lunes, 6 de julio de 2009

Solo puede sentirse

La bestia casi se sentía volar. Sus poderosos saltos lo llevaban muy lejos, saltando de tejado en tejado en la ciudad dormida. Solo sentía la llamada, cada vez estaba más cerca. Pronto la vería, magnífica y reina, en todo su esplendor.

No necesitaba mirar donde colocaba sus pisadas, tan solo a Ella. Ella, su amante, su reina, madre y maestra. Las nubes parecían huir a su llegada, dejándola a su vista.

Se detuvo en seco, arrastrando consigo parte de las viejas casas, casi derruidas. Allí estaba: la luna se mostraba al fin triunfante, despertando con su llegada a criaturas de pesadilla.

La bestia aulló con furor, complacida y satisfecha. Continuó observándola en silencio, hasta que un fuerte disparo lo quebró. La bestia cayó de su recién establecido trono, acabando en el duro y antiguo asfalto de la ciudad. Sus ojos ardían de rabia y dolor, cuando pasaron de contemplar su costado herido a la búsqueda de su atacante.

Más allá, a lo lejos, una figura vestida de tinieblas surgió de la sombra. Armada con un largo mosquete, se apresuraba a volver a disparar. La bestia no quiso dejarle oportunidad, por lo que el Cazador tuvo que abandonar el arma a larga distancia por una espada larga, en el pasado ya manchada de aterradoras criaturas.

Ambos esperaban el encuentro impacientes.

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