La reunión estaba en su apogeo, en opulencia de trajes de gala y grandes señores.
Entraron sin aviso, cantando una canción alta y algo estridente a oídos de los allí reunidos. Aquellas chaquetas que evocaban grupos ya pasados de moda; una extraña música a guitarra interrumpida por el extraño baile del músico.
El líder de la pequeña banda los guiaba hacia el caos y el éxtasis de la canción, robando bebidas y pequeños manjares donde los encontraba.
El ritmo empezó a contagiarse, empezando a captar su letra sin sentido. Bailando sin control, la bebida empezó a correr.
Entonces todo se volvió del revés. El murmullo enloqueció hacia la risa; el debate a la charla; el humor ahogó a la seriedad y sus rictus. Todo llevaba un ritmo demencial.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
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Curioso como transmites a través de tus palabras que como siempre hay un hombre detrás de esa alegría, un hombre que se aparta y ve todo desde la distancia y el sufrimiento...
ResponderEliminarMuy bien narrado
Coincido con Ico, el omnisciente espectador observa y transmite. Como un Tolouse Lautrec, desde un rincón, parte y no, del escenario.
ResponderEliminarMi beso y Abrazo Querido Amigo!!!