sábado, 19 de septiembre de 2009

Duele al tacto

Los ojos dolían, pero era soportable. No quiso tampoco apartar la vista de los focos. Quería perder la vista allí, a ver si con suerte se perdía él también con ella.

Escuchaba pasos frente a sí. Palabras, que no tenían razón, en su mente no se conectaban, flotaban en el aire sin sentido. También notaba alguna caricia, que en el instante creía falsa, en su mano. El acto reflejo era un espasmo para la muestra de afecto no grata.

Respiró profundo y volcó la cabeza hacia delante, con una mirada perturbada y alarmante. Miró a aquel hombre, enbatado y con aquella carpeta en mano, con los resultados de sus pruebas. ¿Para qué la quería? ¿Acaso pedía algo más evidente de lo que tenía ante sus ojos?

Con aquellos negros pensamientos, tomó con rabia las ruedas de su silla y comenzó a deslizarse torpemente por los pasillos del hospital.

Tardaría en manejar aquello si seguía con esa rabia.

Jamás volvería a caminar.

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