra cosa a su alrededor. Y de sus labios se escapó incosciente:

- ... Si pudiera conocerlo... Solo un poco...

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No puedo creer en un dios que haya creado el hombre. No es salvador, sino esclavo de ellos. Sometido a cumplir venganza o recompensa según su capricho.

Un dios que promueve la ignorancia, la obediencia ciega, despreocupado del mundo, ocupado solo en sus propios intereses y solo habla con aquellos de corazón tan podrido como su fé.

¡No puedo creer en él!

1 comentario:

  1. Pedazos de relatos, de pensamientos, de filosofía.. tú nunca serás esclavo porque eres un hombre de pensamiento libre...

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